He dado mi opinión en una importante encuesta política, ¡y estoy contento!

Hace días recibí una llamada telefónica del instituto "Opina", solicitando mi colaboracíón para una amplia encuesta sobre política. Suelo negarme a responder en esas condiciones (¿cómo sé, con evidencia, quién está detrás de la llamada, lo que de verdad pretende?...). Pero me dio por responder, y hacerlo fuera del armario, a corazón abierto. ¡Y cómo me despaché! Aunque los diez minutos que anunció el entrevistador, se prolongaron hasta media hora, ¡con qué alegría, con qué seguridad me iba subiendo a los labios la palabra justa, la calificación precisa...! Me sentí importante, como si la marcha del país dependiera de mi evaluación. Acostumbrado durante treinta y cinco años a poner nota a estudiantes, esta vez me habían sentado en un tribunal para juzgar a los políticos.

No descalifiqué con cero a los que menos me gustaban, como acostumbran hacer encuestados de claroscuro. Fui depositando en la urna del nicho estadístico mi personal voto, con afilada justeza, con presunta generosidad. Y con la sonrisa más viva, la palabra más resuelta...

Me ha sobrevenido después cierta decepción. A veces las encuestas se ocultan, incluso las de mayor envergadura, y sólo son utilizadas desde la clandestinidad por el partido que las ha diseñado. No he sabido hallar la publicación de dicho estudio y me he quedado un poco colgado. Aunque no me cabe la menor duda de que mi opinión ha sido escuchada y se ha unido a la de centenares o miles de otras voces que ayudarán a definir nuevos objetivos, rediseñar más eficaces estrategias, supongo que hacia los fértiles bosques del bien común...

SOLITARIA BANDERA EL 12 DE OCTUBRE

Decir lo que se piensa en una encuesta es un gesto de amor. Colgando la bandera del balcón, en un barrio sin banderas, un 12 de octubre, me pareció realizar un tímido gesto de amor y compromiso hacia la España de la Constitución. ¡Qué vivos colores palpitan por la carne de la enseña, sol y fuego! Tuve que comprarla, de vísperas, en un chino, y ponerla a flamear en la cuerda de la ropa... Lo importante, para mí, es el esfuerzo por ser sincero, por expresar tus ideas, aunque no te sientas muy acompañado... No me gustaría ser como Vicente Plastilina (¿Dónde va Vicente? Donde va la gente... ¿Qué piensa Vicente? Lo que piensa la gente, o los poderosos creadores de opinión...). Ni como Joaquín Manso, genial personaje, creación inolvidable del poeta uruguayo Mario Benedetti:

UNANIMIDAD

A joaquín manso
siempre lo había conmovido la unanimidad
gracias a ella no se había fatigado en decir quién sabe
alzaba su voz de falsete en el coro de los hurras
participaba en los brindis de los alabanceros
y a menudo pernoctaba en tiernas pesadillas

a joaquín manso lo entusiasmaba la unanimidad
se sentía arropado en las aprobaciones exhaustivas
feliz de no dudar / de no afiliarse a la sospecha
de no objetar ni desmentir a nadie
dichoso de que otros decidieran por él

joaquín manso sentía la unanimidad como una vocación
como una laguna de recreo en plena canícula
como una recompensa de los dioses unánimes /
siempre la prefirió a la transigencia del consenso
y sobre todo a la fragilidad de las mayorías

por todo eso el día que se distrajo y sin mala leche
hizo algo que lo diferenció de sus colegas de plural
a joaquín manso le sorprendió que ellos
sin tener para nada en cuenta su currículo
lo condenaran por unanimidad
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