El Pórtico de San Miguel acogió la fiesta del primer año de Elizalde como obispo de Vitoria

San Miguel registraba este domingo algo más de asistencia que en domingos anteriores. Hoy se sumaban los que querían celebrar y dar gracias a Dios por la designación de Juan Carlos Elizalde como obispo de Vitoria, de cuya ceremonia de toma de posesión se cumplía un año. A ello invitaba Rafa, el seminarista de la Diócesis, en la monición de entrada, a ello el mismo Elizalde, quien aprovechaba el rito del perdón para expresarlo y pedirlo ante la numerosa feligresía reunida.
El Evangelio de este domingo era la transfiguración en el Tabor, un texto que contiene, casualidades de Dios, la frase que Elizalde escogió en su día como lema Episcopal y que la va “regalando a todo el mundo”, “esa frase es para ti también” volvía a repetir: “Tu eres mi hijo muy amado”. A lo largo de su homilía se centró en la experiencia de amar y ser amado, en “la transformación que nos lleva de hacer las cosas por obligación a hacerlas por atracción”. En el acompañamiento para lograr “que todos pasemos de la obligación a la atracción” fijaba monseñor Elizalde la misión de obispos, religiosos y sacerdotes. Esa transfiguración a la que cada uno está llamado es la que, según Juan Carlos Elizalde, necesita la Diócesis de Vitoria para irradiar una luz que se contagie y llegue a todos los demás, que también tienen derecho a recibirla.
La eucaristía siguió con signos y simbolismos de fiesta, de celebración, acompañados en el canto por el Grupo Mara – Mara.
Toda la celebración tuvo ese aire de cumpleaños que tendría su broche al final, en el pórtico de la Iglesia cuando dos jóvenes le ofrecieron un pastel con una vela para soplar mientras se le cantaba el Zorionak zuri!
Una fiesta con sabor a cumpleaños, con sabor a “que cumplas muchos más y lo sigamos celebrando”.
En ese marco tan bello del pórtico de san Miguel monseñor Elizalde culminó con la feligresía la fiesta de la efeméride de su ordenación y toma de posesión.

Non solum sed etiam.
El pórtico de la iglesia volvía a recuperar ese sentido ancestral de lugar de encuentro, de compartir, de fiesta. El pórtico ha sido ese espacio que sin ser sagrado ha conocido autos sacramentales y momentos muy sagrados en la vida de personas e instituciones; sin ser espacio litúrgico (salvo en la fiesta del Domingo de Ramos y en la noche de la Vigilia Pascual, que en ambas celebraciones la liturgia comienza en el pórtico), no deja de ser espacio de Dios. El pórtico es un espacio ecuménico, abierto al mundo y a la sociedad, el portal de la casa de Dios en el que recibir a quien no quiera entrar pero no rehúse el encuentro. Es un espacio casi neutral, es un espacio divino y en la periferia. En San Miguel, además, se da la circunstancia de que es un espacio que se prolonga en la balconada, y allí sí que se funde con la sociedad. La mirada maternal de la imagen de la patrona de Vitoria-Gasteiz, la Virgen Blanca, hace que pórtico y balconada cumplan esa función de hall de la casa de Dios.

Pero la fiesta de hoy no ha sido una excepción. Cada domingo, desde la primera Gazte Meza, el pórtico es el lugar de encuentro festivo tras la misa de las 19:30.
La iglesia en Vitoria vuelve a recuperar los pórticos, espacios que habían quedado como lugar de paso, hoy empiezan a recuperar la memoria histórica de su primigenia función. Concejos vecinales, comidas de hermandad, hasta ferias agrícolas han conocido los pórticos de nuestros pueblos, pero sobre todo, lugar de reunión a la sombra, porque quien a buen árbol se arrima, buena sombra le cobija.