BENDITA COMPASIÓN

  1. La experiencia fundamental del cristiano.

         La experiencia primordial y fundante del cristiano es la de ser amado por Dios. Dios es amor, (1Jn 4,8). Dios nos ama siempre y, sobre todo, en nuestra condición de pecadores y seres débiles:

Dios nos ama cuando aún éramos pecadores, (Rom 5,8).

         El Dios que se nos da a conocer en Jesús no es un Dios exigente o amenazante, sino el Dios de la bondad, de la ternura.

         Ni tan siquiera se trata de un amor recíproco, de amistad (filia), sino de que Dios nos ha amado primero, (1Jn 4,10.16).

         La experiencia cristiana más genuina y es el amor. Donde hay amor, hay cristianismo. Es lo que tantas veces hemos cantado en nuestra vida: Ubi charitas et amor, Deus ibi est: donde hay caridad y amor, allí está Dios

         Somos cristianos cuando nos sentimos amados por Dios incluso -y sobre todo- cuando nos vemos hundidos en la vida.

Cuando no se tiene la experiencia de ser amado en la vida es muy difícil vivir el cristianismo, sentirse bienaventurado en la vida (recordemos lo que escuchábamos el domingo pasado: sed bienaventurados, felices en la vida).

Uno puede ser un perfecto cumplidor de la ley, aceptar militarmente el dogma y la disciplina eclesiástica, pero ser cristiano es amar y ser amado.

  1. amor incluso al enemigo.

         El amor al enemigo es el núcleo moral del cristianismo. En ocasiones amar significa perdonar al enemigo.

         La primera pulsión ante el enemigo es el odio, la venganza. Ante viejas cuestiones familiares, políticas, en el pueblo, etc brotan sentimientos de “ajuste de cuentas”, de desprecios, “cerrar puertas”, represalias, etc.

         Pero la venganza multiplica el mal, la enemistad, el odio y no soluciona nada, sino que encona las situaciones.

La enemistad y el odio se solucionan con el perdón, no con la venganza.

         Amar y perdonar -incluso a los enemigos- suponen un vaciamiento de mí mismo, quizás de mi propio “tener razón” y que la bondad impregne y llene nuestro ser

  1. poner razón en los sentimientos.

         El primer sentimiento que brota en nosotros ante un grave agravio u ofensa es el odio. Somos humanos. Pero hemos de aprender a dar salida sensata y razonable a nuestros impulsos. Se trata de poner razón en nuestra pulsionalidad. La venganza más eficaz es el perdón.

         Saber perdonar y dejar de lado viejas actitudes, problemas y ofensas indican una gran calidad personal, una profunda bondad, un alto nivel cristiano.

  1. Justicia y amor.

         El amor incluso a los enemigos ha de llegar también a la justicia. Una justicia sin bondad fácilmente se convierte en venganza, en ajuste de cuentas.

         En la vida sociopolítica estamos viviendo unos cuantos juicios en los que ciertamente no parece que se tenga en cuenta el amor, la caridad.

         Ante el juicio del “procés” que está teniendo lugar estas semanas, los obispos catalanes han pedido que se tenga respeto, diálogo y magnanimidad. Es una postura humana y cristiana, (Vida Nueva).

         La justicia a gran y pequeña escala no puede mirar la realidad solamente desde los diversos “códigos de derecho”. Quienes han de administrar justicia no hay de mirar solamente la ley, sino la convivencia, la bondad, el respeto, el pensamiento y actitudes de los demás.

         En la Iglesia también se han olvidados estas cosas y muchas veces se actúa y condena con justicia que suena más a represalia y a condenación que a misericordia.

         No nos olvidemos que cuando Dios hace justicia, lo que hace es amarnos más.

  1. bendecid y orad por quienes o maldicen / haced el bien / sed compasivos.

         Decid bien, orad.

         Ante un problema grave, ante un pecado, ante una ofensa o un defecto de los demás, enseguida le “damos al ventilador” para que se extienda lo más posible la cuestión.

         Si queremos decir algo, digamos bien: bendigamos y no echemos más leña al fuego. En ocasiones la mejor forma de hablar es callarse.

ABRAZO

         Y al mismo tiempo: orad y sed compasivos.

         Es otra actitud hondamente cristiana: ser compasivos, no juzgar, no condenar. ¡Cuántas veces leemos en los evangelios que Jesús sintió lástima, tuvo compasión, incluso en alguna ocasión lloró!

         Acojamos en nuestra vida el amor y el perdón del Seños. Con ese amor y perdón, también nosotros podremos amar y perdonar.

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