El festival Andrés Pardo.

Un comentarista habitual de este Blog se hacía eco ayer del protagonismo del maestro de ceremonias del cardenal Rouco, Andrés Pardo, en el funeral celebrado por las víctimas del accidente de Barajas.

También yo vi el funeral por Televisión y estoy muy de acuerdo con la percepción de Marcos R. Pero eso no es de ayer, el protagonismo es consustancial a nuestro liturgista. En el funeral habría bastantes personas que asistieron por razón del cargo y no muy versadas en la liturgia católica. Supongo que alguna preguntaría: ¿Quién es ese señor vestido de morado que está al lado de ese de blanco que debe ser su jefe pues el de morado hace todo lo que el otro le dice?

Hablemos antes algo del funeral. Creo que fue muy digno. El cardenal estuvo breve y muy bien en su homilía. De las mejores que le he oído. Próxima, sentida y eclesial. También le encontré con mucho mejor aspecto que en ocasiones anteriores.

Al rey le vi rezar el Padrenuestro y a Rodríguez Zapatero dar la paz a los que estaban en sus inmediaciones. Poco más se les vio porque la pantalla la llenaban permanentemente el cardenal y Pardo. Supongo que el presidente del Gobierno no se arrodillaría en la consagración y tampoco sé lo que hicieron los reyes en ese momento. O Esperanza Aguirre, Gallardón, de la Vega, Saavedra, Magdalena Álvarez, Sacristán...

Muchos sacerdotes y bastantes obispos. A estos no se les pudo apenas ver porque era como si Pardo hubiera dicho a los cámaras: en imagen sólo el cardenal y yo.

De entre los obispos pude reconocer al cardenal de Toledo, al nuncio de Su Santidad, al arzobispo castrense, a los obispos de Urgel, Getafe y Segovia y al auxiliar de Madrid Don Fidel Herráez. El locutor dijo que estaban presentes los dos auxiliares de Madrid, como si no hubiera tres, pero no pude darme cuenta si el segundo era monseñor Franco o monseñor Martínez Camino. Y eso con esfuerzos. Allí parecía que sólo estaban el cardenal Rouco y Pardo.

Quiero felicitar al obispo de Urgel, monseñor Vives, por su presencia. No es santo de mi especial devoción pero me pareció un detallazo por su parte asistir al funeral. Y no como copríncipe de Andorra sino como obispo de España.

Observé que por fin ha dejado de concelebrarse en la catedral de aquel extraño modo que supongo invención de Pardo y que no había visto en sitio alguno. Ni en San Pedro. Y entre el cardenal de Madrid y el Papa hay alguna diferencia jerárquica.

En todas las concelebraciones los concelebrantes principales rodean el altar en el mismo plano que quien preside la concelebración. Aunque éste sea el Papa. En Madrid, no. Inmediatamente junto al altar está el cardenal Rouco. Y a su lado, tal vez dos milímetros detrás, Pardo. Y ya a un metro los otros. Aunque sean obispos o cardenales. Lo que causaba un efecto penoso y un manifiesto desprecio a los demás. Así sólo chupaban cámara el cardenal y el del roquete. Lo señalé en repetidas ocasiones y parece que me han hecho caso. Yo también tengo mi vanidad. No va a ser únicamente el ceremoniero. Ayer todos los obispos estaban en el mismo plano. Como entiendo debe ser. Y ello no restó el menor protagonismo ni al cardenal ni a su maestro de ceremonias. Lo tuvieron todo. Parecía que sólo estaban ellos. Aunque evidentemente eso no se puede achacar más que a los cámaras. No creo que tuvieran instrucciones de enfocar permanentemente al de blanco.

Si al cardenal ya he dicho que le encontré con muy buen aspecto a Pardo, que tanto nos lo metieron por los ojos, le encontré el rostro abotargado. Cosa que no había apreciado en ocasiones anteriores. También observé, en una de las pocas ocasiones que no estaban en pantalla los susodichos, un permanente temblor de mano en uno de los presentes. Dios quiera que no sea síntoma de nada.

Concluida la misa con una intervención de un obispo anglicano por ser esa la adscripción de alguno de los fallecidos, y menudo papelón el de los protestantes que quisieron montar el número contra el funeral cuando hasta uno de sus obispos participó en él, llegó la apoteosis de Pardo. Él fue el protagonista. Se le desabotargó el semblante, todo eran sonrisas, obsequiosidades, estrechar manos, presencia.

Durante la misa se entiende la inmediatez del maestro de ceremonias. Él señala el lugar a leer, quita y pone el solideo, retira y da el báculo... Pero una vez concluida la liturgia su labor concluye. Si acompaña al cardenal en la procesión de salida debe hacerlo unos pasos atrás y sin intervenir en saludos ni hacerse presente en conversaciones. Jamás he visto a los ayudantes del rey o a sus escoltas saludar a las autoridades que cumplimentan al monarca. Están pero no están. Pues no es el caso de Pardo. Que ya se encarga de estar presente. Y de saludar a todos.

Ayer asistimos a su festival.
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