Encontré al amor de mi alma

“Encontré al amor de mi alma. Lo abracé, y ya no lo soltaré” Cant.3,4.

Encontrar al Señor que llena de amor el alma es abrazarlo y no querer soltarse. Es querer dejarse conducir por Él, es el deseo insaciable de buscarle, encontrarle, amarle, ponerse en sus manos y ser capaz de caminar fiándose del amor que te va cambiando la vida, llena tu existencia y no hay palabras para expresarlo, es locura curativa del Dios que entró en mi vida para quedarse.

Vale la pena hacer una mirada retrospectiva de la propia existencia, del camino andado hasta hoy, si ésta la hacemos siendo capaces de ver el paso de Dios en nosotros. Mirar al futuro requiere una reconciliación con el pasado, optando por un presente que puede ser y debe ser transformado. Es más fácil, como se dice popularmente “sacar los trapos al sol”, rápidamente focalizamos lo menos bueno de nosotros, aquello que sucedió y que no soy capaz de arrancar de cuajo, que sigue paralizando, son las heridas no curadas que hay que cicatrizar.

Visualizo con más rapidez aquello en lo que metí la pata, no acerté a hacer mejor en su momento pero sé que lo vivido antes tiene que valer para mejorar hoy, para crecer y vivir el mañana desde un camino vivido con más profundidad a la luz de Dios ¿por qué cuesta ofrecerle el barro de lo que soy? El Amor cicatriza con ternura.

Sé que mi hoy será el pasado cuando viva el mañana y es ahora que tengo la oportunidad de reducir las heridas si me dejo tocar más por el Señor, que moldee ese barro. Si creo que su presencia en mí es gracia, he de coger la fuerza que me da para darme desde el amor que se deja habitar y transformar.

Si pasamos por una calle en la que hay obras, y visualizamos zanjas, nuestra atención inmediatamente se centra en ir con cuidado, en no caer, etc.….; creo que querer vivir la vida desde el Señor requiere atención continua, cuando se ve la zanja y cuando no, es agarrarse fuerte a quien sé me va a ayudar a pasar la calle y cuando caiga me levantará. Es atreverse a poner las inseguridades en la seguridad de Dios que eligió moldearme y yo acepté.

Hay un camino personal irrenunciable a recorrer para crecer humanamente, espiritualmente, donde se abraza al Amor y éste es a la vez comunitario porque vivir desde Cristo es convivir con los hermanos, desde los más próximos a los que en la lejanía encuentro en ese sendero. Si las pisadas del camino son firmes sigamos pisando fuerte porque a la vez puedo dar la mano a otros.

“Señor, te encontré en mi vida. Aquí, en el silencio interior de mi ser, en la intimidad donde habitas TÚ, sacias en este encuentro el Amor insaciable que sigue buscándote, deseándote, esperándote, en el palpitar que late por Amarte en la finitud que no te abarca, porque espera más, desea más…” Texto: Hna. Ana Isabel Pérez.
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