Encuentro entre la miseria y la misericordia

Mujer adultera
El Evangelio del domingo quinto de cuaresma del ciclo C (ayer) es el de Juan 8,1-11. Un Evangelio que parece más típico de San Lucas que de San Juan: La mujer adultera. Esta mujer, sorprendida en adulterio, que es arrastrada por sus acusadores a la presencia de Jesús. No por el amor a la ley de Dios dada por Moisés, sino por el afán de poner en entredicho a Jesús.

En todo caso, Jesús no responde a las acusaciones de los fariseos y los escribas. Se inclina y escribe. Un detalle bonito: No mira a la mujer pecadora, no mira a los acusadores. Unos y otros son dignos de misericordia. Una por su adulterio los otros por la dureza de corazón. Unos y otros se encuentran en la indigencia ante Dios Padre de todos. Pero los acusadores persisten en querer oír una palabra de la boca de Jesús, y la tienen: “El que esté sin pecado, que tire la primera piedra”.

Todos se fueron con la cola entre piernas, como se dice vulgarmente. Ninguno se sintió capaz de apedrear a la mujer porque ninguno se sentía libre de pecado. Del tal modo que los acusadores quedan acusados.

Quedó la mujer sola ante Jesús, los que se presentaron como jueces desaparecieron. Se encontraron solos la misericordia y la miseria. Los primeros miserables se habían escabullido abochornados. La mujer recibió el perdón de Dios porque se había quedado ante el único juez justo que conociendo la debilidad humana no condena sino que da misericordia con un toque de atención: “Anda y en adelante no peques más”.Texto: Hna. María Nuria Gaza.
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