Bienaventurados los misericordiosos

Misericordia
“Dichoso el que cuida del pobre y desvalido, en el día aciago lo pondrá a salvo el Señor”. El salmo 40 se inicia con esta bienaventuranza a los compasivos. Jesús en el evangelio de San Mateo proclama: “Bienaventurados los misericordiosos porque ellos alcanzarán misericordia” (Mt.5, 7). En el evangelio de San Lucas encontramos como Jesús invita a sus oyentes a ser misericordiosos como el Padre celestial es misericordioso. (Cf Lc 6,36). Vemos por consiguiente que ya en el Antiguo Testamento se tenía una idea clara sobre la misericordia.

“El Señor lo sostendrá en el lecho del dolor” (v 4). Así como nosotros usemos de misericordia con el prójimo, Dios la usará con nosotros en el día que nos juzgará.

Pero el salmista, un enfermo, no encuentra en su entorno corazones compasivos sino todo lo contrario: “El que viene a verme habla con fingimiento, disimula su mala intención, y cuando sale afuera, la dice. Mis adversarios se reúnen a murmurar contra mí, hacen cálculos siniestros: Padece un mal sin remedio, se acostó para no levantarse” (v 7-9). Es una dura situación la suya. Más el Señor se compadece de él: “En esto conozco que me amas en que mi enemigo no triunfa de mí” (v 13).

Podemos ver en este salmo a Jesús que fue traicionado por Judas, uno de los que él había escogido. Pero el bien triunfó sobre el mal y la muerte de Cristo no tuvo la última palabra ya que al tercer día resucitó. Su resurrección es prenda de la nuestra. Texto: Hna. María Nuria Gaza.
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