Entrevista con la Presidenta de la CLAR Liliana Franco Echeverri: “Quisiera que el Sínodo pueda ser un espacio de muchísima escucha a lo que Dios tiene para decirnos”

Liliana Franco Echeverri
Liliana Franco Echeverri

"Somos una vida religiosa más pequeña, más sencilla, menos poderosa, también menos institucional, e intentando volver a lo fundamental, al carisma, a los valores del Evangelio"

"Siento que el Papa Francisco es un don para la Iglesia, y que él encarna las convicciones, las búsquedas, los criterios de esta Iglesia que tiene rostro latinoamericano"

"No podemos parar en el empeño por construir una Iglesia que responda con más fidelidad a lo que Dios quiere y a lo que el pueblo necesita"

"Estamos caminando hacia un nuevo modo de ser Iglesia, y que ese nuevo modo pasa por la relacionalidad, de eso estoy absolutamente convencida"

"No olvidemos que la vida religiosa tiene que ser germen de cambio, de posibilidad, de esperanza"

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La búsqueda de nuevos caminos es un desafío para la Iglesia, para todos los bautizados. Para ello es necesario escuchar las voces de aquellos que nos abren nuevas perspectivas, que no tienen miedo a discernir a la luz del Evangelio aquello que la sociedad actual nos demanda. Escuchar a la hermana Gloria Liliana Franco Echeverri, desde agosto de 2018 presidenta de la Confederación Caribeña y Latinoamericana de Religiosas/os – CLAR, nos conduce en esa dirección.

Desde una perspectiva de Iglesia latinoamericana, la religiosa colombiana hace un análisis de la realidad de la vida religiosa y de la propia Iglesia en el continente, viendo en el Papa Francisco un referente de esa trayectoria, que comenzaba en 1968, en Medellín, y que en el caso de la CLAR se remonta a hace 60 años.

La religiosa de la Orden de la Compañía de María Nuestra Señora destaca el compromiso que la vida consagrada está llevando a cabo, algo de lo que es testigo en el día a día. Para los religiosos, como para la Iglesia latinoamericana, la Amazonía tiene un papel importante, sobre todo ahora que se está viviendo el proceso de Sínodo amazónico. En esta región se presentan como desafíos, según la presidenta de la CLAR, la itinerancia y la inter congregacionalidad.

Después de ser invitada a participar de la última reunión del consejo presinodal, lo que ella espera del Sínodo para la Amazonía suena a una bocanada de aire fresco, de nuevos caminos que hagan realidad una Iglesia con rostro amazónico, de escucha a Dios, a los más pobres y a los indígenas, de poner los ojos en la gente, en las culturas amazónicas y entender la riqueza de la diversidad.

Todo ello para hacer realidad una Iglesia que con el Papa Francisco ha entrado en un camino sin vuelta atrás, que camina sin miedo, donde la vida religiosa es llamada a vivir en salida, en estado de éxodo, de peregrinación, de compromiso, a ser germen de cambio, de posibilidad, de esperanza.

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¿Cuál es hoy la realidad de la vida religiosa en América Latina?

Es una realidad con múltiples matices, de un lado es una vida religiosa inserta en distintos escenarios de misión, obras educativas, de salud, espacios entre los más pobres, entre comunidades indígenas, entre comunidades afro, acompañamiento a mujeres en situación de trata, migrantes. De un lado, es una vida religiosa intentando vivir con radicalidad y con coherencia su vocación, y de otro lado asumiendo múltiples desafíos, algunos internos, el desafío de las cifras, de los indicadores, de disminuir numéricamente y de asumir procesos de perecimiento, de enfermedad. Eso sumado también a una escasez de vocaciones.

Pero yo creo que fundamentalmente hay esperanza, yo creo que es un momento histórico en el que surge la esperanza y la esperanza surge precisamente del valor de lo pequeño, de lo germinal, de lo comunitario, del buscar con otros, del hacer camino de comunión con los laicos, con otras instituciones. Creo que es una vida religiosa más pequeña, más sencilla, menos poderosa, también menos institucional, e intentando volver a lo fundamental, al carisma, a los valores del Evangelio.

Veo que hay una tendencia fuerte en América Latica a reconocernos en relación con otros, a hacer procesos de conversión en la línea de la relacionalidad, y que vamos entendiendo también que el camino es la inter congregacionalidad, la comunión, el ser Iglesia, por ahí creo que hay unas fortalezas grandes. Cierto que el testimonio de religiosas y religiosos que dieron la vida por causas tan significativas antes que nosotros, sigue inspirando.

Veo que hay también una vida religiosa que asume la causa de los más pobres y que se la juega incluso hasta el martirio, pues eso sigue siendo una realidad en nuestro continente. Aunque también hay anquilosamiento, también en algunos sectores hay dormición, hay parálisis, hay miedo a desacomodarse. Es una realidad con varias caras, pero yo creo que prima, de un lado, la certeza de que Dios está entre nosotros, que tiene sentido vivir esta vocación con sentido, con radicalidad, con alegría y el deseo de entregar la vida en medio de las contradicciones, que supone existir y asumir este compromiso en una realidad tan compleja, como es la de los pueblos latinoamericanos y caribeños.

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Usted es la Presidenta de los religiosos y religiosas de toda América Latina, ¿Cree que existe una conciencia de Iglesia latinoamericana dentro de la vida religiosa, de que el continente latinoamericano debe caminar unido como Iglesia y puede aportar aspectos interesantes para la Iglesia universal?

Creo que posterior al Concilio Vaticano II, las conferencias episcopales del continente y la creación de la CLAR, hace 60 años, todo eso fue configurando una identidad de Iglesia y de vida religiosa latinoamericana. Yo creo que existe y que tenemos que jugárnosla toda porque no se desdibuje. Es esa Iglesia con una identidad más cercana al clamor de los pobres, con un método propio, el que nos regaló Medellín, el de ver, juzgar, actuar, ahora enriquecido por el escuchar y el discernir también. Una Iglesia que intenta vivir en referencia a los valores del Evangelio, unir fe y vida.

Yo sí siento que hay una identidad. Nada en la vida se puede generalizar, yo no diría que todos, pero sí creo que caminamos desde hace ya 60 años, o sea anterior al Concilio y a todas estas conferencias del episcopado latinoamericano, en esa concepción de que como Pueblo de Dios que camina en este continente, atento a unas realidades y a unos desafíos concretos, tenemos una identidad, y esa identidad pasa por encarnar los valores del Evangelio, por escuchar el grito de los pobres y por hacer camino de comunidad, desde esa dimensión mística, profética y misionera que tiene la vida religiosa.

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¿Podríamos decir que esa identidad que usted señala se hace realidad en la figura del Papa Francisco, que es alguien que no podemos olvidar que es religioso, jesuita, y al mismo tiempo es latinoamericano?

Sí, yo siento que el Papa Francisco es un don para la Iglesia, y que él encarna las convicciones, las búsquedas, los criterios de esta Iglesia que tiene rostro latinoamericano. Creo que esa insistencia del Papa, por ejemplo, a vivir la sinodalidad, a dejarnos tocar la vida, de una manera más auténtica, natural, en relación con Jesús, yo creo que todo eso es fruto de su condición de latinoamericano. El Papa siendo un regalo de Dios para todos nosotros, para nosotros como Iglesia, y precisamente esa convicción que él tiene de Iglesia sinodal, esa llamada permanente que nos hace a purificar las relaciones, a convertirlas, pues tiene que ver con esas convicciones aprendidas en la experiencia de Iglesia en América Latina.

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El Papa Francisco siempre insiste en la necesidad de hacer realidad una Iglesia pobre y para los pobres. La vida religiosa, sobre todo en América Latina, siempre ha intentado hacerse presente en realidades marginales, en las periferias, ¿realmente esa es una preocupación generalizada en la vida religiosa en Latino América, o es algo que, en cierta medida, se ha perdido?

Yo no puede decir si es general, pero sí te puedo decir que es real. En este momento estoy en un lugar de Colombia que se llama Tumaco, en una isla que se llama Salahonda, estoy visitando cuatro religiosas, cuatro mujeres, que están en un contexto en el que no hay agua, no hay luz eléctrica, no hay presencia del estado, y se la están jugando todos los días en medio de un clima voraz, de paludismo, por estar con la gente, por acompañarles. Y esto que yo estoy viviendo hoy con estas hermanas, lo vivo cotidianamente en muchos de los lugares que visito.

No podemos negar que hay una Iglesia y una vida religiosa también, acomodada, institucionalizada, pero tenemos que reconocer, valorar y renovar la esperanza cuando contemplamos a tantos hombres y mujeres que con tanta radicalidad se la están jugando por seguir a Jesús en medio de los más pobres y por contribuir a la transformación. Yo, de verdad, tengo esperanza, porque todos los días me encuentro con hombres y mujeres maravillosos, que yo siento, Dios mío, el testimonio que nos dan, la manera como se sitúan, a mí me da esperanza, porque siento que se están actualizando las opciones de Jesucristo y que el Reino de Dios está muy evidente en todos estos hombres y mujeres.

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Una de las regiones donde la presencia de la vida religiosa es fundamental es en la Amazonía. ¿Qué significa hoy la Amazonía para la vida religiosa latinoamericana? 

Está siendo una opción, yo creo que en este momento, me atrevería a decir, la opción. Una opción que de un lado nos confronta y nos impulsa a salir. Hay un grupo significativo de religiosos en la Amazonía, tenemos esas grandes experiencias de las comunidades itinerantes, que son comunidades inter congregacionales. Hay también otras comunidades que, por carisma y vocación, están ubicadas en distintos rincones de la Amazonía, y hay fruto de toda esta invitación del Papa Francisco, primero en la Laudato Si y ahora cuando convocó el Sínodo de la Amazonía, yo creo que hay interés por desplazarse, por salir, por poner los ojos y las opciones también en la Amazonía.

Creo que se vienen haciendo muchísimas reflexiones. La CLAR, en el horizonte inspirador que tiene para este trienio, una de sus opciones fundamentales, se ha creado para el continente la comisión de ecología integral, pero se ha creado también la comisión amazónica, que tiene la prioridad de poder hacer camino con todos estos religiosos de la red itinerante que está en la Amazonía. Pertenecemos también a la REPAM, como tú sabes, y yo creo que hay un interés muy grande por movilizar la reflexión en torno a lo que significa pensarnos como Iglesia con rostro amazónico y volver la mirada y reconocer que como vida religiosa estamos llamados a ser más presencia, o por lo menos una presencia más significativa en la Amazonía. Pero creo que hay muchos religiosos haciendo camino de reflexión, de acompañamiento y de compromiso.

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Ha hablado varias veces durante la entrevista sobre la inter congregacionalidad, que en algunas regiones como la Amazonía, dadas las distancias y las circunstancias de la región, es uno de los nuevos caminos que se ven como necesarios. ¿Es difícil convencer a las congregaciones de que se puede trabajar desde la inter congregacionalidad?

No es fácil, no es un camino fácil, porque lamentablemente a veces nos situamos desde lugares aprendidos como la suficiencia, y desde ese lugar de la suficiencia es muy difícil entender la necesidad de ser red y de unirnos con otros. Sin embargo, yo creo que cada vez más, vamos entendiendo que la inter congregacionalidad es el camino, que la inter congregacionalidad es riqueza, y que hacer posible la comunión de distintos carismas, lo que lleva es a que haya un mayor beneficio para las comunidades a las que acompañamos y más riqueza en la manera de asumir la acción apostólica.

No es fácil porque exige como situarnos desde otra cultura, desde otros aprendizajes, en ocasiones hay resistencias, hay miedos, pero yo creo que cuando se dan los pasos y hay un adecuado acompañamiento, porque estas experiencias exigen procesos adecuados de acompañamiento, se puede validar la conveniencia de caminar con otros y de asumir con otros, tanto religiosos como laicos, los procesos de compromiso que nos permitan servir de maneras nuevas y servir con mayor impacto y mayor significado.

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El Sínodo para la Amazonía tiene como objetivo crear nuevos caminos para la Iglesia y para una ecología integral. Usted dice que en la CLAR han creado la comisión de ecología integral, ¿cuáles podrían ser las aportaciones que la vida religiosa y la CLAR pueden ofrecer para esos nuevos caminos para la Iglesia y para una ecología integral?

Mira, concretamente, desde la REPAM, como CLAR, estamos asumiendo los procesos que tienen que ver con formación, y con formación también itinerante. El poder desarrollar planes, programas, procesos y modos de acompañar a las personas que están concretamente en los lugares, en los distintos rincones de la Amazonía, y acompañarlas con procesos formativos que contribuyan a que puedan servir de una manera más significativa. La apuesta de la CLAR está siendo, por un lado, por la formación, tanto de laicos como religiosos que están en esa zona, y desde la REPAM eso ha sido lo que se nos ha encomendado concretamente y que ahora lo asumimos con mucha fuerza en el mes de abril.

Esa formación implica también un desplazamiento en itinerância por los distintos rincones de la Amazonía, pero implica también la realización de unos seminarios latinoamericanos que nos hagan también más sensibles, más conocedores a todos de la realidad, más capaces de denuncia de distintas situaciones de atropello a la tierra y a la dignidad humana, pero también de generar nuevas dinámicas de acompañamiento a las comunidades, de celebración de la liturgia con respeto a la cultura, de trabajo por la dignidad de la mujer. Están siendo por ahí las prioridades.

Lógicamente la Amazonía no está exenta del fenómeno migratorio de todo el continente. Entonces también desde la CLAR hay una opción muy, muy fuerte, por poder acompañar el flujo migratorio del continente, con distintos programas que van desde acciones que tienen que ver con propuestas más asistenciales, acompañamiento, casas de acogida y eso, pero también con acciones de carácter más político, como de mayor transcendencia en ese ámbito, que nos hagan situarnos más como ciudadanos del planeta y que eliminen esa tendencia que tenemos a la frontera y a poner barreras.

Creo que el aporte de la CLAR es básicamente en la línea de la formación, esa está siendo una prioridad, el acompañamiento y el caminar con otros como Iglesia y en comunión, para hacer posible que nos repensemos, que repensemos la manera de ser y estar. De lo que se trata es de esas nuevas relacionalidades que hagan posible que nos asumamos como Pueblo de Dios en respeto a las distintas sensibilidades, a las distintas culturas, en complementariedad y desde la identidad propia también.

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Ha hablado sobre el tema de la itinerância, de la vida religiosa itinerante. ¿Es fácil encontrar religiosas y religiosos dispuestos a vivir esa itinerancia, a vivir con la casa a cuestas, religiosos que se desinstalen y estén dispuestos a llegar a las comunidades, allí donde los pueblos de la Amazonía se encuentran?

No, no es fácil, porque como te digo hay también una tendencia a acomodarse y a estar en la propia parcela. Pero los religiosos que están, y que se la están jugando por esa causa de la itinerancia, lo están viviendo de una manera muy significativa. Hay experiencias de más de 20 años de itinerancia en la Amazonía, y no una itinerancia cualquiera, itinerancia e inter congregacionalidad, que eso exige también una dinámica diferente, de muchísima reflexión, de búsqueda conjunta, de construcción colectiva, y yo creo que las experiencias puntuales, porque son puntuales, no son masa, pero son experiencias muy, muy fecundas.

Yo creo que es muy bonito ese camino de itinerancia de quienes están ahí, es muy duro, pero personas como la hermana Arizete, como el Padre Fernando, personas concretas que están viviendo itinerancia en la Amazonía, se constituyen también para todos los religiosos, no sólo del continente, sino del mundo, en una voz y en un testimonio que motiva a salir y que provoca y suscita nuevas maneras de entendernos como religiosos.     

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Usted participó en el mes de mayo de la reunión del consejo presinodal en preparación del Sínodo para la Amazonía, que estuvo enfocada sobre todo a elaborar el instrumento de trabajo que van a tener en sus manos los padres sinodales para las discusiones durante la asamblea. ¿Qué es lo que espera del Sínodo para la Amazonía?

Espero que sea, primero como el mismo ejercicio del Sínodo y la metodología del Sínodo, espero que pueda ser sinodal, aunque suene como reiterativo. Que pueda ser un ejercicio de Iglesia, de construir Iglesia y de hacer la comunión en la diversidad. Espero que pueda ser un espacio en el que pueda resonar la voz, sobre todo de los más pobres y de los indígenas. Quisiera que pueda ser un espacio de escucha, de muchísima escucha a lo que Dios tiene para decirnos, en el clamor de la tierra y en el clamor de los pueblos amazónicos.

Desearía que realmente todo lo reflexionado y discernido en el Sínodo contribuyera a que todos, estado, políticas de estado, ciudadanos de a pie, los que vamos por ahí por la vida, pudiéramos pensarnos con mayor conciencia y responsabilidad frente al cuidado de la tierra. Que pudiéramos movilizarnos, que el Sínodo de alguna manera fuera un movilizador, de movimientos sociales, de distintas cosas que nos ayuden realmente a replantearnos la manera como nos estamos situando de cara al Planeta.

Quisiera que nos movilizara también a cambiar hábitos, a revisar los estilos de vida, a tomar opciones responsables y lúcidas frente al entorno. Pero fundamente quisiera que fuera un Sínodo que nos pusiera los ojos en la gente, en las culturas amazónicas, y que nos ayudara a entender la riqueza de la diversidad de reconocernos distintos y de reconocer que en la diferencia no hay amenazas, sino que en la diferencia hay una posibilidad maravillosa. Que pudiera seguir releyendo todas las semillas del Verbo que hay en los distintos territorios, en las distintas culturas, que no agotáramos a Dios y a la acción de Dios en modos aprendidos, sino que le permitiéramos al espíritu, con muchísimo discernimiento, que nos muestre maneras de ser, de estar, de evangelizar, de pasar por la vida.

Quisiera que también resonara con fuerza la voz de la mujer, y que pudiéramos poner los ojos también en la mujer amazónica, en la mujer que hace Iglesia en la Amazonía. Que pudiéramos generar nuevas instancias de participación, de compromiso. Por ahí tengo muchas expectativas.

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Ante esas expectativas, ¿podríamos decir que todavía existe cierto miedo en algunos ambientes eclesiales, por ejemplo, a reconocer el papel de la mujer, a realmente escuchar, descubrir y dejarse cuestionar por las Semillas del Verbo, por las cosmovisiones y espiritualidades indígenas, podríamos decir que en la Iglesia todavía existe cierto miedo ante esas realidades?

Yo creo que se va haciendo camino, y que el Papa Francisco, con su claridad y con su manera directa y pertinente de decir las cosas, nos va ayudando como Iglesia a superar temores que paralizan. Sin embargo, creo que no podemos negar que no pensamos todos igual en la Iglesia y que hay algunos sectores de Iglesia que tienen miedos y que tienen resistencias, y que por eso este momento histórico y este momento eclesial, de un lado exige que oremos mucho y de otro lado exige que podamos discernir, pero también que nos lancemos con osadía evangélica a vivir más en sintonía con Jesús y con la manera que Él tiene y la manera que nos enseña de hacer Reino, de construir la historia.

Yo creo que sí, que hay en algunos sectores temores, pero también hay un momento en el que se están dando pasos, que son pasos significativos y que no podemos parar en el empeño por construir una Iglesia que responda con más fidelidad a lo que Dios quiere y a lo que el pueblo necesita.

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Usted dice que se están dando pasos. Inclusive antes de la asamblea sinodal, ¿podríamos decir que el Sínodo para la Amazonía ya ha supuesto un gran avance en algunos aspectos, sobre todo en esa dimensión de escucha y hacer entender a la Iglesia que tiene que estar presente en medio de los pueblos, de la gente, y que tiene que dejar un poco de lado esa actitud de sólo mandar, decir, y asumir más esa actitud de escuchar y de ponerse al servicio?

Sí, yo creo que hay una insistencia en la necesidad de la escucha, que tenemos pastores en la Iglesia, sobre todo en la Iglesia latinoamericana, que están siendo como muy decididos en la insistencia sobre la necesidad de escuchar a las culturas. Yo sí creo que se han dado pasos antes del Sínodo, por ejemplo, de cara a la participación de la mujer, el que haya dos mujeres en la comisión presinodal, o el hecho de que el Papa haya nombrado cuatro mujeres consultoras para el Sínodo, creo que eso ya son semillitas, son cosas pequeñas, pero son elocuentes. El hecho de que los seminarios preparatorios en Roma hayan podido asistir indígenas y que haya resonado la voz de los indígenas. Eso son mensajes a mi modo de ver, son gestos, el Papa Francisco utiliza mucho este lenguaje de estos gestos concretos que evocan un mensaje cargado de contenido y cargado de elocuencia también.

En ese sentido, yo tengo esperanza, yo sé que será un proceso lento, que como Iglesia vamos a ir caminando para unas transformaciones, que serán procesos lentos, pero yo creo que en este pontificado se están dando pasos muy significativos.

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¿Usted cree que son pasos que ya no tienen vuelta atrás, pasos que están haciendo que la Iglesia asuma una nueva forma de ser y de estar presente en el mundo?

Estoy convencida de eso, estoy absolutamente convencida de que esto no tiene vuelta atrás, que este es un camino sin retorno, porque es que es también un camino en respuesta a unas necesidades del momento histórico, a un clamor de los distintos sujetos que construimos la Iglesia. Yo creo que sí, que es un camino que no tiene vuelta atrás, porque además yo estoy convencida que es un camino suscitado por el Espíritu, que ha sido Dios en medio de esta historia que nos va mostrando que tiene que ser por acá y que se tienen que ir dando estos pasos. Entonces, convicciones tan fuertes como la de la sinodalidad, la de la participación, la de menos clericalismo, por ejemplo, todo eso ya no tiene vuelta atrás, todos nos vamos convenciendo de que es por ahí.

Y todo lo que como Iglesia hemos vivido estos últimos tiempos en todo el mundo, el tema de los abusos sexuales, de poder, de conciencia, yo creo que también se constituye como en un abono que nos purifica, que nos sitúa en el lugar de la humildad, que nos hace reconocer nuestro lugar de creaturas y que nos dispone para que Dios nos trabaje y nos moldee de una manera nueva y distinta. Yo sí creo que es un hecho que estamos caminando hacia un nuevo modo de ser Iglesia, y que ese nuevo modo pasa por la relacionalidad, de eso estoy absolutamente convencida.

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Inclusive en el papel de la mujer, que aunque algunos insistan en que deberían ser mayores esos cambios, ¿cree que los avances que el Papa Francisco ha propiciado en referencia al papel y al reconocimiento de la mujer en la Iglesia, puede ser un futuro de cambios más sustanciales?

Sí, yo creo que sí, yo creo que se han dado pasitos, que quisiéramos más realmente, que como mujeres quisiéramos que fuera más reconocido, más valorado el papel de la mujer, que sobre todo hubiera más instancias de participación, pero yo creo que se van dando pasos que son significativos y que tenemos que pues como continuar ahí, intentando que pueda avanzar en esa línea. Yo creo que por ahí hay una tarea grande.

Cuando me encuentro con las mujeres del continente, tanto laicas como religiosas, veo que hay una dinámica de reflexión muy importante, que no paramos de preguntarnos por nuestro papel en la Iglesia, que vamos jalonando procesos de participación, que las opciones que también el Papa Francisco va tomando en la curia, en Roma, son acciones que luego terminan siendo en cascada. Yo veo que hay diócesis que van asumiendo la necesidad de que la mujer pueda participar. Yo creo que estamos en buen momento, que hay cambios y hay cambios que se vuelven buscadores de otros y que van a provocar otros cambios también al interior de la Iglesia.

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Finalmente, ¿cuál sería el mensaje que querría lanzar, especialmente a la vida religiosa, no sólo en Latinoamérica como en todo el mundo?

Pues invitarlos a vivir en salida, a vivir en estado de éxodo, de peregrinación, de compromiso, invitarlos a que no nos acomodemos, a que no olvidemos que la vida religiosa tiene que ser germen de cambio, de posibilidad, de esperanza. Invitarlos a que no caigamos en el escepticismo, en el pesimismo que producen las cifras o los indicadores, a que nos dispongamos para servir, en escucha y en atención a la realidad, y que no nos cansemos de vivir en centralidad en Jesucristo.

Yo creo que si estamos centrados en Jesús, desde ahí será posible vivir con más autenticidad nuestra vocación. Que nos reconozcamos con los pies en la tierra, haciendo parte de un pueblo, caminando en Iglesia, caminando en comunión, y que no olvidemos que lo propio de nuestra identidad pasa por el profetismo, pasa también por el martirio, pasa por dar la vida con generosidad en lo cotidiano. Y agradecer a tantos hombres y mujeres que yo veo que se la juegan radicalmente desde su vocación de religiosos y religiosas por hacer posible una sociedad mejor y una Iglesia más creíble. Agradecer a todos ellos porque de verdad que me encuentro con personas que con su testimonio me edifican, me motivan y a las que valoro mucho.

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