"que Dios se haga presente en vuestras familias. Él sabe hacer las cosas bien" Carta de Navidad desde El Salvador

Estas son las cosas del Niño al que celebramos el día 25. Aunque seamos buena gente, a todas nos vienen bien estos dones, tan sencillos y tan profundos al mismo tiempo
| Francisco (Patxi) Loidi
Antiguo Cuscatlán (El Salvador), 17 de diciembre de 2019
Femenino y masculino son inclusivos y los uso indistintamente.
A mis sobrinos y sus familias, a mis hermanos de comunidad, a mis amistades
QUERIDAS TODAS: Se acercan las fiestas de Navidad, fiestas entrañables, en las que celebramos la venida de Jesús al mundo. Son fiestas religiosas de las cristianas y fiestas de familia. Días en los que expresamos mutuamente nuestros mejores deseos para las personas a las que queremos. A todos vosotros os deseo lo mejor que puedo desearos: que Dios se haga presente en vuestras familias. Él sabe hacer las cosas bien. Sabe darnos las bendiciones más verdaderas, que son las del Espíritu Santo, a saber: el amor mutuo con humildad, la aceptación mutua con verdad, una manera nueva de relacionarnos, distinta de la asimetría que impone el sistema dominante. Estas son las cosas del Niño al que celebramos el día 25. Aunque seamos buena gente, a todas nos vienen bien estos dones, tan sencillos y tan profundos al mismo tiempo. Todas nosotras las necesitamos diariamente, como forma de crecer como personas y de ayudar a crecer a los demás. Os deseo que, junto a la buena mesa, la presencia de Jesús se haga realidad en vuestras cenas y celebraciones navideñas.
Estamos aquí tres misioneros compañeros. No podemos olvidar que nuestra opción misionera la tomamos por la gente pobre. Personalmente voy camino de hacer los 25 años aquí. Mis dos compañeros se hicieron misionero antes que yo y han pasado por otros países antes de afincarse en este. La pobreza que afecta a la mayoría del País se parece a una escalera, en cuya cumbre habitan pocas personas y cuyas bases se ensanchan cada vez más, hasta tocar tierra. Estoy actualmente más torpe para moverme y no tengo un contacto tan directo con la gente pobre. Mis dos compañeros acuden regularmente a una zona de mil personas, rodeada de los más lujosos establecimientos, semejantes a los de los países ricos. Probablemente invitaremos a una o dos familias a almorzar con nosotros el día de Navidad. No queremos tener con ellos relaciones asimétricas, sino relaciones simétricas y fraternales.
Actualmente vivo en una casa femenina de formación, donde habitarán diez estudiantes universitarias a partir de enero. Han sido siete y en enero se suman tres. Estos días están con sus familias. El objetivo de la casa es ofrecerles una excelente formación humana y cristiana. Hacen una carrera en la universidad y reciben en nuestra casa formación humana y cristiana. Después decidirán ellas mismas su camino. Pueden optar por el matrimonio o por el celibato. En ambos casos pueden ser miembros de nuestra comunidad, con su forma de vida propia. A esta tarea me dedico obre todo. Me gusta y, según las evaluaciones, estamos contentas ellas y yo.
Mi estado de salud es bastante bueno para los noventa años que he cumplido hace dos meses. Sin embargo he recibido indicaciones claras de disminuir mi trabajo, a las que he comenzado a hacer caso. Debo trabajar menos y descansar más.
En años anteriores, mis cartas de Navidad han sido relativamente largas. Este año me veo obligado a escribir una carta más breve. Termino con una plegaria poética, que habla de cómo celebrarían María y José la primera Navidad. De nuevo mis mejores deseos para todas.
PATXI LOIDI
La primera navidad
La Navidad de María y José
Y María le dijo:
No voy a poder más…
La hora llega, está llegando,
cada vez tira más.
José se puso pálido
y no podía hablar,
hasta que al fin balbuceó:
No sé qué hacer, cariño mío…
Ella se acurrucó en el suelo,
mientras José corría.
No pudo entrar a la posada.
Y le indicaron con el dedo:
“En el establo”.
Los dulces gritos de María
eran un canto de ángeles.
Y las lágrimas de José,
perlas tempranas de rocío.
Porque la noche en medio de su curso,
había amanecido con el Niño.
Y se acercaron los pastores,
el desecho social.
Y descubrieron algo misterioso,
que nadie hubiera visto.
Eran personas muy sencillas.
Ojos de los sencillos ven a Dios.
