Seguiremos conociendo hoy algunos títulos más de "Poemas sin nombre", muy probablemente el mejor poemario de Dulce María Loynaz. Así lo corroboraba la propia autora al escritor Manuel Díaz Martínez cuando, en 1988, a raíz de habérsele otorgado en su isla el Premio Nacional de Literatura por toda su obra, al preguntar el crítico cual de sus libros de poesía era el que apreciaba más, escuchó, sin titubear, de labios de la poeta habanera:
"El que yo prefiero es tal vez el menos conocido: POEMAS SIN NOMBRE. Es una forma de poesía escueta, condensada, desprovista de todo adorno, incluso metro y rima; y lo prefiero por eso mismo, porque ha logrado ser lo que es sin apoyarse en nada. Es un libro que se hizo a sí mismo."
Contemplamos en imagen un estilizado retrato de Dulce María,a sus treinta años; llevaba tiempo componiendo secretamente "Jardín",
la maravilla lírica que le habría de proporcionar tanta popularidad.
DIME DÓNDE VOLVER LOS OJOS EN ESTA NOCHE LARGA...
Los versos, en general, de "Poemas sin nombre" están escritos a la luz sin luz de la noche, "en esta noche larga" de la tristeza y el desamparo, en esta noche mística de la búsqueda y la fe... La imagen que preside hoy el "Poema XCVII" representa la creación de Eva. Dialoga Dios con la primera mujer y la bendice.
Mujer que nació, como Adán, del barro y el "aliento" de Dios. Refiere Melba Aciano Gómez, en su magnífico trabajo "Soplo de mi barro" (pulsar aquí), los exquisitos versos de Loynaz cuando escribe: “Pienso que la neblina es acaso el aliento / de Dios soplando el alba, empañando el paisaje... / ¡No me lo rompas, sol! ¡No me lo lleves, viento! / Dejad que Dios respire junto a mí.”
POEMA XCVII
Señor mío: Tú me diste estos ojos; dime dónde he de volverlos en esta noche larga, que ha de durar más que mis ojos.
Rey jurado de mi primera fe: Tú me diste estas manos; dime qué han de tomar o dejar en un peregrinaje sin sentido para mis sentidos, donde todo me falta y todo me sobra.
Dulzura de mi ardua dulzura: Tú me diste esta voz en el desierto; dime cuál es la palabra digna de remontar el gran silencio.
Soplo de mi barro: Tú me diste estos pies...Dime por qué hiciste tantos caminos si Tú solo eres el Camino, y la Verdad, y la Vida.
CON MI CUERPO Y MI ALMA HE PODIDO HACER SIEMPRE LO QUE QUISE...
El "Poema IV" viene seleccionado en varias antologías religiosas. Se trata del enfrentemiento tradicional cuerpo/alma. Pero no en línea agustiniana (el cuerpo tiene secuestrada al alma), sino en sentido inverso (el alma tiene secuestrado el cuerpo). Se ejemplifica esta lucha con el bíblico enfrentamiento de Marta (la actividad en el mundo de las realidades materiales) y María (la contemplación del alma).
En el recuadro anterior se reproduce la representación velazqueña de María, al fondo, escuchando al Señor y, en primer término, de Marta con cara de pocos amigos, recriminando la ociosidad de su hermana... ¿La solución? "Algunas migajas de Marta y algunas otras de María..."
POEMA IV
Con mi cuerpo y con mi alma he podido hacer siempre lo que quise.
Mi alma era rebelde y, como los domadores en el circo, tuve que enfrentarme con ella, látigo en mano… Pero la hice al fin saltar aros de fuego.
Mi cuerpo fue más dócil. En realidad, estaba cansado de aquel trajín de alma y sólo quería que lo libraran de ella.
No acerté a hacerlo; pero ahora, en paz con mi alma y acaso un poco en deuda con mi cuerpo, pienso que rebañé en los dos algunas migajas de Marta y algunas otras de María…
Migajas nada más; pero me bastan para poder decir, cuando me lo pregunten, que he servido al señor.
HE LUCHADO CON EL ÁNGEL TODA UNA VIDA...
Extraños versos los del "Poema LXXXVI": recitado penitencial casi letánico pidiendo perdón al Señor. Pero, de pronto, nos quedamos sin aliento: "perdóname por ser fuerte... tengo que serlo..." Aún no he visto al ángel caído a mis pies.... Se refiere Loynaz al pasaje bíblico en el que Jacob lucha con un ángel de Dios y le vence... Alude sin duda a Genesis 32, 25-27. (Si os interesa saber más del tema, leed un intenso poema de Bartolomé Mostaza, pulsando aquí.)
POEMA LXXXVI
Perdóname por todo lo que puedo yo misma sujetarme; sujetarme para no ir a ti, mi señor.
Perdóname por todo lo que puedo retener aun siendo tuyo; por todo lo que puedo quebrantar, doblegar, vencer.
Perdóname por echar siete llaves a mi alma y no contestar cuando llamas a mi puerta. Perdóname por vencer mi cuerpo, por clavarlo a la pared y no dejarlo ir a ti... Por poder más que tú sobre alma y cuerpo, perdóname... Por poder más que tú y más que yo.
Perdóname por ser fuerte. No hubiera querido serlo tanto...; pero ya que lo soy, tengo que serlo.
Jacob luchó con el ángel toda una noche, pero yo he luchado toda una vida y aún no he visto el rostro del ángel ensangrentado que a mis plantas yace.
CON PÉTALOS DE SANGRE SEMBRASTE MI VESTIDO...
Un último título por hoy: el "Poema LXXXIII", con representación gráfica, de nuevo, de la creación de Eva, dibujada esta vez por el genial pincel de Miguel Ángel. Se queja Dulce María del dolor de ser hombre o mujer, del sufrimiento, las lágrimas, la sangre, que anegan nuestras vidas... De nuevo regresa el corazón herido al barro inicial, al hálito de vida: extraño amante es Dios que "aún se obstina en nutrirse del mismo fango triste que una vez le salió de entre las manos..."
POEMA LXXXIII
Con collares de lágrimas adornaste mi pecho.
Con pétalos de sangre sembraste mi vestido.
¿Es que soy más bella con tocado doliente, o acaso soy más tuya
cuando mueles mi carne con mi alma en tus molinos que no paran nunca?
¿Tan enterrada tengo la dulzura que necesitas sajarme por todos lados para encontrarla?
¡Y por qué quieres mi dulzura, si todos los panales se te abren y toda miel es tuya antes de que la abeja la saque de su flor!
Extraño amante tú eres, que entre las cordilleras estrelladas aún reclama el amor de la leprosa, aún se obstina en nutrirse del mismo fango triste que una vez le salió de entre las manos.
POEMA XCVII: “Señor mío, Tú me diste...”
POEMA IV: “Con mi cuerpo y con mi alma...”
POEMA LXXXVI: “Perdóname...”
POEMA LXXXIII: “Con collares de lágrimas...”