(JCR).- Cuando veo las imágenes de los ataques y venganzas en la República Centroafricana en la televisión me da miedo de que los espectadores occidentales puedan caer en la imagen simplista de los africanos salvajes que se matan entre ellos a golpe de machete.
Al mismo tiempo que no se puede negar la realidad de la violencia que azota este país desde hace más o menos un año -y sin olvidar las causas, algunas de las cuales están bastante cerca del mundo occidental- hoy quiero rendir un pequeño homenaje a muchos centroafricanos que están arriesgando mucho por la reconciliación y la paz. Entre las numerosas historias positivas que he escuchado durante los últimos días, me permito ofrecer una que conozco mejor.
Dieudonné es un joven sacerdote de la diócesis de Alindao. En marzo de este año, cuando los rebeldes musulmanes de la Seleka llegaron a su parroquia, atacaron el lugar y realizaron numerosos destrozos. Él mismo, amenazado de muerte, tuvo que escapar en piragua y cruzar el río Mbomou a la otra orilla, en la República Democrática del Congo, junto con una buena parte de sus feligreses, que forman parte de los más de 80.000 centroafricanos que se han visto obligados a huir a países vecinos. Otros 600.000 son desplazados internos. Un número enorme, si se tiene en cuenta que la población de la República Centroafricana apenas cuenta con 4 millones y medio de habitantes.
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