"Las personas no son equipajes perdidos. Son vidas. Historias. Llamadas. Rostros" Barajas: altar del abandono, promesa de justicia

Migrantes Barajas
Migrantes Barajas

Barajas —ese no-lugar que nació para los que van y vienen— se ha convertido, trágicamente, en un refugio sin techo, en un hogar sin paredes, en un purgatorio con pantallas de llegadas y salidas, pero sin destino humano posible

Algunos discursos públicos —infectados de aporofobia, de miedo al pobre, de rechazo al que no encaja— prefieren pintar a estas personas como amenaza antes que como herida. Como obstáculo, no como prójimo. Sin caer en la cuenta que la mayoría siguen buscando trabajo, techo, hogar y dignidad

El Evangelio —al que tantos apelan cuando les conviene— no pregunta por el contrato público ni por el reglamento de competencias. Pregunta: “¿Dónde está tu hermano?”. Y no acepta como respuesta una licitación 

En la víspera de la reunión entre AENA y el Ayuntamiento de Madrid, cuando las carpetas se ordenan y las palabras se ensayan, allá en las terminales de Barajas el frío de la soledad y el abandono sigue siendo real, las mantas siguen siendo préstamo, y la espera sigue siendo condena.

Barajas —ese no-lugar que nació para los que van y vienen— se ha convertido, trágicamente, en un refugio sin techo, en un hogar sin paredes, en un purgatorio con pantallas de llegadas y salidas, pero sin destino humano posible.

Más de 400 personas viven allí como sombras entre pasillos, no por elección, sino por despojo. No llegaron en business ni cargan maletas Samsonite. Llegaron después de haber sido expulsados por un sistema que no tiene sitio para los que no producen, para los que no “acreditan”, para los que no consumen o para los que teniendo trabajo no pueden acceder a un techo digno .

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¿Dónde estábamos todos cuando esto ocurrió?

Escribo tras haber escuchado la Voz de Ivan Lendrino  de Pueblos Unidos en TVE  informando de la visitas – casi como una foto vital - hechas al lugar y denunciando los  gritos cacofónicos de unos políticos contra otros pidiendo  que se supere la crispación en el debate publico.  Pudieron hablar de los “acogidos” en Barajas,  con cerca de 140 personas de las 420  cuya presencia  pudieron constatar, la mayoría con pernoctaciones desde hace muchos meses y , con un 70% de extranjeros de llegadas no recientes . En situaciones y razones de su estancia nada homogéneas y con la mayoría que quiere salir de esa situación. Cuyas respuestas a esta situacion  están muy afectadas  con la problemática de la falta de vivienda y también de recursos de emergencia social. Y procurando entre todos un relato que evite criminalizaciones fáciles o procurando el desbloqueo de la comunicación entre las administraciones     

Hoy, las entidades sociales desde la Mesa de la Hospitalidad (https://www.santegidiomadrid.org/wp-content/uploads/2025/05/COMUNICADO_entidades-sociales_Barajas.pdf)   alzan su voz en un comunicado urgente, claro, incómodo para algunos: piden humanidad. Piden justicia. Piden coordinación. No exigen milagros; reclaman que el Estado, las comunidades y los ayuntamientos cumplan con lo ya firmado: la Carta Social Europea, la Estrategia Nacional contra el Sinhogarismo. Leyes que existen, pero que parecen dormir en despachos bien climatizados.

Y sin embargo, algunos discursos públicos —infectados de aporofobia, de miedo al pobre, de rechazo al que no encaja— prefieren pintar a estas personas como amenaza antes que como herida. Como obstáculo, no como prójimo. Sin caer en la cuenta que la mayoría siguen buscando trabajo, techo, hogar y dignidad  Qué fácil es hablar de “problema de seguridad” cuando no se tiene que dormir entre asientos metálicos ni luchar cada noche por no ser desalojado con una linterna y una orden sin rostro.

Nadie vive en el aeropuerto porque quiere. Barajas no es una elección: es la última estación cuando todo lo demás se ha cerrado.

Pero hoy, en la víspera, aún estamos a tiempo.

Este momento es más que una cita entre administraciones: es un examen de conciencia pública. ¿Qué sociedad somos, si permitimos que el aeropuerto más transitado de España se convierta en el icono de nuestro fracaso colectivo?

El Evangelio —al que tantos apelan cuando les conviene— no pregunta por el contrato público ni por el reglamento de competencias. Pregunta: “¿Dónde está tu hermano?”. Y no acepta como respuesta una licitación.

Este momento es más que una cita entre administraciones: es un examen de conciencia pública. ¿Qué sociedad somos, si permitimos que el aeropuerto más transitado de España se convierta en el icono de nuestro fracaso colectivo?

Pero también es una oportunidad. Porque el dolor, si se acoge, puede parir justicia. Y porque todavía existen entidades sociales —por ejemplo esas que firman el comunicado— que recuerdan a los poderosos lo que es la compasión organizada, el servicio desinteresado, la esperanza encarnada.

Los modelos validos de atención e intervención  nos recuerdan que la verdadera transformación social no comienza por los recursos, sino por la mirada. Por la decisión de ver al otro como hermano, no como expediente. Con  la intuición de que la ternura es también una política pública, y que las estructuras pueden ser humanizadas si se dejan inspirar por la caridad, la justicia y el bien común.

Volver a las esencias no es nostalgia, es profecía. Lo que está en juego en Barajas no es solo un conjunto de camas ni un techo provisional: es la dignidad humana. Es el derecho de cada persona a no ser invisible. A no ser barrida como polvo en nombre del orden.

Cuando los responsables de las Administraciones se sienten en la mesa, que no olviden que no están negociando una estrategia: están decidiendo el destino de seres humanos concretos. Y que en el juicio final, como en Barajas, no habrá excusas ni informes técnicos: sólo una pregunta simple y definitiva:

“Tuve frío, y ¿me abrigaste? Estuve solo, y ¿me miraste?”

Que esta reunión no pase como un susurro. Que sea trompeta.

Y que Barajas deje de ser un altar del abandono… para ser, al fin, un signo de vida, un umbral de justicia, un lugar donde la movilidad humana —como nos recuerda el bendito Papa Francisco— pueda ser regulada de manera que acoja, proteja, promueva e integre.

Porque esos cuatro verbos no son teoría. Son mandato. Son brújula. Son semilla de una sociedad donde nadie tenga que vivir en un aeropuerto porque el mundo no sabe dónde ponerlo.

Que no conviene olvidar tan pronto los verbos del Papa Francisco. Y que no se nos endurezca el corazón mientras repasamos competencias, reglamentos o competencias territoriales. La urgencia no espera.

Las personas no son equipajes perdidos. Son vidas. Historias. Llamadas. Rostros.

Y Barajas, si quiere ser digno de su nombre, tiene que convertirse en punto de encuentro, no de expulsión. En símbolo de acogida, no de olvido. En altar de justicia, no de abandono.

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