¿Matar a esta preciosidad de niña?

No va a ser académica de la Española ni brillante cirujano. Sólo va a ser alguien muy querido. Y que va a dar muchísimo. Amor, unión, solidaridad.

Mi querido Gonzalo, creo recordar que se llamaba así, en una familia muy cercana de mi juventud en Vigo, los hijos de mis queridísimos Alfredo y Pepe, qué mal negocio hubiérais hecho matándoles. No por lo que hubieran perdido ellos. Por lo que hubiérais perdido vosotros. Y nosotros.

Claro que el amor es duro. Tantas veces. Pero en muchas ocasiones da muchísimo. Y no me refiero a lo que va a daros Dios. Que lo doy por seguro. Sólo me refiero a lo que os dieron, os dan y os darán esos a quienes hoy matan. Antes de nacer.

He conocido a tres. Fueron, son, la unión de la familia. El más próximo, el querido por todos. Y él lo pagaba con el ciento por uno. Era imposible no quererle. Daba todo lo que tenía. Que, a la vez, era muy poco y muchísimo.

Hoy se les mata. Antes de nacer. Yo ya soy muy mayor para hacerme cargo de un niño así. Que sería huérfano antes de su mayoría de edad. Caso de que llegaran a la mayoría de edad legal porque a la otra tal vez no lleguen nunca. Pero, aun sin ella, son tan ellos. Tan entrañablemente ellos. Tan hijos de Dios.

Perdonadme que insista en la cuestión. Pero vi la fotografía de esa niña, que me recordó tanto a dos niños y una niña que conocí, que me sentí conmovido.

Y para concluir otro testimonio personal. Tuve en mi vida profesional un compañero en Renfe. Brillante, ingeniero de Caminos, con importante cargo en la empresa. Por motivos que ignoro en su matrimonio no tuvieron hijos. Y su mujer y él decidieron adoptar. Como tantos. Y adoptaron. A dos niños que estaban muy por debajo del nivel normal. Buscados. Queridos. Sé que hay muchos santos contemporáneos. Siempre he pensado que ese matrimonio estaba entre ellos. El premio que les va a dar Dios será muy grande.
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