Que no cuela. Que yo no soy un enemigo de los religiosos. Lo que ocurre es que a no pocos de ellos no les gusta que se hable de la grave crisis que padecen. Y sobre todo a los que mandan. Que son los grandes responsables de lo que ocurre.
Yo solamente he señalado, cierto que en repetidas ocasiones porque los hechos se repiten, cuatro cuestiones. Ciertísimas.
La espectacular disminución de efectivos de la mayor parte de las órdenes y congregaciones religiosas masculinas y femeninas. Las hay que han perdido el cincuenta por ciento de sus efectivos.
El envejecimiento de las mismas por la falta de vocaciones, dando la impresión de que el modo actual de vida no impele a la juventud a ingresar en ellas.
La infidelidad de religiosos al dogma y a la moral de la Iglesia. Tolerada, si no amparada, por sus superiores.
Y las constantes exhortaciones del Papa a un cambio de actitud que no termina de producirse.
Yo me limito a dejar constancia de lo que ocurre. Nada más. Hoy mismo,
Análisis Digital presenta el discurso del Papa a los salesianos bajo el siguiente titular: "Severa admonición del Papa a los religiosos para que vigilen su estilo de vida".
Pues eso es lo que hay. Yo sólo soy un cronista de la realidad. De una realidad agonizante.