Jesús Espeja y Jesús Diaz Sariego, a dos manos, en Edibesa 'El evangelio en una sociedad laica': La aportación de los cuatro relatos en un mundo que reclama espiritualidad
"Sociedad laica es un pueblo (laos) que quiere ser él mismo y decidir por su cuenta sin coacciones que se le impongan desde fuera. Nada que objetar a este proyecto"
"Pero exige tomar conciencia de la situación cultural que está viviendo el pueblo, en nuestro caso la sociedad española, qué signos apuntan al porvenir, y la peculiar aportación del Evangelio en la nueva situación"
"Al vernos perdidos en una cultura de la superficialidad y en un mundo con tantas llagas, la búsqueda de espiritualidad es fenómeno innegable. Da que pensar sin embargo que los caminos en esa búsqueda discurren frecuentemente al margen de las grandes religiones en nuestro caso de las instituciones eclesiales"
"Muchos cristianos, laicos y religiosos intuyen y apuestan por lo nuevo que quiere nacer: una comunidad cristiana que sea cuerpo espiritual de Jesucristo y signo de fraternidad universal en nuestro mundo. Entre esos cristianos nos encontramos quienes redactamos este libro"
"Al vernos perdidos en una cultura de la superficialidad y en un mundo con tantas llagas, la búsqueda de espiritualidad es fenómeno innegable. Da que pensar sin embargo que los caminos en esa búsqueda discurren frecuentemente al margen de las grandes religiones en nuestro caso de las instituciones eclesiales"
"Muchos cristianos, laicos y religiosos intuyen y apuestan por lo nuevo que quiere nacer: una comunidad cristiana que sea cuerpo espiritual de Jesucristo y signo de fraternidad universal en nuestro mundo. Entre esos cristianos nos encontramos quienes redactamos este libro"
Jesús Espeja y Jesús Díaz Sariego publican 'El evangelio en una sociedad laica' en Edibesa. La obra surge de la observación directa de la sociedad. De las necesidades que los autores perciben en muchos creyentes cristianos, agnósticos y en los interrogantes que asoman en la humanidad insatisfecha.
Sociedad laica es un pueblo (laos) que quiere ser él mismo y decidir por su cuenta sin coacciones que se le impongan desde fuera. Nada que objetar a este proyecto. Pero exige tomar conciencia de la situación cultural que está viviendo el pueblo, en nuestro caso la sociedad española, qué signos apuntan al porvenir, y la peculiar aportación del Evangelio en la nueva situación.
"La modernidad ya está aquí, dentro de casa"
Fue la constatación de la Asamblea Conjunta,1971, sin duda el acontecimiento posconciliar más significativo en la Iglesia española, donde obispos y sacerdotes allí reunidos hicieron un certero diagnóstico de la situación.
Por esas fechas todavía en los pueblos económicamente más desarrollados se respiraba un cierto optimismo: todo se arreglará con el progreso de la ciencia, con los inventos de la técnica y con abundancia de recursos. Pero esas promesas cayeron por tierra con los totalitarismos, injusticias sociales, y pobreza escandalosa.
Así llega esa nueva etapa incapaz de darse nombre que llamamos posmodernidad. Se diluye la verdad objetiva. Lo sociedad se encuentra insegura. Se desintegran las certezas. Se busca salida en la diversión, en el sexo, en la bebida, en la abundancia de recursos. Pero todavía hoy nadamos en la incertidumbre. Algún autor habla de la “desesperación reprimida”.
En esta situación es normal que afloren reacciones de fundamentalismo cuya versión es el conservadurismo:cerrazón en formulaciones y normas del pasado idealizadas como fundamentales e inmutables. Esta reacción conservadora durante el segundo periodo posconciliar tuvo sus manifestaciones en la sociedad civil y dentro de la misma Iglesia. La nueva orientación que sugirió el Espíritu en el Vaticano II desencuadernaba muchas instalaciones.
La sana y legítima laicidad no se confunde con el laicismo totalmente opuesto al sentimiento religioso y a su manifestación pública en las sociedades. Y se opone al fundamentalismo religioso que pretende imponer a todos los ciudadanos una religión. Pero no es fácil evitar estos dos extremos dada la historia de donde viene la sociedad española por mucho tiempo con oficialidad estatal de la religión católica.
Por exigencias de la modernidad y por la orientación del Vaticano II, cayó la ideología del nacionalcatolicismo, el consorcio entre el poder político y la Iglesia. Secundando la orientación del Concilio, en 1983 tuvo sentido el libro La Iglesia, memoria y profecía: hay que pasar de una presencia pública de poder a una presencia pública profética. El paso supone para la comunidad cristiana la conversión al Evangelio.
Un paso nada fácil porque implica la conversión de los cristianos al Evangelio y el abandono de muchas falsas seguridades. Ello explica en buena parte las reticencias al cambio incluso en altas instancias de la jerarquía eclesiástica en el llamado “segundo periodo posconciliar”. Los gestos del papa Francisco y su primera Exhortación abrían como “un tercer periodo de posconcilio” donde ya es posible una recepción serena del Vaticano II. Con esa impresión salió publicado el libro Meditación sobre Iglesia, 2014, evocando el título de un singular texto escrito por el teólogo H. De Lubac antes del Concilio.
Hoy ha caído la oficialidad estatal de la religión católica. Se desmonta el cristianismo sociológico a veces muy alejado de una verdadera comunidad cristiana. En 1995 vio la luz un significativo estudio de A. Tornos y R. Aparicio, ¿Quién es creyente en España hoy? donde se ve la pluralidad confusa entre los mismos bautizados. La mayoría desconocen la nueva orientación conciliar, y el papa Francisco que intenta una reforma de la Iglesia en la línea del Concilio, encuentra oposición dentro de la misma Iglesia.
El reclamo de espiritualidad
En medio de esta confusión, hay como un reclamo de interioridad en personas y grupos, quizás en cierta sintonía con la posmodernidad que, dejando de lado el discurso intelectual, da prioridad a la experiencia. Nada tiene de extraño que, al vernos perdidos en una cultura de la superficialidad y en un mundo con tantas llagas, busquemos asidero invocando a los dioses.
Se acude al yoga, la meditación trascendental, el encuentro consigo mismo en el silencio, curaciones milagrosas. Más que nuevos discursos teóricos, despierta interés la experiencia de los grandes místicos. Esa inquietud ha tenido su versión en movimientos y grupos dentro de la misma comunidad cristiana. Puede haber confusión entre interioridad e intimismo, y siempre amenaza la evasión espiritualista. Pero la búsqueda de espiritualidad es fenómeno innegable. Da que pensar sin embargo que los caminos en esa búsqueda discurren frecuentemente al margen de las grandes religiones en nuestro caso de las instituciones eclesiales.
Hacia una renovación de la espiritualidad cristiana
Volviendo a la situación actual del cristianismo en nuestra sociedad, quizás algunos añoren todavía los tiempos de nacionalcatolicismo. Pero más notoria es la secularización como emancipación de las personas y de la organización social respecto a la tutela de la religión; caminamos hacia una sociedad laica.
Aunque no faltan quienes parecen obsesionados de que la Iglesia pase de monopolio al expolio y los medios de comunicación airean mucho lacras y fallos que hay en el mismo clero, la indiferencia religiosa masiva es muy palpable, y la Iglesia cada vez cuenta menos en la organización y dinamismo de la sociedad. Es normal que algunos sociólogos se hagan el interrogante con que J. Elzo titula su valioso libro ¿Tiene futuro el cristianismo en España?, 2021.
Parece que está muriendo un modelo de Iglesia como sociedad piramidal con una presencia pública de poder que se impone por la fuerza. Pero esa muerte, al mismo tiempo, es oportunidad y está dando paso a una renovación del cristianismo como nacimiento del Espíritu que actualiza en nosotros la conducta de Jesucristo, Evangelio viviente.
Lo estamos viendo en muchos cristianos, laicos y religiosos. No lamentan que mueran en la Iglesia muchas formas y apariencias que deben morir. Pero intuyen y apuestan por lo nuevo que quiere nacer: una comunidad cristiana que sea cuerpo espiritual de Jesucristo y signo de fraternidad universal en nuestro mundo. Entre esos cristianos nos encontramos quienes redactamos este libro.
En el Apocalipsis, escrito para animar espiritualmente a la Iglesia, el ángel pide a los cristianos que despierten de su somnolencia y salga de su instalación: “tienes que profetizar de nuevo; toma el libro, te amargará la entrañas, pero en tu boca será dulce como la miel”. La nueva lectura del Evangelio exige una conversión. Dura, porque supone una revisión a fondo volviendo a Jesucristo. Pero también dulce porque ahí encontramos nuestra vocación y razón de ser. Se trata de renovar la espiritualidad cristiana en nuestra sociedad laica.
Clave para este objetivo es la encarnación donde lo divino y lo humano van inseparablemente unidos. Esta clave se irá concretando en algunos temas que parecen neurálgicos en nuestra situación social y eclesial.
No intentamos decir nada nuevo que no esté ya dicho incluso en nuestras publicaciones anteriores. La novedad que pretendemos sugerir se cifra en dos aspectos. Primero, partir de los interrogantes más notorios en la sociedad laica para dejarnos cuestionar e interpretarlos desde la fe o experiencia cristiana; teología y predicación se mueven en el interior de la fe que debe ser comprendida mejor en distintas situaciones culturales. Segundo, articular e interpretar los distintos temas desde la encarnación continuada, conscientes de que los signos del tiempo son también llamadas del Espíritu.
En todo caso, la motivación al redactar reflexiones, no ha sido el prurito de inventar cosas nuevas, sino la preocupación por ofrecer el Evangelio respondiendo a necesidades que percibimos en muchos creyentes cristianos y en los interrogantes que asoman en la humanidad insatisfecha.
Naturalmente, la conveniencia y actualidad de lo que aquí se diga, se mide por la percepción de nuestros intercambios no solo con cristianos todavía practicantes sino también con cristianos alejados de la práctica religiosa y con otros agnósticos que pasan de la Iglesia, pero buscan con sincero corazón.
Cada capítulo es introducido con frases de Santo Tomás de Aquino y del Concilio Vaticano II; de las dos referencias es deudor nuestro pensamiento. Pero en la selección, enfoque y desarrollo de cada tema, punto de partida, indicativo e interrogante son los avances, reclamos y vacíos que afloran en la sociedad laica y que intentamos discernir como signos del Espíritu para comprender mejor y ofrecer el Evangelio. De ahí el título del libro.