Realidad y memoria. Presente y pasado-hecho-presente dentro de la cabeza. No igual que ocurrió entonces: unas gotas de miel o de hiel sazonan un nuevo banquete, lo condimentan así para nuestra felicidad o nuestro masoquismo. Si pudiéramos, borraríamos del pasado las equivocaciones, los dolores, los fracasos, y sólo disfrutaríamos, de tarde en tarde, de mañana en mañana, de emocionadas escenas de placer y alegría, de creación y de sueños. Hace unos días descubrí en una Presentación PPS el delicioso pensamiento de que "Dios nos dió los recuerdos para que pudieramos tener rosas en diciembre".
Realidad y memoria. A Luis Cernuda le gusta más la memoria que la realidad. Personalidad Cuatro del Eneagrama, creo yo, descubre dentro de sí lo que le falta en el mundo de las cosas, en el roce diario con los seres queridos, en la cercana presencia de gente que se ama y suda, y trabaja y bosteza vulgarmente.
SI JOHN HUBIERA ESTADO PRESENTE...
La importante especialista del Enagrama Helen Palmer, al describir la Personalidad Cuatro en su ensayo "El Eneagrama" (Los libros de la liebre de marzo, 1996) escribe (p. 158):
"Los Cuatro muy pocas veces viven en el presente. El foco de su atención siempre está viajando: hacia el pasado, hacia el futuro, hacia lo ausente, hacia lo difícil de conseguir. Existe un trasfondo de inquietud ante lo que parece faltar: el amigo ausente en la cena, la carencia de conexión durante una conversación íntima.
La preocupación con aquello ausente va acompañada de una memoria altamente selectiva con respecto a los aspectos positivos de lo que hace falta. "Si John hubiera estado presente, la noche habría sido perfecta." Los mejores aspectos de John son recordados cuando éste se encuentra distante y se establece una tenue conexión de deseo que actúa para alejar la atención del Cuatro de lo que verdaderamente está sucediendo en ese momento. Si John estuviese presente comenzarían a presentarse sus aspectos menos interesantes y la atención del Cuatro típicamente se dirigiría hacia otros elementos que parecen faltarle."
MORADOR DE ENTRESUEÑOS
Así describe Palmer, sintetizando al máximo, los principales rasgos de la Personalidad Cuatro, el Romántico (p. 46): "Atraído por lo inaccesible; el ideal nunca está aquí y ahora. Trágico, triste, artístico, sensible; concentrado en el amante ausente, la pérdida de un amigo. Los Cuatro evolucionados son creativos en su modo de vivir y capaces de aliviar el dolor ajeno. Están comprometidos con la belleza y la vida apasionada: el nacimiento, el sexo, la intensidad y la muerte."
Todas estas cualidades podemos verlas reflejadas en el impresionante poema que presentamos a continuación. Podemos jugar con los recuerdos como niños traviesos. Más allá de los cinco sentidos, palpita por nuestro ser un universo a explorar y conquistar:
EL RETRAÍDO
Como el niño jugando
con desechos del hombre,
un harapo brillante,
papel coloreado o pedazo de vidrio,
a los que su imaginación da vida mágica,
y goza y canta y sueña
a lo largo del día que las horas no miden,
así con tus recuerdos.
No son como las cosas
de que cerciora el tacto,
que contempla los ojos;
de cuerpo más aéreo
que un aroma, un sonido,
sólo tienen la forma prestada por tu mente,
existiendo invisibles para el mundo
aun cuando el mundo para ti lo integran.
Como las cuerdas dormidas de un instrumento musical, así esperan las fibras más sensibles del alma la becqueriana mano que arranque armonías de belleza y ternura. Eres director e intérprete de tu propia orquesta:
Vivir contigo quieres
vida menos ajena que esta otra,
donde placer y pena
no sean accidentes encontrados,
sino faces del alma
que refleja el destino
con la fidelidad trasmutadora
de la imagen brotando en aguas quietas.
Esperan tus recuerdos
el sosiego exterior de los sentidos
para llamarte o para ser llamados,
como esperan las cuerdas en vihuela
la mano de su dueño, la caricia
diestra, que evoca los sonidos
diáfanos, haciendo dulcemente
de su poder latente, temblor, canto.
Vuelto hacia ti prosigues
el divagar enamorado
de lo que fue tal como ser debiera,
y así la vida pasas,
morador de entresueños,
por esas galerías
donde a la luz más bella hace la sombra
y donde a la memoria más pura hace el olvido.
Hacer acopio de hermosos recuerdos, como quien atesora monedas en su hucha existencial, será para nosotros una buena inversión para la hora de la muerte. "Quizá lo vivido -comenta Ángel Rupérez- se engrandece en cuanto lo sabemos despojado de actualidad y reversibilidad y eso, a nosotros, humanos frágiles y condenados, nos empuja a enaltecer retrospectivamente la vida, devolviéndole todo el pleno sentido que no habíamos percibido en su día por creer que el tiempo era nuestro, indefinido, infinito, inacabable y por eso mismo no bien apreciado y en cierto modo minusvalorado..."
A un enfermo grave podría ayudar a bien morir hacer balance escrito de su vida, acaso confeccionado en un ordenador, incluyendo, por ejemplo, fotografías. Y rematarlo encuadernado, para los hijos, para los nietos, para los amigos... Consuela, como sugiere Cernuda, descubrir que la vida tuvo sentido, que mereció la pena a pesar de todo. Además del consuelo espiritual de la fe en el Amor de Dios, si el enfermo es creyente.
Si morir fuera esto,
un recordar tranquilo de la vida,
un contemplar sereno de las cosas,
cuán dichosa la muerte,
rescatando el pasado
para soñarlo a solas cuando libre,
para pensarlo tal presente eterno,
como si un pensamiento valiese más que el mundo.
VIVO EMBELESO EN LA MEMORIA
Humildes, las violetas suelen como esconderse entre grandes, corazonadas, ásperas hojas. El poeta se identifica con ellas, con su breve, luminosa presencia. Y promete, conservando en la memoria de su corazón el sublime momento de fugaz hermosura, prolongar la vida de las flores más allá de la muerte, otorgar un nuevo y entrañable estado a su existencia.
VIOLETAS
Leves, mojadas, melodiosas,
su oscura luz morada insinuándose
tal perla vegetal tras verdes valvas,
son un grito de marzo, un sortilegio
de alas nacientes por el aire tibio.
Frágiles, fieles, sonríen quedamente
con muda incitación, como sonrisa
que brota desde un fresco labio humano.
Mas su forma graciosa nunca engaña:
nada prometen que después traicionen.
Al marchar victoriosas a la muerte
sostienen un momento, ellas tan frágiles,
el tiempo entre sus pétalos. Así su instante alcanza,
norma para lo efímero que es bello,
a ser vivo embeleso en la memoria.
BESANDO REALIDAD Y MEMORIA
El olor, uno de los sentidos más directos y primitivos, evoca, tantas veces, escenas y sentimientos que nos sobrecogen por su intensidad. Al abrir libros de poesía heredados de mi padre, especialmente poemarios de la colección Adonais, me ocurre, súbitamente, recibir poderosas vaharadas de olor al tabaco de cuarterón que fumaba empedernidamente. El sentimiento que me recorre es de cercanía familiar, casi de presencia, gozosa y trágica por la fragilidad del tiempo y la cercanía de la muerte.
Descubre Cernuda por la campiña una mata fresca de madreselvas, que golpean con fiereza su sensibilidad. Le evocan la cercanía de un cuerpo juvenil de otro tiempo, que ahora besa por la suave fragancia de las flores. Turbado por la experiencia, descarga, al fin, la tensión melancólica de su alma en la fumata blanca de un suspiro...
EL PERFUME
«Es aroma que tiene
halago amigo», piensas,
viajero a la tarde
por este campo extraño,
al hallar sobre un seto
las flores estrelladas
que abrió la madreselva.
Pero insidioso evoca,
aunque tan nuevo y fresco,
otro igual, diferente.
Cruel, donde revive
algo tuyo perdido:
tardes cuando así ibas
por un campo y verano
llenos del penetrante
aroma, que levanta
aquí más tenuemente,
tal como cuerpo joven
hoy, te evoca otro cuerpo
joven también un día.
Y vuelve aquel anhelo
de apresar un perfume,
de estrechar una sombra,
mientras llevas las flores
vivas hacia los labios
en confusión, besando
realidad y memoria,
el deseo insumiso
al tiempo, todavía
turbada el alma, ¿para
qué o quién?, con un suspiro.