"El Misterio Creador, que – como una Danza- nos invita a seguir en el baile del Amor-Misericordia por siempre, para siempre" Ahora es tiempo: Desde una reflexión del Libro del Eclesiastés

la semilla del Reino
la semilla del Reino

"Hay algo... sembrado en lo más profundo de nosotros. Algo que nos incita a con-movernos por y para la vida... nuestra y de los demás"

"Semilla, impulso, que nos mueve en favor de los demás, especialmente de los necesitados..."

“Las cosas son como son”, como solemos decir.

Nacemos y morimos, disfrutamos dichos y padecemos sufrimientos, todos por igual... La felicidad y el sufrimiento, la vida y la muerte, se conjugan en todos los seres humanos, cualquiera sea su procedencia y su forma de vivir. Sino paralelo al resto de los seres vivos con nosotros creados. ¿Y entonces... en qué nos ayuda la presencia de Dios en nuestras vidas?

Hay algo... sembrado en lo más profundo de nosotros. Algo que nos incita a con-movernos por y para la vida... nuestra y de los demás. Una fuerza que se potencia cuando se conoce o se “re-conoce” su Fuente... por el conocimiento precisamente de la Ternura y el Amor para con nosotros: el amparo que Dios-Padre nos entrega y que reverbera en cuantas personas dan testimonio Suyo, desde los antiguos profetas a los modernos, sobre todo con acciones y gestos amorosos y solidarios, nos salva de cuantas pequeñas y grandes locuras nos salpican en la historia humana.

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Qohelet

El testimonio de los discípulos de Jesús de Nazaret contempla la encarnación de Dios mismo en pura entrega amorosa total y absoluta... en redención de todas nuestras faltas, y nos indica un camino a seguir, una inspiración completa a través de sus enseñanzas y sus mensajes... donde la Misericordia es centro de vida.

… Pero pasan los años de nuestra existencia. Nacemos, morimos, sufrimos y gozamos... todos por igual. ¿Por qué hay buenas personas e inocentes que sufren o mueren antes de tiempo, a veces de forma violenta? ¿Por qué hay tramposos y asesinos con vidas ostentosas?

 La tradicional exposición de un posible Juicio de Dios final parece responder a esta inquietud. Pero Qohelet, el personaje protagonista del Libro de Eclesiastés, no se cuestiona esto: “todo es vanidad”, las cosas son como son... viene a decir.

Como el resto de los seres vivos. Si. Pero con la semilla de un no sé qué puesta en nuestros corazones que nos impulsa al anhelo, a la búsqueda, a caminar en esperanza de ser mejores de lo que somos. Semilla, impulso, que nos mueve en favor de los demás, especialmente de los necesitados... Y que nos hace, al conocerlo, desear vivir “en el camino del Señor” con la mesurada alegría de los bienes de la vida y la resignación natural ante nuestra realidad... y con una decidida actuación ante las injusticias padecidas por quienes más sufren.

Se suele comentar que Qohelet es un pesimista. Personalmente me sorprende su realidad y su patente actualidad. Nos cuenta “al pan pan y al vino vino” los hechos, entonces los de una población casi tribal: los mismos que nos suceden hoy enmarañados a veces entre sobrecarga de noticias, ventana de la calle hoy multiplicada por mil ventanas electrónicas que comentan sucesos y nos hacen perder un poco la sensibilidad o, por otro lado, magnificar sensaciones apocalípticas.

Como Job, Qohelet sin duda. Es un creyente que cuestiona una realidad humana, pero no –nunca- a Dios. Analiza su cómo en la vida y hace un ejercicio de asimilación de su por qué en ella... sin cuestionar su creencia en Dios.

Ejercicio del cómo y el por qué, que debemos hacer nosotros, cada cual, en algún momento... y en el cual sabemos, como Qohelet, que no tendremos respuesta para todo, que deberemos asumir cuestiones contradictorias en nuestro conocimiento de nuestra propia forma de vivir y en nuestra relación con el Misterio Creador, que – como una Danza- nos invita a seguir en el baile del Amor-Misericordia por siempre, para siempre...

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