En cifras ofrecidas por la Conferencia Episcopal Española: En la actualidad hay presencia del SARCH (Servicio de Asistencia Religiosa en Clínicas y Hospitales) en 322 hospitales públicos en los que se atiende 125.134 camas y se hace acompañamiento a unas 146.460 personas al mes (enfermos y familiares). Para este trabajo pastoral se cuenta con 483 capellanes a jornada completa; 271 a media jornada; 83 personas idóneas (no sacerdotes) a jornada completa; 61 personas idóneas a media jornada; y alrededor de 800 voluntarios.
En las conclusiones de las jornadas que tuvieron lugar el pasado mes de octubre se decía en uno de sus párrafos: “Nos sentimos llamados y enviados al hospital para ser "sacramentos vivos" del Señor y de su Iglesia, que pasa hoy junto a los enfermos, las familias y personal sanitario, mostrando la ternura y la misericordia de Dios a través de nuestra persona, nuestros gestos y palabras, aliviando dolores, consolando penas, compartiendo alegrías, avivando la fe, celebrando los sacramentos, orando con y por los enfermos, acompañándolos en el proceso de la enfermedad o de su muerte como paso a la Vida...“
Non solum sed etiam
Tengo la inmensa fortuna de trabajar dentro del ámbito sanitario y en un entorno hospitalario. Ello me permite visitar con frecuencia la capilla del Hospital (qué más da cuál sea).
A lo largo de los años he podido presenciar una mínima parte del gran servicio que este espacio ofrece tanto a enfermos como a sus familiares y al personal sanitario.
Son muchas las ocasiones en las que he podido encontrar a personas que, por lo general se colocan en los últimos bancos de la capilla, y con el rostro entre las manos, o simplemente la cabeza inclinada, las manos entrelazadas y los ojos cerrados, acuden en busca de paz, consuelo, y quizá hasta de algún milagro.
Las capillas de los hospitales debieran contemplarse en la configuración hospitalaria como espacios terapéuticos. Podría estudiarse un diseño que permita ofrecer un uso multireligioso, pero siempre con el denominador común de lugar de paz, de encuentro, de acogida, de consuelo, y con posibilidades para ser un lugar para celebraciones religiosas.
La capilla de un hospital es un espacio en el que un enfermo puede encontrar un respiro a la lógica rutina sanitaria; en el que un auxiliar puede descargar las emociones ante cada trágica situación con la que se roza en el día a día; un rincón donde el personal de enfermería recobre el aliento en dos minutos para seguir ofreciendo esa sonrisa y ese rostro amable a la hora de poner una vía o cambiar un apósito; donde los hombres y mujeres del fonendo al cuello pueden sentarse y disponer de unos minutos para una especial “sesión clínica” donde encontrar las palabras adecuadas antes de pronunciárselas al paciente al que tendrán que ver en breve. Y La capilla es también esa especial sala de espera para muchos familiares que han dejado a su ser querido entrando a quirófano. O el refugio para preguntar gritando en silencio ¿por qué?
El último uso que he podido ver de una capilla de hospital ha sido el de templo para un enlace matrimonial, el mejor lugar que una pareja ha podido encontrar para celebrar su amor en el momento más trágico de sus vidas.
Quizá un día pueda contar algo más de esta historia que conocí en la capilla de un hospital. Hoy ella está camino de convertirse en una estrella más que alumbrará las noches de su familia, especialmente, en esta Navidad.