Don Juan José Asenjo, obispo de Córdoba, arzobispo coadjutor electo de Sevilla. Quisieron hacer de él una bandera y no se dejó. Enhorabuena Don Juan José. Ha dado usted la talla que muchos pensábamos que tenía.
Monseñor Asenjo no pintaba nada en Sevilla. Porque allí, hasta que tome posesión, no tiene papel alguno. Si vista Sevilla, lo hará privadamente. Como el obispo de Ciudad Rodrigo o el de Sivangangai. Claro que el cardenal puede invitarle a que concelebre a su lado pero por pura dignación. Hasta el día 17 de enero jurisdiccionalmente no es nadie en la archidiócesis hispalense. Aunque afortunadamente ya sea tanto. Entiéndaseme lo de no es nadie. Quiero decir que es lo mismo que el obispo de Jalapa o el de Cremona. Aunque en brevísimos días vaya a ser el arzobispo coadjutor.
En esta absurda guerra de enfrentamientos espiscopales, que no he montado yo, se le quiso intrumentalizar como una victoria del anti Colón, con una presunta y no cumplida presencia al lado del cardenal Amigo. Éste le había elegido como coadjutor y Don Juan José le pagaba el arzobispado. Pues ni le había elegido ni tenía nada que pagar. Ha quedado meridiano.
Don Juan José podía haberse quedado en Córdoba o venir a Madrid. A donde no tenía que ir era a Sevilla. Y vino a Madrid. Creo que hizo lo mejor que podía haber hecho. Y olé sus... independencias. ¿Qué algunos se tienen que tragar lo que dijeron? Pues que no se les indigeste. El arzobispo coadjutor electo de Sevilla no pudo empezar con mejor pie. Parando, templando y mandando. Faena de dos orejas en la Maestranza y con salida en hombros. Simplemente, olé.