Poesía que toma partido

Hay buenos poetas españoles que hacen poesía religiosa

Si Dios es el mejor poeta y el ser humano (como dije en otro post) es su mejor poesía, se comprende que este ser, creado a imagen de Dios, sea también poeta. El ser humano es poesía y es poeta. Como poeta debe tomar partido por la mejor poesía, la poesía divina. Por eso, la creación poética no puede ser nunca neutral, como dice Gabriel Celaya. Debe tomar partido por los pobres y los golpeados. Una poesía concebida como “lujo cultural”, es brillo superficial sin consistencia alguna, distracción fácil que además miente.

Los actuales poetas españoles tienen muy claro que su creación no es evasión, sino compromiso por una humanidad mejor y más justa. Algunos de ellos hacen poesía religiosa, a veces explícita y otras implícitamente. Uno de esos poetas, Antonio Praena, que además es teólogo y, por tanto, puede ser considerado como un “ministro-puente”, como un hacedor de puentes que busca unir lo profano con lo sagrado, porque todo lo profano procede de lo sagrado, acaba de editar una recopilación de poesía religiosa contemporánea, bajo el título de: “La luz se hizo palabra. Poesía Judeocristiana contemporánea en España”.

En esta antología se encuentran buenas aproximaciones a las grandes preguntas del ser humano sobre Dios y sobre sí mismo. Una de las grandes preguntas sobre Dios es su silencio. Puesto que “es duro no tener testigos de lo hermoso”, el poeta se pregunta si “el cielo está vacío”, si en la cruz “no hay más que un cuerpo a punto de apagarse”, o si el momento del amor positivo “es siempre una excepción”. O peor aún, si el problema de Dios en Cristo es “no haber venido a tiempo”, como le reprocha Marta cuando la muerte de Lázaro. Pero en Cristo es también posible descubrir un Dios solidario “que quiere participar de esta pesadilla”. “Un Dios que se hace pobre entre los pobres… contra todo pronóstico”.

Por otra parte, con Dios o sin Dios, con silencio o palabra, siempre nos queda el misterio de lo humano, el bien y el mal que hacemos y nos hacemos. Exista o no exista Dios, ahí está la vida que siempre nos reclama, a veces ruidosa “donde redoblan claxons de calles atestadas”; otras veces silenciosa. Una vida donde importa que “un hombre, valga lo que un hombre”. Puesto que “ser es solo ser ante los otros”. Hasta la biología lo confirma: “la fuerza del varón” que diría Unamuno, o dicho a lo directo: el pene “me dice que estoy hecho para el otro”. La poesía se ocupa de lo humano, porque lo humano es divino. Y hay que preservarlo.

Por ser tan grande, por ser divino, el ser humano es un misterio: “sabemos lo que somos, más no con quién alcanzaremos ser lo que desconocemos que somos”. Un misterio quizás porque es antes regalo: “no te has dado la vida, te precede”. Por eso el humano tiene muchas preguntas, aunque pocas respuestas; muchos deseos, aunque pocas certezas; muchas ambiciones, aunque pocos resultados. Es un ser en búsqueda. La poesía es uno de los mejores testimonios de esta inacabada búsqueda: “dicen que no tenemos esperanza, pero en la frente llevamos una punta de fuego”. Porque, a pesar de todos los pesares, “tenemos sed de Ti”. Por eso, vivir en este desierto “es confiar en que tu mano existe y acompaña nuestro santo abandono”.

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