¿Dónde vemos a Dios?

Alabar
Pensaba en las palabras del anciano Simeón cuando vio por primera vez al niño Dios. “Mis ojos han visto a tu Salvador”, es un acto de reconocimiento de la persona de Jesús y él sabía que no sólo era algo que afectase a su vida sino al mundo entero.

Cuando nace Jesús lo hace en pleno anonimato, fuera de Belén y con la única compañía de José; en cambio sus padres lo presentarán y lo darán a conocer el día que lo llevan al templo para ofrecerlo a Dios. Este momento habla por sí solo, de alguna manera quieren que el mundo sepa que Dios está presente y que es aquel que están esperando, el Salvador.

Leía unas reflexiones sobre estas palabras del evangelista Lucas y me aportaron una luz muy grande y que sin duda es real en la vida; hoy, ¿quién acoge a Jesús? Él sigue viniendo cada día por nosotros, pero… ¿lo acogemos? En aquel tiempo no eran precisamente los sumos sacerdotes o las autoridades del momento quienes lo recibieron sino que fueron Simeón y la viuda Ana. Estos dos personajes que representan la fe sencilla del pueblo, aquella que aparentemente no tiene valor porque tal vez ni saben expresar “correctamente” lo que significa creer en Dios, una fe que es poco cultivada pero que es sincera, verdadera. Es aquella que tiene la fuerza y la chispa de la vida porque no hay engaño de ningún tipo, no hay doblez, ¡pues bien!, son éstos los que abren los brazos a Jesús y confían, creen plenamente en que Dios ha cumplido su palabra. ¿Cómo nos abrimos nosotros a la gracia de Dios? ¿qué esperamos de ese Dios?...

Podremos ver al Salvador cuando seamos capaces de amar con sinceridad, de escuchar tanto a Dios como al hermano, cuando no juzguemos, incluso para salvaguardarnos. En definitiva, ese Salvador se hace presente siempre que haya gente dispuesta a preocuparse por los otros. ¿Dónde vemos a Dios? A veces, Dios está en medio de nosotros y no lo sabemos reconocer…, no es en las cosas extraordinarias que aparecerá sino en la vida cotidiana, ya que es allá donde vamos forjando lo que somos, allí está Dios. Texto: Hna. Conchi García.
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