Vocaciones I

Veo que está de moda entre los colegas blogueros hablar de vocaciones. Pues dejadme compartir una charla que di en la CONFER el pasado mes de octubre.

La llamada hoy. Hay vocaciones. Hay que proponer la vocación.

El Señor sigue llamando cada día, no me cabe la menor duda y aunque algunos no lo crean o no lo desean. Las vocaciones se desean, se deben desear con “dolor de corazón”… os aseguro que duele. Es un anhelo profundo, inexplicable… por qué yo soy feliz.

Hay quien dice y me lo han dicho, que las parejas que tanto desean un hijo no lo engendran, sea por nervios, por estar demasiado pendientes… en cambio yo digo: ¡con preservativos o pastillas anticonceptivas tampoco! Cuidado con parecernos o dejarnos llevar por algunas tendencias sociales.

Hay que creer en las vocaciones y hay que saber qué ofrecerles. Ofrecerles el amor y la misericordia del Señor, una vida donada, rigurosidad, disciplina con mucho amor: “Sed dulces sin debilidad, graves sin altivez, corregid sin cólera” (Beata Marie Poussepin, fundadora de las Dominicas de la Presentación).

La llamada es como en todos los tiempos DON DE DIOS, no estadística de "Anuario pontificio", pero, ¿quién osa responder a la vida consagrada hoy?

Las nuevas vocaciones serán las cibernéticas, las que saldrán de la red, que iremos conociendo de dónde son y veremos que son sitios en donde nuestra orden o congregación nunca ha estado. No son sólo hijos de nuestros colegios, de nuestras parroquias o cercanos a nuestra comunidad. Son hijos de la red.

La red les ha ofrecido la posibilidad de encontrar a Dios. De la misma forma que buscan navegando para sus trabajos, salidas, viajes… han buscado “vocación” sin corte, sin miedo ni vergüenza, con el corazón abierto… en un principio sin compromiso, luego con brío. El poder de la palabra escrita es impresionante. En el mundo de las nuevas tecnologías todo va deprisa, la comunicación hasta va demasiado rápida en Internet, luego llega la realidad. De la virtualidad a la realidad. Cualquier joven hoy, al sentir inquietud vocacional, busca en Internet.

Perfiles

Se mantiene por un lado el perfil de siempre, el de persona comprometida en la Iglesia y/o de familia católica y que siente la llamada de Dios y se guarda para Él, hasta el momento adecuado. Los hay, no cabe duda, y no voy a entretenerme a hablar de ellos. El proceso vocacional sin dejar de ser fácil, no es complicado. De eso, sabéis más que yo.

Y nunca digáis a un joven que os plantea la vocación: “Eres demasiado joven, disfruta de la vida y ya volverás”. Eso para el joven de hoy, al que le cuesta el compromiso y muchas veces se siente cobarde, es un insulto que lo hunde. Pensad que toca volver a abrir los ojos y remirar para fijarnos en los jóvenes que nos rodean, aquellos que ya están en nuestros grupos, y que la rutina de verlos nos hace olvidar que quizás se sienten llamados. Son muchos los que dicen: ¿Cómo lo planteo, si no me van a creer?

Pero cada vez son más los jóvenes que disciernen la llamada de Dios, desde una vida de sufrimiento, de soledad, de ruptura familiar y de experiencias amorosas y sexuales de tipos varios. Han conocido muchas cosas, quizás demasiadas.

Muchos jóvenes se acercan a la vida religiosa sintiendo que su vida llena de tristeza o de soledad puede encontrar alivio en Dios y es Dios quien los llama para acogerles en su regazo y ponerles a su servicio. Y ves que nos vamos a complicar la vida, pero luego en oración piensas: ¿Y quién soy yo para negarles este camino y no darles una oportunidad?

Algunos expresan haber encontrado al Señor como si fuera la “última oportunidad” y como en los grandes santos de la Iglesia (San Agustín, San Ignacio…) después de una vida “disoluta” (diríamos, si nos referimos al pasaje del hijo pródigo, dicen: “Me raya la vocación”. Algunos ni se han encontrado a ellos mismos y podemos ayudarles en su autoconocimiento aunque luego se descubra que su vida no está encaminada a la vida de consagrado.

De aquí que no podemos permitirnos comunidades centradas en si mismas, acomodadas y preocupadas por pequeñas discusiones que son ridículas para jóvenes que desde pequeños han luchado por sobrevivir a rupturas familiares, a la falta de la figura paterna o materna, a la pobreza y a la soledad extrema. El sentir vacío, como muchos lo expresan.

El relativismo del mundo se desvanece en las relaciones personales virtuales, y debería desaparecer de nuestras comunidades. El joven comparte de manera transparente, de los miles de e-mails recibidos, puedo decir que ninguno me ha llevado a ninguna situación negativa. No tengáis miedo, sólo usar la prudencia y el buen criterio.

Hay que ahondar en el carisma. Los jóvenes nos obligan a desacomodarnos y a veces pensamos que ya nos pasó el tiempo de cumplir a rajatabla y nos dejamos llevar por muchas comodidades. Las vocaciones nos obligan a recomenzar y nos hacen sentir “viejos”. Y eso a veces cuesta y duele. La modernidad no está reñida con el carisma. El querer ser modernos a según que edad, quizás, sí.

Pero también es importante, el hacer de las comunidades lugares dignos, no cutres y horteras. Con sencillez y con lo esencial (y con Internet). ...Continuará...

Texto y foto: Sor Gemma Morató.
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