Ha muerto el cardenal Suquía.

A punto de cumplir noventa años, lo que haría el próximo 2 de octubre, ha fallecido el cardenal arzobispo emérito de Madrid Ángel Suquía Goicoechea.

Último representante de una generación sacerdotal vasca que ha dado tipos soberbios a la Iglesia, fue sin duda Don Ángel Suquía quien llegó a las más altas cotas en la jerarquía eclesial. Y no era él la personalidad más destacada de aquel elenco.

No tratan estas líneas de dejar constancia de su tránsito, que bien pudiera ser objeto de cualquier recuerdo. Obispo de Almería y de Málaga, arzobispo de Santiago y de Madrid, cardenal, presidente de la Conferencia episcopal..., si hubiera sido vanidoso bien podía haber visto cumplidos todos sus afanes. Pero ciertamente no lo era. Y desde que en 1994 se aceptó su renuncia, muy próximo a cumplir los setenta y ocho años, a su diócesis madrileña, prácticamente desapareció, refugiado en sus Vascongadas natales. Y no por motivos de salud que creo le acompañó excelente hasta sus últimos tiempos o hasta hace poco antes.

Don Ángel Suquía no tenía una personalidad desbordante. No era un Tarancón o un Don Marcelo. Quizá siempre hubiera en él la timidez, educada y respetuosa del cashero que llevaba en la sangre. Le tocaron unos tiempos difíciles. Él fue el obispo de la llegada del socialismo a España pues fue nombrado arzobispo de Madrid en abril de 1983 y le fue aceptada la renuncia en julio de 1994.Fue sin duda el cardenal de Felipe González. Porque a Tarancón le dieron puerta inmediatamente. La Iglesia, ciertamente, y yo creo que no con poco motivo. Y el Estado, ese sí que con notable desagradecimiento. Don Marcelo era otra cosa. Pretendían no darle nada, sobre todo sus hermanos los obispos, que fueron los más cicateros con él, aunque, de aquella tropa que cabía esperar, y sin embargo lo llenaba todo.

Don Ángel llegaba a la cumbre de la Iglesia hispana con un importante aval. Era el hombre de Juan Pablo II. Y aun así se la hicieron pasar canutas. Sus hermanos en el episcopado, sus curas, su propio obispo auxiliar... Pues, pudo con todo. Y aparentando casi nada. Cuando era arzobispo de Santiago se decía que era más gallego que los gallegos porque de él era con quien nadie sabía si subía o si bajaba. No fue un obispo franquista, en el sentido de que renunció, siguiendo instrucciones de más allá de los Pirineos o del Mediterráneo, a su puesto en el Consejo de Estado. Aunque tampoco fue nunca un obispo antifranquista. Yo creo que del General imitó siempre aquello que le atribuían: Paso de buey, cara de bobo y diente de lobo.

El paso era el obligado pues lo que había dejado Tarancón no permitía otra cosa. La cara seguramente era necesario ponerla. Pero el diente fue de lobo. Con Don Ángel la Iglesia de Madrid y la de España volvieron a levantar la cabeza. No estaba todo perdido. Se podía ser católico. Y con santo orgullo de serlo.

La diócesis dejó de ser un caos y una colonia del peor progresismo, el seminario volvió a ser lo que tenía que ser, la Iglesia volvió a tener voz y los católicos madrileños volvimos a tener obispo.

Por todo ello, Don Ángel, gracias. Sabía usted de mi simpatía. Ahora, que ya lo sabe todo, conoce que era verdad. Seguro que su Jesucristo, nuestro Salvador, le ha recibido en su seno amoroso. Desde él siga echándonos una mano. Le agradecemos muchísimo todo lo que ha hecho por la Iglesia y por nosotros. Todo y tan importante. Pero yo creo que hoy estamos ante un buen día. Se ha muerto Don Ángel Que bien. Aquí ya no podía hacer nada. Allí puede hacer mucho. Por su queridísima Iglesia de las Vascongadas. Por sus Iglesias de Almería, de Málaga, de Santiago y de Madrid. Por su Iglesia de España. A las que tan bien sirvió. A las que tanto quiso.

Ayer mismo oí a un bobín contarnos en la COPE como, utilizando unas palabras protocolarias de monseñor Suquía, éste era el continuador y el admirador de Tarancón. ¡Qué no te enteras, Contreras! Que para admiradores y continuadores así prefiero a los enemigos.

Don Ángel: enhorabuena por haber llegado al cielo. Gracias por todo lo que ha hecho en días de almoneda y de vergüenzas eclesiales. Y, a seguir pidiendo. Por las Vascongadas, por España y por la Iglesia.
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