Los indígenas siempre buscaron como defender su pueblo ante las amenazas graves Justino Sarmento Rezende: “El momento actual me hace recordar la sabiduría de mis abuelos que ayudaron a defender la vida”

Justino Sarmento Rezende
Justino Sarmento Rezende

Entre los pueblos indígenas la comunidad siempre es más importante que el individuo, el cuidado de todos es una práctica común, especialmente de los más frágiles, algo que se incrementa en tiempos de graves dificultades

“El momento actual con sus virus actuales, con nombres propios, me hace volver al pasado y recordar la sabiduría de mis abuelos que ayudaron a defender la vida. Me recordó a las técnicas defensivas: huir del enemigo, no exponerse, sino retirarse a un lugar considerado seguro hasta que la enfermedad pase”

De todo, hasta de las peores cosas que nos pasan, podemos sacar enseñanzas

Justino Sarmento Rezende con el Papa Francisco
Los pueblos indígenas nos ayudan a entender la vida desde una perspectiva diferente. Entre ellos, la comunidad siempre es más importante que el individuo, el cuidado de todos es una práctica común, especialmente de los más frágiles, algo que se incrementa en tiempos de graves dificultades.

Esa forma de entender la vida puede ser una buena lección en estos tiempos de corona virus que estamos viviendo, donde no todos hemos entendido que sólo nos salvaremos unidos. Los intereses políticos, económicos, pero sobre todo el egoísmo, que a algunos no les lleva a ver más allá de su ombligo, está provocando consecuencias terribles, como no se recordaban en décadas.

No son pocos los que piensan que, en nombre de una libertad mal entendida, pueden hacer lo que les da la gana, una opinión compartidas inclusive por católicos y por purpurados. Eso perjudica a todos, especialmente a los más frágiles, grandes víctimas de esta pandemia, pues son ellos quienes están muriendo y van a pagar el pato con la recesión económica que se avecina. Como nos decía el Papa Francisco estos días, en su entrevista a La Stampa, se avecinan tiempos de posguerra.

En esta tesitura, Justino Sarmento Rezende, salesiano del pueblo tuyuka, doctorando en antropología escribía un texto que titulaba “Coronavírus me hace recordar”. El sacerdote, que fue uno de los peritos del Sínodo para la Amazonía, se remontaba a su niñez, a la comunidad donde él nació, Onça-igarapé, una comunidad de la región del Río Tiquié, casi en la frontera entre Brasil y Colombia, a casi una semana de la ciudad, São Gabriel da Cachoeira, en los medios de locomoción comunes entre la mayoría de los indígenas de la Amazonía, el llamado peque-peque.

Indígenas

Él relata el cuidado de su padre con toda la familia cuando escuchaba “que se acercaba a una enfermedad grave”, momento en que les protegía llevándoles “a un lugar más aislado, aún más”, donde se refugiaban hasta que la enfermedad pasase. No había médicos, ni enfermeros o enfermeras, una realidad que ha cambiado poco en muchas regiones de la Amazonía, donde se sigue muriendo por motivos nimios, lo que a muchos nos hace estar muy preocupados ante la posibilidad de que el virus llegue a lugares donde las defensas son bajas y los recursos sanitarios prácticamente inexistentes.

Es ahí donde entre los pueblos indígenas entran en escena los abuelos, a quienes su cultura siempre les ha visto como sabios, siendo los más respetados. Eso nos lleva a preguntarnos sobre el papel que los ancianos están teniendo en la sociedad occidental. Una prueba es el comentario que en España le hizo uno que fue a entregar el cirio pascual a una parroquia en España. Cabreado porque todo estaba cerrando le dijo que tampoco pasaba nada porque se muriesen cuatro viejos. Esa es la sociedad sobre la que debemos reflexionar, sobretodo a la luz del momento que estamos viviendo.

Entre los pueblos indígenas se cree que de la comunidad nace la aquello que transforma “al ser humano, el medio ambiente y los seres de estimación, en cuerpos resistentes, incandescentes y explosivos que dan descargas; transformaron nuestros cuerpos en cuerpos calientes, amargos, desagradables, agrios y duros”, algo en lo que insiste el Padre Justino, en una tentativa de mostrar cuidado y protección común, algo que en otras sociedades ya desapareció.

En una reciente entrevista con Gregorio Díaz Mirabal, coordinador de la COICA, decía que a pesar de que los indígenas durante mucho tiempo fueron vistos como salvajes, una concepción que todavía tiene algunos adeptos, los salvajes son los que forman parte de algunas otras culturas, entre ellas la occidental.

Por eso, las palabras del salesiano indígena, hoy cobran mayor validez, cuando nos dice que “el momento actual con sus virus actuales, con nombres propios, me hace volver al pasado y recordar la sabiduría de mis abuelos que ayudaron a defender la vida. Me recordó a las técnicas defensivas: huir del enemigo, no exponerse, sino retirarse a un lugar considerado seguro hasta que la enfermedad pase”. En esa región fue la forma de sobrevivir hasta hoy, no sólo de los pueblos indígenas, sino da la propia naturaleza. La clave siempre va a estar en el cuidado de la vida. ¿Será que en otras culturas estamos dispuestos? Ahora que tenemos más tiempo para pensar, no dejemos pasar la oportunidad de hacerlo. El futuro puede depender de eso. De todo, hasta de las peores cosas que nos pasan, podemos sacar enseñanzas.

Justino Sarmento Rezende

Corona vírus me hace recordar - Justino Sarmento Rezende

Nací lejos de la ciudad, Onça-igarapé.

Cuando mi padre escuchaba que se acercaba a una enfermedad grave, nos llevaba a un lugar más aislado, aún más.

Allí pasábamos el tiempo necesario hasta que nos llegaran otras noticias: la enfermedad ya pasó.

No teníamos médicos, enfermeros, enfermeras para cuidar nuestra salud.

Pero nos acompañaron a diario nuestros sabios abuelos que realizaron sus ceremonias de protección con la colofonia blanca que servía para perfumar el ambiente, las personas y otros seres a los que estimábamos.

Diariamente, el grupo de sabios que fumaban sus cigarrillos hablaba sobre lo que habían visto en sus sueños, qué fórmula protectora habían creado en su meditación nocturna, cada sabio presentaba alguna solución.

Con sus agudos sentidos, desviaron la ruta de las enfermedades para que no nos alcanzaran.

Con las fuerzas ceremoniales, hicieron inútil la agresividad de los seres enfermos.

Imaginando que tenían dientes, los rompían para no mordernos y transmitir enfermedades.

Imaginando que podían transmitir la enfermedad lamiéndonos, les arrancaron la lengua.

Imaginando que podían transmitir la enfermedad mirando, cegaron los ojos de los seres de las enfermedades.

Por otro lado, transformaron al ser humano, el medio ambiente y los seres de estimación, en cuerpos resistentes, incandescentes y explosivos que dan descargas; transformaron nuestros cuerpos en cuerpos calientes, amargos, desagradables, agrios y duros.

Crearon cercas con los mismos efectos para nuestra protección.

Mantenían nuestras vidas a la luz del sol, en las nubes ...

El momento actual con sus virus actuales, con nombres propios, me hace volver al pasado y recordar la sabiduría de mis abuelos que ayudaron a defender la vida.

Me recordó a las técnicas defensivas: huir del enemigo, no exponerse, sino retirarse a un lugar considerado seguro hasta que la enfermedad pase.

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