¡Que no me pilláis!

Algunos replicantes son de una ingenuidad, o de una debilidad neuronal, que enternecen. Parece que el objetivo de sus vidas es pillarme en un renuncio creyendo que así terminarían conmigo. Pues van dados. En primer lugar una equivocación la tiene cualquiera. ¿Cuántas lleva ya el señor Zapatero? Y ahí sigue. Pero es que, además, son tan elementales que ni consiguen pillarme.

No tienen nada que ver los actos de oración por la unidad de los cristianos, de los cristianos con estas trapalladas de Cádiz o Albacete. Los primeros, al menos, creen en el mismo Dios aunque pertenezcan a distintas iglesias. Y no está mal que todos pidan a ese Dios común que se llegue al que todos sean uno.

Yo soy muy escéptico con ese ecumenismo pues el único final posible es la conversión de los separados. Todo lo demás son milongas. Cierto que algunos, los ortodoxos, apenas tienen paso que dar. Otros muchos, enormes zancadas.

Luego hay dos cuestiones marginales pero que tienen su importancia. Dios, hasta el momento, y ya van muchos años de oraciones, no parece hacernos mucho caso. Y los fieles pasan olímpicamente de ello. No hay más que ver las multitudes que se congregan con motivo del octavario. Muy descriptibles. Es decir, casi nadie. Y cuidado que se esfuerzan algunos por conseguir otro resultado.

El Papa presidirá uno de esos actos. Pues muy bien. Pero allí no hay la más mínima muestra de que todo es igual, de que da lo mismo ser de una religión que de otra, que vale lo mismo un Papa que un pope. O un pastor. No hablan todos, sólo se rezan oraciones comunes al único Dios verdadero y, como mucho, se sonríen afectuosamente. O dan esa apariencia. Yo si ayudo a un ciego a cruzar una calle no le pregunto si cree en Dios y sonrío a la chica que me vende el pan todos los día y tal vez sea atea.

Los actos que muchos obispos celebran en sus catedrales no tienen nada que ver con las en mi opinión mamarrachadas de Cádiz y Albacete. Yo no he ido nunca, ni pienso ir, pero son cosas muy distintas. No me veréis protestar de esos actos. Así que por ese camino no me encontráis.

Ya para el puente de Coria es el de aquel que me dice: Usted que es tan papista por qué no critica al Papa... Pues mire usted, acaba de decirlo usted mismo, aunque no se haya enterado. Sencillamente por eso. Porque soy muy papista. Lo que no quiere decir que todo lo que haga un Papa me parezca bien. Pero me callo. Por ahí tampoco me pilláis. Sé muy bien en lo que el Papa es infalible y en lo que no lo es. Pero no me vais a encontrar criticando sus falibilidades. Por una potísima razón. Porque no me da la gana.

Y también es infantil, o majadero, la argumentación de que usted dijo que fulano iba a ser muy buen obispo y salió malo. Pues me equivoqué. Si es muy restringida la infalibilidad del Papa, la mía no la he sostenido nunca. O ha criticado usted a un obispo y ahora le pone bien. Pues porque criticaba lo creía que hacía mal y ahora alabo lo que pienso que hace bien. Y viceversa. Usted le alababa y ahora le critica. Por lo mismo.

Entiendo que a algunos yo les moleste mucho. Les admito sin el menor problema sus críticas y sus insultos. Hasta me encanta verles tan irritados. Señal de que cabalgamos. Con su modo de pensar lo que me preocuparía mucho sería que me aplaudieran. Tienen el Blog para desahogar sus frustraciones y sus cabreos. Como ven sin resultado alguno por lo que a mí respecta. Pero pueden seguir así. Pidiendo que me calle o que me callen. Y suelen ser los que se quejan de que en la Iglesia no hay libertad de expresión. Muy demócratas.

Y al que me exige algo, decirle que se ha equivocado de verbo. Porque no es quien para exigirme nada. Como yo no le exijo nada a él. Tal vez conozca las vocales. Por lo menos hasta la e. Pero bueno sería que hiciera un esfuerzo para enterarse del significado de las palabras. Sería estúpido por mi parte que se lo exigiera. Haría muy bien en no hacerme caso alguno si quiere seguir desconociendo el castellano.
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