¡No nos olvidéis!  ¡No os olvidamos! (primera parte) Joaquín, párroco de Picanya: “¡Bienvenidos de nuevo a casa!”

Joaquín, párroco de Picanya: “¡Bienvenidos de nuevo a casa!”
Joaquín, párroco de Picanya: “¡Bienvenidos de nuevo a casa!” VLG

Casi siete meses después la parroquia de Picanya se reabre al culto

La UME estuvo representada en la celebración por su Teniente General

"Este templo, herido por el agua pero sostenido por la voluntad común, es hoy un símbolo de lo que somos capaces de hacer cuando las instituciones y el pueblo caminan juntos"

"Hoy, al haber celebrado aquí, en medio de estos muros marcados por el agua y por la espera, hemos sentido de nuevo que esta iglesia es nuestra casa, y que Dios no ha dejado de habitar entre nosotros, ni un solo día"

La iglesia registró un lleno total, había consenso y sentimiento de celebración festiva. La parroquia de Ntra. Sra. de Montserrat volvía a abrir sus puertas al culto. Casi siete meses después del paso de la DANA por Picanya el pueblo podía volver a las misas dominicales, a la catequesis, a soñar con celebrar las primeras comuniones “en casa”, y a despedir a los suyos a los pies de la patrona, de la Purísima Sangre y de todas aquellas imágenes que suscitan la devoción de los habitantes de Picanya.

Bueno, esto último quizá tenga que demorarse un tiempo todavía. Salvo la imagen de la patrona, y la de una imagen de la Virgen de los Desamparados que ha sido donada por un grupo de personas, el resto se encuentran en talleres de restauración para recuperar el esplendor que lucían antes de la DANA. 

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El párroco, D. Joaquín Civera hizo una introducción y una despedida que condensa todos los sentimientos que se agolpaban en la celebración, por eso me ha parecido interesante ofrecer ambos textos íntegros para quien quiera leerlos. (anexo al final del artículo) 

La celebración estuvo presidida por el vicario de la zona pastoral, Jesús Corví al que, además del párroco, le acompañaron otros sacerdotes, entre ellos el pater de la UME (Unidad Militar de Emergencias) que acompañó al Teniente General de la UME, Fco. Javier Marcos que acudió a la invitación que le realizó el párroco. 

Además del alcalde de Picanya, Josep Almenar, la jueza de paz y otros miembros de la corporación, acudió la directora de patrimonio de la Generalitat, Gemma Contreras. 

Y a todos los fieles de Picanya nos sumamos algunas personas llegadas de otros puntos de España que durante estos siete meses no les hemos olvidado. 

Y no podían faltar las hermanas Auxiliares Parroquiales, vinculadas a la pastoral y que regentan un centro educativo preescolar a escasos metros de la parroquia. 

Al finalizar la celebración, precisamente en el patio de las Auxiliadoras parroquiales, se ofreció un picoteo que permitió poner en común recuerdos y sensaciones, repetir los agradecimientos a los voluntarios y también a personas como los representantes de la UME, en cuyo cuerpo se dieron historias de héroes anónimos que nunca saldrán a la luz: como la de aquel cabo que estando de vacaciones se re enganchó sin pensarlo, la aquellos miembros de la UME que acabada su jornada profesional, y ahora vestidos de civil, volvían al fango a seguir ayudando, porque el tiempo era importante; la del que tenía una barca y con ella salvó a muchas personas y tras uno de esos servicios la barca se partió y logró asirse a un árbol y salvar la vida; y así cientos y cientos de historias. En el estribillo de aquella canción que decía “solo el pueblo salva al pueblo” se pueden incluir todas estas personas, porque todo aquel que puso su granito de arena es parte del pueblo que salva al pueblo. 

En los próximos días publicaré algunas entrevistas realizadas en el marco de esta celebración y que ayudan a dar una dimensión de la importancia que para Picanya ha tenido recuperar su parroquia, y recuperar su patrimonio religioso. También dedicaré un artículo específico para hablar de la recuperación de las campanas, o del sistema técnico de las mismas para ser más exactos, porque las campanas han seguido sirviendo al pueblo y manualmente anunciaron la muerte del Papa Francisco y la elección de León XIV.

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De momento les dejo unas imágenes de la celebración y algunas fotografías de la jornada festiva en Picanya. 

Palabras del párroco de Ntra. Sra de Montserrat de Picanya

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Monición de entrada

Queridos hermanos:

Hoy no es un día cualquiera. Hoy volvemos a nuestra iglesia. Volvemos con el alma emocionada y los ojos aún llenos de imágenes que nos dejó la riada del pasado octubre. Imágenes de destrucción, de agua y barro implacable, de templos vacíos y corazones perplejos. Pero también volvemos con la certeza profunda de que no ha sido el agua la que ha tenido la última palabra, sino la fe, la esperanza y el amor de un pueblo que no se rinde.

Durante seis meses no hemos podido celebrar la Eucaristía en esta casa de todos. Hemos sido peregrinos por necesidad, refugiados en la generosidad del ayuntamiento, que nos cedió el local cultural como lugar de encuentro y de culto. Allí, en la provisionalidad, Dios nos enseñó que su presencia no se encierra en un edificio, sino que habita donde dos o más se reúnen en su nombre.

Hoy volvemos. Aún no está todo como quisiéramos. Los altares están deshechos, faltan nuestras queridas imágenes —mutiladas por el agua—, falta el esplendor del retablo, falta el calor de lo que conocíamos. Pero lo esencial está aquí: el pueblo creyente, la mesa del altar, la Palabra viva y el Pan partido. Y eso basta para que esta casa vuelva a ser hogar.

Esta Eucaristía es, por tanto, una acción de gracias a Dios, por habernos sostenido, por no haberse apartado nunca de nuestro lado, por habitar incluso en el barro, por caminar con nosotros en la espera. Pero también una acción de gracias a tantas personas concretas, sin las cuales no estaríamos aquí hoy.

Gracias, de corazón, D. Francisco Javier Marcos Izquierdo. Teniente General Jefe de la UME  por su ayuda en los primeros días de la Dana. Y junto con su ayuda la fraterna cercanía de una fe compartida y mostrada en esos momentos de dolor.

Gracias al Sr. alcalde, a la jueza de paz y al resto de autoridades municipales de nuestro Ayuntamiento de Picanya, que desde el primer momento se pusieron a nuestra disposición con cercanía y eficacia. Su colaboración ha sido esencial, no sólo por lo que nos han dado, sino por cómo lo han hecho: con generosidad, con respeto, con verdadero espíritu de servicio al pueblo.

Gracias también al institut de Conservació, restauració i Investigació bajo la dirección de la Consellería de Educació, Cultura, Universitats i Empleo y la colaboración con la Vicepresidencia para la Recuperación Económica y Social de la Comunitat Valenciana, cuya ayuda, directa o indirecta, ha hecho posible dar pasos firmes en medio de la dificultad. Este templo, herido por el agua pero sostenido por la voluntad común, es hoy un símbolo de lo que somos capaces de hacer cuando las instituciones y el pueblo caminan juntos.

Y gracias, finalmente a todos los voluntarios, benefactores personales y asociaciones que han aportado su granito de arena con algún donativo económico. Gente de muchas partes de España, algunos presentes hoy aquí. De Vitoria, representando a la comunidad foral de Álava que nos ha ayudado, de Sevilla, representando a las hermandades de semana santa. De Murcia. Y de otros muchos sitios que no han podido venir hoy aquí pero que se suman a esta celebración de acción de gracias desde la distancia. Y a todos vosotros, queridos feligreses. Gracias por vuestra paciencia, por vuestra fidelidad, por vuestra ayuda concreta. Gracias por creer que era posible volver, cuando todo parecía perdido.

Damos gracias también a quien hoy nos preside esta celebración: don Jesús Corbí Vidagañ, Vicario Episcopal de la Vicaría III, cuya presencia entre nosotros nos llena de alegría y refuerza el sentido eclesial de este momento. Gracias por venir, por acompañarnos y por hacernos sentir, en su persona, la cercanía de nuestro arzobispo y de toda la Iglesia diocesana. Y una cercanía concretada también en lo material pues el arzobispado hasta día de hoy ha pagado todas las facturas de las obras realizadas hasta el momento.

Que esta Eucaristía sea, pues, un canto humilde pero verdadero de gratitud. Que sea la expresión viva de un pueblo que sabe sufrir, que sabe esperar y que hoy comienza, con la fuerza de Dios, a renacer.

¡Bienvenidos de nuevo a casa!

Palabras de despedida

Queridos hermanos:

Hemos celebrado esta Eucaristía con el corazón lleno, como quien vuelve a casa después de una larga ausencia y descubre que, aunque todo ha cambiado, lo esencial permanece. Hoy, al haber celebrado aquí, en medio de estos muros marcados por el agua y por la espera, hemos sentido de nuevo que esta iglesia es nuestra casa, y que Dios no ha dejado de habitar entre nosotros, ni un solo día.

Durante meses, nuestra mirada ha estado puesta en la espera: ¿cuándo volveremos?, ¿cuándo podremos celebrar en la iglesia de nuevo?, ¿cuándo se abrirán las puertas del templo? Hoy esas preguntas se convierten en agradecimiento, pero también en compromiso. Porque ahora empieza otra etapa: la del trabajo silencioso, la de la reconstrucción lenta, la de cuidar lo que queda y soñar lo que vendrá.

No es fácil estar en un templo que aún conserva las heridas de la Dana. Pero quizás, precisamente por eso, este momento es más verdadero. Nos reconocemos en estas paredes desnudas, en las imágenes dañadas, en los altares ausentes. Porque también nosotros, como comunidad, llevamos dentro marcas de dolor, pérdidas, incertidumbres. Y, sin embargo, aquí estamos. Y eso es un milagro.

Hoy, al haber vuelto, el Señor nos recuerda que no hace falta tenerlo todo perfecto para que Él esté presente. Basta con reunirnos en su nombre, con celebrar su misterio, con levantar el corazón. Lo demás —la belleza material, la restauración, los adornos,— vendrán, con el tiempo y con ayuda. Pero lo fundamental ya lo tenemos: el amor de Dios, la fe del pueblo, y la esperanza que no se apaga.

Por eso quiero invitaros a todos a no dejar que esta alegría se quede sólo en un día. Que este regreso no sea sólo un evento, sino el comienzo de un camino. Que cada uno se sienta parte viva de esta iglesia: con su oración, con su colaboración, con su tiempo y con su fe. Porque no hay restauración verdadera si no es también una restauración interior.

Que no nos pese la tarea, que no nos agote el esfuerzo. Al contrario: que nos estimule. Que cada gesto, por pequeño que parezca, sea como una piedra colocada con amor. Porque estamos edificando, sí, pero no solo paredes: estamos edificando comunión, estamos levantando memoria viva, estamos reconstruyendo un lugar donde Dios seguirá siendo el centro.

Y que nunca olvidemos esto: lo más hermoso de esta parroquia no será nunca su retablo ni sus imágenes —aunque volverán—, sino el corazón de su gente. Sois vosotros —somos nosotros— el verdadero rostro de esta iglesia.

Que la Virgen de Monserrat, restaurada y devuelta ayer mismo que preside nuestro retablo como titular de nuestra parroquia y que ha permanecido con nosotros como una madre fuerte y silenciosa en medio del dolor, siga acompañando cada paso que demos. Que ella, que ha sido consuelo en la prueba, sea ahora inspiración en la reconstrucción.

Hemos vuelto a casa. Comienza el tiempo de volver a levantarla entre todos. Con fe, con amor y con esperanza.

Finalmente invitaros a un vino de honor para todos los que estamos aquí presentes en el convento de las Hermanas Auxiliares parroquiales de Jesucristo Sacerdote.

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