Mujer de mala vida

Las ediciones latinoamericanas de los textos litúrgicos suelen traducir por “mujer de mala vida” lo que en los libros usados en España se traduce por prostituta. Así, por ejemplo, el evangelio de Lucas cuenta que Jesús estaba comiendo en casa de Simón, el fariseo. Allí entró “una mujer de mala vida” que, llorando, se puso a besar los pies de Jesús y a perfumarlos (Lc 7,36-50). Cuando un día, en una eucaristía, escuché este tipo de traducción, me puse a pensar: ¿se trata de la directora o de la principal accionista de un banco, de esos que venden bonos basura a sus clientes; o quizás se trata de una política que se aprovecha del cargo para su propio beneficio, o quizás de una alta ejecutiva que paga salarios de miseria a sus trabajadores? Evidentemente, incluso con este tipo de traducción, todos entendemos que se trata de una prostituta.

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