El relato evangélico del
hijo pródigo, parábola de San Lucas tan meditada y comentada desde siempre, me ha llevado hoy a pensar
cómo siguió la vida después de la fiesta.
Las parábolas de Jesús que recogen los evangelios siempre nos dejan una continuación para
imaginar, y creo que precisamente en esta continuación es donde hallamos espacio para nuestra respuesta, y un cambio de actitud. ¿Qué ocurrió después del banquete? ¿Cada hermano siguió su camino?, o hicieron las paces como había pedido el Padre. ¿Llegaron de verdad a reconocerse como hermanos, hijos del mismo Padre misericordioso que ama a todos por igual?
¿O les venció a uno el rencor y al otro el miedo?
Me gustaría que en mi vida se diese siempre la
respuesta recta y adecuada, agradecida y generosa para con el Padre y el hermano. Pero no todo es tan fácil y tan simple. A veces cuando menos los esperamos recuperamos nuestro lugar de hijo mayor herido, o de hijo pequeño que desea huir. El Padre sin embargo seguirá siempre esperando nuestro regreso, nuestra plena conversión.
Texto: Sor Carmen Solé.