¡Vaya teólogos!

En esta ocasión no voy a hablar de ningún obispo en concreto. Sólo en general. Que cada lector coloque al diocesano correspondiente las responsabilidades que le correspondan. Treinta y cinco sedicentes teólogos, con la que está cayendo, se ponen contra los obispos y a favor de quienes les atacan. Algunos son seglares, otros excuras, alguno protestante. Sobre esos no pueden hacer nada. Pero otros son clérigos en activo, religiosos no pocos y muchos habituales de la protesta. Ya sería hora de que, de una vez por todas, fueran públicamente desautorizados. Porque, en otro caso, ¿a qué jugamos? Los señores obispos a decir una cosa y sus señores sacerdotes a decir la contraria. Qué bien.
Estos son los firmantes de la insolidaridad con la Iglesia que hacen causa común con quienes la atacan:
Enrique Aguiló, desde Sevilla, es un habitual de estas historias. De la Juan XXIII. En 1998 firmaba una petición de perdón por la actitud de la Iglesia en 1936 -¿sería porque habían matado a pocos curas?- y protestó contra las encíclicas Ad tuendam fidei y Dominus Iesus.
Xavier Alegre es un jesuita catalán, de 64 años y de profesión sus firmas. Solidarizado con Díez Alegría cuando fue expulsado de la Compañía de Jesús (1975), con Küng (1979), con los que quieren que la Iglesia pida perdón por lo que fue su mayor gloria en toda la historia del catolicismo hispano, contra las dos encíclicas antes mencionadas...También de la Juan XXIII.
José Luis Andavert es protestante
José Manuel Bernal, teólogo de Logroño, es otro clónico. De la Juan XXIII, insolidario con la Iglesia mártir de 1936, crítico de las dos encíclicas del Papa...
Francisco J. Carmona, profesor de Sociología en Granada, me parece un miembro de la Compañía de Jesús pero no puedo asegurarlo. Especialista en Alfonso Carlos Comín, marxista “cristiano”, es autor de un libro de título bastante significativo: De “Cristo Rey” a “Jesús Obrero de Nazaret”. El cambio religioso en España (1994)
José María Castillo, de la Compañía de Jesús, es otro asiduo de cuanta protesta antieclesial hay. Dejar constancia de sus protestas y manifiestos nos llevaría páginas. Con ya setenta y cinco años cumplidos, y pese a haber sido destituido en 1989 de su docencia en la Facultad Teológica de Granada por imposición de la Congregación para la Doctrina de la Fe, sigue en la vanguardia de la contestación.
El “Collectiu de Dones de Església” no parece que sea un teólogo. Y tal vez se trate de una duplicidad pues después María Pau Trayner firma por ella y como miembro de ese Collectiu.
José María Díez Alegría, un jovencito de noventa y tres años, de apellidos absolutamente integrados en la nomenklatura franquista, es uno de los más caracterizados representantes de la contestación eclesial. Expulsado de la Compañía de Jesús por presiones romanas, todo quedó en pura farsa pues, sin ser jesuita, sigue viviendo en casas de la Compañía. Dejar constancia de todas sus actuaciones contra la Iglesia oficial haría interminable estas líneas.
Carlos Domínguez es otro jesuita, profesor de la Facultad de Teología de Granada, que hace que no se entiende que exista esa Facultad o que Domínguez sea docente en ella. En 1979 afirmaba que se podía votar al marxismo. Después se manifestó en apoyo a Küng cuando Roma le descalificaba (1979). Cuando destituyen como profesores de su Facultad a Castillo y Estrada (1988) protesta públicamente de la medida. Y de las encíclicas Ad tuendam fidem y Dominus Iesus. Recientemente planteó la revisión de los votos de obediencia y castidad (2002). Pues, ahí sigue. Como si fuera un Atanasio redivivo.
Antonio Duato fue un sacerdote firmante también de numerosas protestas, hoy secularizado.
Juan Antonio Estrada, de la Compañía de Jesús, es clónico de Castillo. Lo dicho para el uno vale para el otro. Son como Daoíz y Velarde, Cosme y Damián o Villanueva y Geltrú.
Carlos Fernández Barberá, a quien el progresismo proponía en 1968 como obispo auxiliar de Madrid, no ha cambiado nada en estos casi cuarenta años.
Casiano Floristán es otro de los santones de la Iglesia contestataria. Ya con setenta y ocho años está más pasado que el polisón. Su biografía de protesta antieclesial también llenaría páginas. Yo he dicho en algún otro lugar que hay una regla de oro para sentir con la Iglesia. Hacer lo contrario de lo que proponen los “anos”. Casiano, Forcano, Marciano (Vidal), Mariano (Gamo), Domiciano (Fernández)...
Emilio Galindo, otro jovencito, aunque éste tiene sólo setenta y siete años, que también se había pronunciado contra la Dominus Iesus. Pertenece a la congregación de los Padres Blancos.
Máximo García es otro protestante. No deja de ser curiosa esta conjunción “teológica” católico-protestante.
Joaquín García Roca también quiere pedir perdón por la Iglesia de 1936 y se muestra totalmente contrario a la encíclica Ad tuendam fidem de Juan Pablo II
María Mercedes Gómez es una “teóloga” totalmente desconocida por mí
José Ramón Guerrero, emérito de la Pontificia de Salamanca, otro chavalín, creemos que es el J. R. Guerrero que firmaba en 1971 un radical escrito contra el Concordato. En 1978 suscribía también un escrito contra la Pastoral del cardenal González Martín sobre la Constitución y al año siguiente un escrito al Papa pidiendo que se reabrieran las secularizaciones. El conocidísimo teólogo francés, Jean Galot, advertía por aquellos años sobre sus tesis cristológicas.
José Antonio Gimbernat es otro jesuita filomarxista y liberacionista, antecesor de Tamayo en la secretaría de la Juan XXIII, del que es imposible, por razones de espacio, dar cuenta de todas sus protestas antieclesiales.
Juan Luis Herrero, “teólogo” de Logroño, es bastante desconocido en protestas antieclesiales aunque el cuerpo se lo pedía. Recuerdo un mal artículo suyo en Adital, “Es peligroso creer en Dios” y otro, bastante flojo, “Los jóvenes y la Iglesia” en el que decía que el 10% de la juventud se manifestaba católica y el 12% acudía regularmente a misa. Con lo que, desde el principio, se desacreditaba solo. Porque algunos de los que se declaraban católicos no irían regularmente a misa y es extrañísimo que bastantes de los que no se declaraban católicos acudieran.
Julio Lois es otro clásico en estos menesteres. Y otro jovencito pues sólo cuenta ochenta y dos años. Dar cuenta de sus infinitas protestas supondría escribir otro artículo.
Jesús Peláez, de la Universidad de Córdoba, reclama la petición de perdón por la Iglesia ante su conducta en 1936 y se muestra contrario a las dos encíclicas de Juan Pablo II que venimos mencionando.
Rosario Mármol no tengo la menor idea de quien puede ser.
Pablo Martínez, sin segundo apellido, también me resulta absolutamente desconocido.
Felicísimo Martínez también es persona de quien carezco de datos. Docente en el Instituto Superior de Pastoral de Madrid, ¡cómo será el Inferior!, supongo que tal centro estará cuasi vacío.
Enrique Miret. Otro de los santones de la progresía. Y éste seglar. Sobre él no se podrían escribir artículos. Con libros no llegaría. Esperemos que a sus noventa años , a punto ya de los noventa y uno, Dios le ilumine y le vuelva al seno de la Iglesia, a la que tanto daño hizo.
Albert Moliner, de la Cátedra de Tres Religiones de la Universidad de Valencia quiere que la Iglesia pida perdón por su conducta en 1936, protesta de las dos mencionadas encíclicas de Juan Pablo II y reclama el sacerdocio femenino.
José Luis Moral, profesor de la Universidad Salesiana de Roma se había pronunciado ya contra la Dominus Iesus. ¡Qué hacen profesores así en Universidades católicas!
Federico Pastor es otro jesuita habitual de lo peor. Tengo constancia de sus insolidaridades con la Iglesia desde 1975. En mis fichas tengo una referencia de que abandonó el sacerdocio pero tal dato no me parece absolutamente fidedigno. Dejo constancia de él con reservas.
Juan Luis Pintos, exjesuita de sesenta y cinco años, se había mantenido bastante discreto desde su exclaustración. Pero se ve que ahora siente añoranzas de su anterior estado
Fernando Silva no sé quien es.
Margarita Pintos, “teóloga”, es una superhabitual en estas comparecencias antieclesiales. La primera aparición de las que tengo constancia es de 1987 y de ahí las que se quieran. De ella es aquella maravillosa frase de que la situación de la mujer en la Iglesia es comparable a la de los negros en Sudáfrica. Antes del fin del apartheid.
Juan José Tamayo, cura casado, y de los más jóvenes en este contubernio pues tiene sólo cincuenta y ocho años, es el alma de todo el tinglado. Hasta el punto de creer que sin él no existiría. Contar sus insolidaridades eclesiales nos llevaría volúmenes.
María Pau Trayner, del Collectiu antes mencionado. Ni idea de sus fazañas.
Marta Zubía, de la Universidad de Deusto. También he de reconocer mi absoluta ignorancia sobre su persona. Pero, estando en una Universidad jesuítica, algo debería decir el P. Kolvenbach.
Pues, ya está, los obispos, y hasta el Santo Padre, a decir unas cosas y unos “teólogos” a decir otras. Cómo para preguntarnos si el báculo sirve para algo. Y las Congregaciones romanas. No vamos a elevar a Juan Pablo II el que no sepa quien es la Mari Pau o la Marta. Pero sí hay quienes deberían saberlo