Una caja de sorpresas

Todo lo que nos rodea forma parte de nosotros, de nuestra propia vida, una simple flor puede crear o hacer nacer en cada uno un sentimiento o un recuerdo; un lugar también puede significar mucho por todas esas imágenes que se nos vienen a la memoria de momentos vividos, y para cada uno puede sugerir cosas distintas...; y una persona puede ser aquella que vive todo eso a nuestro lado, que comparte, ríe, trabaja, lucha y llora con nosotros... así es y así somos, y pienso ¡qué maravilla! ¡cuántas cosas ha puesto Dios a nuestro alcance!

Somos una caja de sorpresa, cada uno a su manera, de una forma distinta pero todos somos una sorpresa, y una sorpresa por descubrir. Siendo diferentes tenemos cosas en común. Esas cosas en común son de lo más natural pero las cosas diferentes son las que nos ayudan a complementarnos, a veces creemos que la diferencia separa o aleja, pero todo lo contrario, cuando me falta el aliento en muchos momentos es cuando me doy cuenta de que hay alguien a mi lado que me empuja y ayuda, pero en otras ocasiones somos nosotros lo que tropezamos con alguien que necesita de una palabra de ánimo y de una mirada amiga... Sacar lo que somos, dar lo que tenemos, es decir, todo lo que hemos recibido y que se nos ha dado, es la ofrenda de la vida con todas sus letras.

Y... ¿creemos que no podemos hacer nada? No esperemos grandes sucesos, estemos alerta de todo aquello que pasa a nuestro alrededor, tal vez podamos, aunque sin saberlo, ayudar a alguien que lo necesita verdaderamente. Dice una canción: "Yo no he elegido a mi pueblo, ni mi raza ni mi piel... yo no soy dueño del cielo..." Todo lo recibido no es por mérito propio, es regalo, Dios lo ha puesto en nosotros para que cultivemos nuestra vida, por ello demos y pongamos al servicio del otro lo recibido. "Dad gratis lo que gratis habéis recibido" (Mt. 10, 8). Texto. Hna. Conchi García.Foto: Sor Gemma Morató.
Volver arriba