"Testigos de quien ha vencido a la muerte" Mensajeros de vida

De las Heras en Pascua
De las Heras en Pascua

"Dios resucitó al tercer día a aquel que, ungido con la fuerza del Espíritu Santo, pasó haciendo el bien y curando a los oprimidos por el mal"E

"En medio de todo, surge el que ha anunciado que la muerte ha sido vencida y tenemos la oportunidad de encontrarnos con Él para volver a comenzar, para llenarnos de esperanza"

Hoy es uno de esos días señalados para hacer el esfuerzo de entender la Escritura y el significado de que Jesús no permanece en la tumba y en la muerte, sino que se levanta y entra en la vida eterna con Dios. Para lograr este entendimiento ha de darse una condición: el encuentro con Cristo Resucitado.

Aunque Jesús había anunciado su Resurrección, para los discípulos, el camino de Jesús termina en la tumba. No comprendieron bien los anuncios del Maestro. Esto mismo nos ocurre a muchos discípulos hoy. Podemos leer, escuchar y reflexionar acerca de la Resurrección. Pero cuando la muerte nos sorprende cerca, la comprensión de la fe se difumina y las reflexiones y las palabras bonitas no nos abren el entendimiento. Sin embargo, también en esos momentos, los relatos evangélicos, como el de san Juan que hemos leído ahora, acompañan y guían nuestra búsqueda, hoy y siempre, en las circunstancias más amables y las más terribles.

María Magdalena ve la tumba vacía y lo primero que piensa es que han cambiado de lugar el cuerpo de Jesús. A ella le preocupa dónde puede estar y corre para contárselo a Pedro y a Juan, con quienes comparte un amor fuerte por Jesús. Ella quiere que pronto se pueda honrar debidamente al que ha muerto y tanto querían.

Los dos discípulos, asustados, también salen corriendo con la misma motivación que María Magdalena. Juan llega el primero y, desde fuera, ve las vendas por el suelo. Pedro entra y comprueba que no tiene sentido pensar que alguien se llevara el cuerpo. Pero lo que ven los ojos humanos no permite todavía ver con el entendimiento y el corazón. Es Juan, cuando entra en la tumba, quien penetra con la mirada de la fe y cree.

Los discípulos habrán de ir encontrándose con el Resucitado para ver que todo se ilumina. En el encuentro con Él, la noche y la tiniebla, la muerte y la aflicción, la miseria y la debilidad, quedan vencidas por la luz de Cristo vivo, por la certeza de su vida inmortal. Así, podemos dar testimonio, como Pedro y decir que Dios resucitó al tercer día a aquel que, ungido con la fuerza del Espíritu Santo, pasó haciendo el bien y curando a los oprimidos por el mal. ¡Qué hermoso resumen de vida, sobrio y certero!

Contemplar la muerte y el dolor, como venimos haciendo estas semanas, nos deja una huella de noche y tiniebla, de modo que apenas apreciamos las curaciones que, gracias a Dios, se van dando en personas contagiadas. Sentimos la separación de los que mueren en estas circunstancias, cuando no se nos permite ni despedirnos de ellos, ni honrarlos como se merecen y quisiéramos hacer.

Sin embargo, en medio de todo, surge el que ha anunciado que la muerte ha sido vencida y tenemos la oportunidad de encontrarnos con Él para volver a comenzar, para llenarnos de esperanza y para que nos importen, por encima de todo, las personas, con quienes nos une el amor que Jesús ha mostrado al mundo. Cristo vive y nos descubre que el ser humano es lo primero y la Casa Común en la que vivimos el lugar que hemos de cuidar para cuidarnos a nosotros mismos, es decir, a los demás —siempre los otros por delante— porque así es como se cuida un cristiano a sí mismo.

Miremos al hermano de tal modo que sepa que él nos precede en preocupación y cuidado, con gestos bañados en oro de caridad, y así seremos testigos de quien ha vencido a la muerte, sencillos, cordiales y esperanzados mensajeros de vida.

 GALEGO

Hoxe é un deses días sinalados para facer o esforzo de entender a Escritura e o significado de que Xesús non permanece na tumba e na morte, senón que se levanta e entra na vida eterna con Deus. Para lograr este entendemento ha de darse unha condición: o encontro con Cristo Resucitado.

Aínda que Xesús anunciara a súa Resurrección, para os discípulos, o camiño de Xesús remata na tumba. Non comprenderon ben os anuncios do Mestre. Isto mesmo ocórrenos a moitos discípulos hoxe. Podemos ler, escoitar e reflexionar acerca da Resurrección. Pero cando a morte nos sorprende preto, a comprensión da fe difumínase e as reflexións e as palabras bonitas non nos abren o entendemento. Con todo, tamén neses momentos, os relatos evanxélicos, como o de san Xoán que lemos agora, acompañan e guían a nosa procura, hoxe e sempre, nas circunstancias máis amables e as máis terribles.

María Magdalena ve a tumba baleira e o primeiro que pensa é que cambiaron de lugar o corpo de Xesús. A ela preocúpalle onde pode estar e corre para contarllo a Pedro e a Xoán, con quenes comparte un amor forte por Xesús. Ela quere que pronto se poida honrar debidamente ao que morreu e tanto querían.

Os dous discípulos, asustados, tamén saen correndo coa mesma motivación que María Magdalena. Xoán chega o primeiro e, desde fóra, ve as vendas polo chan. Pedro entra e comproba que non ten sentido pensar que alguén levase o corpo. Pero o que ven os ollos humanos non permite aínda ver co entendemento e o corazón. É Xoán, cando entra na tumba, quen penetra coa mirada da fe e cre. Os discípulos haberán de ir atopándose co Resucitado para ver que todo se ilumina. No encontro con El, a noite e a tebra, a morte e a aflición, a miseria e a debilidade, quedan vencidas pola luz de Cristo vivo, pola certeza da súa vida inmortal. Así, podemos dar testemuño, como Pedro, e dicir que Deus resucitou ao terceiro día a aquel que, unxido coa forza do Espírito Santo, pasou facendo o ben e curando aos oprimidos polo mal. Que fermoso resumo de vida, sobrio e certeiro!

Contemplar a morte e a dor, como vimos facendo estas semanas, déixanos unha pegada de noite e tebra, de modo que apenas apreciamos as curacións que, grazas a Deus, vanse dando en persoas contaxiadas. Sentimos a separación dos que morren nestas circunstancias, cando non se nos permite nin despedirnos deles, nin honralos como se merecen e quixésemos facer. Con todo, no medio de todo, xorde o que anunciou que a morte foi vencida e temos a oportunidade de atoparnos con El para volver comezar, para enchernos de esperanza e para que nos importen, por encima de todo, as persoas, con quenes nos une o amor que Xesús mostrou ao mundo. Cristo vive e descóbrenos que o ser humano é o primeiro e a Casa Común na que vivimos o lugar que habemos de coidar para coidarnos a nós mesmos, é dicir, aos demais —sempre os outros por diante— porque así é como se coida un cristián a si mesmo.

Miremos ao irmán de tal modo que saiba que el nos precede en preocupación e coidado, con xestos bañados en ouro de caridade, e así seremos testemuñas de quen venceu á morte, sinxelos, cordiais e esperanzados mensaxeiros de vida.

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