Romería de Bom Jesus da Lapa, fe popular que mueve multitudes
Con celebraciones multitudinarias han sido encerrados los festejos de la Romería de Bom Jesus da Lapa, que comenzaron el pasado 28 de julio con la tradicional novena, una tradición centenaria que acompaña la vida de fe del pueblo brasileño.
Bom Jesus da Lapa, en el interior del estado de Bahía, es uno de los centros de peregrinación más visitados de Brasil. Las estadísticas le sitúan en tercer lugar, después del Santuario Nacional de Aparecida y de Juazeiro do Norte, donde el Padre Cícero, todavía excomulgado por la Iglesia Católica, realizó su ministerio pastoral y su gran labor social. Más de un millón y medio de romeros visitan cada año este lugar situado a orillas del río San Francisco, de los cuales unos cuatrocientos mil se hacen presentes en estos días de la novena y fiesta del Bom Jesus, que coincidiendo con la Transfiguración del Señor, se celebra todo 6 de agosto.
El lugar, lleno de grutas naturales que se adentran en una formación rocosa de unos 90 metros de altura y varias centenas de metros de longitud y que surge como por arte de magia en medio de una enorme planicie, ya resulta un lugar diferente, en el que muchos ven una presencia sobrenatural en el propio espacio físico.
La tradición dice que el Santuario de Bom Jesus da Lapa recibe romeros desde 1691, cuando Francisco de Mendonça Mar, descubrió la gruta. Nacido en Portugal, trabajó como artista plástico en Salvador, la primera capital brasileña. Cansado de las vanidades mundanas decidió dejarlo todo y adentrarse en el desierto más remoto, acompañado de una imagen del Señor Crucificado, para imitar al Bom Jesus en palabras y obras. Después de caminar durante 800 kilómetros llegó al lugar donde hoy se levanta el santuario.
Allí comenzó una vida de eremita, que poco a poco se convirtió en un trabajo en favor de los más necesitados, que le llevó a construir un hospital para los enfermos y un asilo para los pobres de los que él mismo cuidaba.
En una época en que el río San Francisco era la única vía de acceso a esta región, quien pasaba por el río se detenía en esta gruta para rezar, hacer promesas y dar gracias a Dios delante de las imágenes del Bom Jesus y Nuestra Señora de la Soledad.
Ordenado sacerdote en 1706, el padre Francisco se convirtió en un gran predicador, administrando los sacramentos y siendo consuelo para los pobres y esclavizados. La gente, en respuesta a esta actitud, visitaba el santuario, sobre todo el 6 de agosto, fiesta del Bom Jesus, y el 15 de septiembre, fiesta de Nuestra Señora de la Soledad, tradiciones que hasta hoy se mantienen.
Actualmente es la congregación de los redentoristas quienes administran el santuario, y siguiendo la tradición, organizan las diferentes romerías a lo largo del año. El tema de la romería del Bom Jesus da Lapa de este año ha sido: “Bom Jesus, rostro humano de Dios y rostro divino del hombre”.
A lo largo de estos diez días de fiesta han sido varios los obispos que se han hecho presentes entre los romeros, participando de las diferentes celebraciones y ayudando a la multitud presente a reflexionar y rezar juntos, como expresión de la religiosidad popular, tan presente entre los brasileños. Movidos por la fe, muchos romeros, han pagado sus promesas y depositado nuevas esperanzas en tiempos mejores.
Bom Jesus da Lapa, en el interior del estado de Bahía, es uno de los centros de peregrinación más visitados de Brasil. Las estadísticas le sitúan en tercer lugar, después del Santuario Nacional de Aparecida y de Juazeiro do Norte, donde el Padre Cícero, todavía excomulgado por la Iglesia Católica, realizó su ministerio pastoral y su gran labor social. Más de un millón y medio de romeros visitan cada año este lugar situado a orillas del río San Francisco, de los cuales unos cuatrocientos mil se hacen presentes en estos días de la novena y fiesta del Bom Jesus, que coincidiendo con la Transfiguración del Señor, se celebra todo 6 de agosto.
El lugar, lleno de grutas naturales que se adentran en una formación rocosa de unos 90 metros de altura y varias centenas de metros de longitud y que surge como por arte de magia en medio de una enorme planicie, ya resulta un lugar diferente, en el que muchos ven una presencia sobrenatural en el propio espacio físico.
La tradición dice que el Santuario de Bom Jesus da Lapa recibe romeros desde 1691, cuando Francisco de Mendonça Mar, descubrió la gruta. Nacido en Portugal, trabajó como artista plástico en Salvador, la primera capital brasileña. Cansado de las vanidades mundanas decidió dejarlo todo y adentrarse en el desierto más remoto, acompañado de una imagen del Señor Crucificado, para imitar al Bom Jesus en palabras y obras. Después de caminar durante 800 kilómetros llegó al lugar donde hoy se levanta el santuario.
Allí comenzó una vida de eremita, que poco a poco se convirtió en un trabajo en favor de los más necesitados, que le llevó a construir un hospital para los enfermos y un asilo para los pobres de los que él mismo cuidaba.
En una época en que el río San Francisco era la única vía de acceso a esta región, quien pasaba por el río se detenía en esta gruta para rezar, hacer promesas y dar gracias a Dios delante de las imágenes del Bom Jesus y Nuestra Señora de la Soledad.
Ordenado sacerdote en 1706, el padre Francisco se convirtió en un gran predicador, administrando los sacramentos y siendo consuelo para los pobres y esclavizados. La gente, en respuesta a esta actitud, visitaba el santuario, sobre todo el 6 de agosto, fiesta del Bom Jesus, y el 15 de septiembre, fiesta de Nuestra Señora de la Soledad, tradiciones que hasta hoy se mantienen.
Actualmente es la congregación de los redentoristas quienes administran el santuario, y siguiendo la tradición, organizan las diferentes romerías a lo largo del año. El tema de la romería del Bom Jesus da Lapa de este año ha sido: “Bom Jesus, rostro humano de Dios y rostro divino del hombre”.
A lo largo de estos diez días de fiesta han sido varios los obispos que se han hecho presentes entre los romeros, participando de las diferentes celebraciones y ayudando a la multitud presente a reflexionar y rezar juntos, como expresión de la religiosidad popular, tan presente entre los brasileños. Movidos por la fe, muchos romeros, han pagado sus promesas y depositado nuevas esperanzas en tiempos mejores.