Renuncia el arzobispo "liberal" de Estrasburgo.

El sulpiciano Joseph Doré, crítico con la Dominus Iesus, contrario al regreso de los lefebvristas a la plena comunión con Roma, reticente, incluso, con los tradicionalistas plenamente integrados con la Santa Sede, amigo del censurado Dupuis, ecumenista de vanguardia, muy ligado al cardenal Kasper, una de las cabezas del sector más progresista de la Iglesia francesa, tanto en su condición de obispo como en la de teólogo, acaba de renunciar el arzobispado de Estrasburgo cuando aun le faltaba un mes para cumplir setenta años y, por tanto, más de cinco para presentar la renuncia obligada.

Se han alegado motivos de salud. Pero, como aparentemente la tiene buena, se ha dicho que los médicos la han recomendado no porque esté mal sino porque, de continuar con ese ritmo de vida, lo estaría en breve. La explicación, de ser cierta, es verdaderamente estúpida. Porque no habría más que reducir el ritmo para que desapareciera el peligro. Y lo tenía muy fácil. Él quiso seguir siendo teólogo al mismo tiempo que obispo. Pues que deje la teología. Y, además, seguro que nadie lo iba a lamentar. Aunque él se creyera otra cosa, resulta totalmente prescindible.

Así que dejen de contarnos milongas. La renuncia que presentó, y que Benedicto XVI se apresuró en aceptarle, tiene que deberse a otros motivos. El más probable es que esté gravemente enfermo y no en riesgo de enfermar si continúa con ese ritmo de trabajo. Cabe también que el Papa, que ya había chocado con él cuando era cardenal, le haya animado a ello. Y también es posible que comprendiendo Doré que con este Papa, que tan bien le conoce, no le iba a ser fácil compaginar doctrinas arriesgadas y arzobispado, renuncie a éste para poder seguir diciendo lo que le dé la gana. Esperemos no se convierta en una segunda edición del triste caso de Gaillot.
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