Nos gusta la luz

Amamos el sol que llena nuestra vida de color y de calor. A los que Dios nos ha concedido el don de la vista, nos es imposible comprender el mundo de aquellos que no ven. Nuestras expresiones más sencillas tienen muchas veces relación con esta vista que el Señor nos concede. Pensamos en la luz del sol, esa luz que nos guía cada día y que hace más fáciles nuestros pasos, que nos ayuda a no confundirnos, que orienta y dirige toda actividad, todo trabajo. Nos gusta la luz y no sabemos vivir sin ella.

El profeta Isaías en varios de sus capítulos habla también de la luz. En el capítulo 58, por ejemplo, nos dice que nuestra vida se llenará de luz si vivimos en justicia, si ayudamos a los demás, si no oprimimos al pobre, si queremos buscar caminos para liberar a los demás de sus males. Esta es la luz que la bondad de cada hombre produce sobre sí mismo y sobre los demás. Hacer de nuestra vida un inmenso deseo de ayudar a los demás es optar por la luz derivada de la justicia que genera la paz.

El intento constante de vivir en esta luz, la luz de Dios, es también el intento de vivir profundamente la bondad que se opone a toda clase de injusticia, a todo egoísmo, a todo anhelo de convertirse cada uno en el centro de todo.

El compromiso de ayudar a los demás en todo y en cada momento es un compromiso válido no sólo para el tiempo de cuaresma en el que estamos sino para cada instante de la vida. Sólo así los hombres todos podremos gozar de la Luz de Dios que tanto amamos.Texto: Hna. Carmen Solé.
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