Obispos auxiliares

España no es nación de obispos auxiliares. En otras, hasta diócesis de segunda división tienen uno o dos auxiliares. No es por tanto extraño que en esos países se jubilen muchos sin haber pasado a residenciales.
No es el caso de nuestra patria en la que la gran mayoría de los auxiliares terminan como obispos con diócesis propia. Es más, sobre los que no llegan a titulares de un obispado español, pesa una tacha de castigo o inutilidad.
Son muy raros en España los auxiliares a los que se les ha aceptado la renuncia en esa condición. Dos en Barcelona, Daumal y Tena, uno en Madrid, Iniesta, habría que remontarse a Don Ricardo Blanco, hace ya años fallecido, para encontrar otro, y el valenciano Sanus. Salvo error por mi parte no recuerdo a más. Subiríamos a los inicios del siglo pasado para recordar a otros. Algunos excelentes en Valencia o Santiago. Después vino aquel rarísimo caso de monseñor Riesco, que todavía nadie ha aclarado, el de un toledano fallecido en accidente y que iba para más altos destinos y pocos más. Si es que algún otro ha habido que ahora no me viene a la memoria.
Tenemos, además, dos auxiliares, aún en activo, que ya están totalmente amortizados. Uno porque está a punto de cumplir los setenta y siete años, Carrera, y otro por estar en las puertas de los setenta y cinco, Echenagusía. Dos más que se han quedado sin diócesis propia.
Están por último los que deben ser obispos residenciales. No hay muchos. Tres en Madrid: Herráez, Franco y Romero Pose, tres en Valencia: Escudero, Giménez Valls y Benavent, el ovetense Berzosa, el getafense Zornoza y los toledanos Borobia y Rubio. Diez que en realidad son ocho. O tal vez siete. Don Eugenio Romero por su enfermedad no parece que vaya a tener diócesis propia. Ni tampoco Borobia, también muy tocado y apenas con tres años de episcopado por delante. Don Ángel Rubio por edad aún podría coger el último tren pues no presentará la renuncia hasta el 2014. Pero dejaría al cardenal Cañizares sin obispo auxiliar porque el otro es más bien un desauxilio.
Los dos madrileños que quedan, excluído don Eugenio, están más que maduros, a punto de cumplir los doce años in partibus. Pero parece que el cardenal no quiere soltarles. De todas maneras no creo se prolongue mucho la retención. Posiblemente quiera un par de auxiliares que asuman las funciones de los antiguos y, una vez hechos con la tarea, vía libre a Fidel y a César Augusto. Más prescindible el segundo que el primero. Me refiero a las necesidades administrativas de la diócesis. Que yo prefiero a monseñor Franco que a Don Fidel. Incluso no me extrañaría que en uno de los próximos nombramientos apareciera el nombre del hasta hoy obispo in partibus de Ursona.
Entre los valencianos debe ser inmediata la promoción de monseñor Escudero. Posiblemente en este año. Y muy posible también la de monseñor Giménez Valls. Tiene muy poco sentido dejarle al nuevo arzobispo de Valencia tres auxiliares de su antecesor. Don Enrique Benavent es muy joven y seguirá de auxiliar del próximo arzobispo. Y, ¿pará qué necesitará Valencia tres auxiliares si Barcelona tiene sólo uno y Sevilla y Zaragoza ninguno? Supongo que en lo sucesivo Valencia pasará a tener un auxiliar. Lo que, además, garantizará que no sigan inundando España de obispos valencianos.
Quedan, por último, los auxiliares de Oviedo y Getafe. Monseñores Berzosa y Zornoza. Muy jóvenes ambos. Si es cierto el mal entendimiento del primero con su obispo es probable que le den pronto diócesis propia. Al segundo le auguro más tiempo en la sufragánea madrileña. Pero seguro que los dos van a ser buenos obispos residenciales.