¿Continuará Prevost la senda marcada por Francisco con respecto a la Obra de Escrivá de Balaguer? El ‘Opus Light’: la convivencia en Chiclayo de León XIV con la variable “menos radical” del Opus que podría marcar el modelo a seguir

Ocáriz saluda a León XIV
Ocáriz saluda a León XIV @Vatican Media

El interés del Papa agustino por la organización fundada por Escrivá de Balaguer es más que evidente. Y no es para menos. Sobre la mesa, la reforma de los estatutos, reclamada por su predecesor, el papa Francisco, y la situación del santuario de Torreciudad, tras el enfrentamiento entre el Opus y el obispo de la diócesis que vio nacer a su fundador

Si algunos apuntan que el papa Prevost sigue en ciertos aspectos la senda marcada por el Pontífice argentino, ¿la seguirá también en la de unas relaciones que, aunque presididas por la cordialidad, dejaban entrever una cierta desconfianza y, diría, una manifiesta frialdad?

Prevost, a quien Francisco seguía la pista desde sus tiempos en Buenos Aires, fue de alguna manera punta de lanza de la renovación del Episcopado peruano tras una etapa caracterizada por el desembarco de obispos de la Obra. Entre 1982 y 2001, es decir, a lo largo de todo el pontificado de Juan Pablo II, el Opus llegó a tener 8 obispos

No había pasado ni una semana desde su elección cuando el papa León XIV ya había recibido en audiencia al prelado y al vicario del Opus Dei, y no se había cumplido el mes cuando recibió al cardenal Gianfranco Ghirlanda y a monseñor Alejandro Arellano Cedillo, ambos relacionados con el espinoso asunto de la reforma de los estatutos de la Obra.

Así pues, el interés del Papa agustino por la organización fundada por Escrivá de Balaguer es más que evidente. Y no es para menos. Sobre la mesa, la reforma de los estatutos, reclamada por su predecesor, el papa Francisco, y la situación del santuario de Torreciudad, tras el enfrentamiento entre el Opus y el obispo de la diócesis que vio nacer a su fundador.

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La expectación es máxima ante la resolución de ambas cuestiones, aunque sobre todo con la reforma de los Estatutos tras la bajada a la dura realidad que supuso al Opus Dei el motu proprio Ad Charisma tuendum, promulgado hace ahora justo tres años. Pero si hay curiosidad por ver en qué queda el nuevo marco estatutario, no es menor la expectativa ante cómo enfocará León XIV las relaciones con esta importante realidad eclesial, aunque declinante en los tiempo del papa Bergoglio.

Si algunos apuntan que el papa Prevost sigue en ciertos aspectos la senda marcada por el Pontífice argentino, ¿la seguirá también en la de unas relaciones que, aunque presididas por la cordialidad, dejaban entrever una cierta desconfianza y, diría, una manifiesta frialdad?

El Papa, con Ocáriz y Fazio, el pasado 14 de mayo
El Papa, con Ocáriz y Fazio, el pasado 14 de mayo Vatican Media

Aunque en esa primera audiencia con Fernando Ocáriz y Mariano Fazio se percibió cordialidad, las pistas para saber cómo puede enfocar el papa León su relación con el Opus Dei hay que ir a buscarlas a Chiclayo, diócesis peruana de creación reciente (1956) y a donde llegó el agustino Robert Francis Prevost Martínez como obispo en 2015, para sustituir al obispo de origen español Jesús Moliné, quien, como sus dos antecesores, pertenecía a la Obra.

Los tres primeros años en Chiclayo fueron complicados para Prevost, según apuntan las fuentes. Llegó hablando de la sinodalidad que emanaba del Vaticano II cuando esa gran apuesta que Francisco materializaría en dos sínodos aún estaba solo en la cabeza del Papa argentino y trató de poner en práctica la corresponsabilidad, cuestiones que no suelen costar demasiado en algunas congregaciones religiosas, y que él mismo había tenido que poner en práctica como prior general de la Orden de San Agustín. Así, promovió un mayor protagonismo de los laicos, dio más responsabilidades a las mujeres y puso en valor los ministerios sociales y juveniles. Y los pobres se convirtieron en una prioridad.

Prevost, en la diócesis de Chiclayo
Prevost, en la diócesis de Chiclayo DdC

Prevost, a quien Francisco seguía la pista desde sus tiempos en Buenos Aires, fue de alguna manera punta de lanza de la renovación del Episcopado peruano tras una etapa caracterizada por el desembarco de obispos de la Obra. Entre 1982 y 2001, es decir, a lo largo de todo el pontificado de Juan Pablo II, el Opus llegó a tener 7 obispos (la mitad, nacidos en España), además del Arzobispado de Lima, que le conllevó, en la persona del controvertido Juan Luis Cipriani, el primer cardenalato para la realidad eclesial fundada por san Josemaría.

'Contrarreforma' contra la Teología de la Liberación

El papa Wojtyla, que encontró en el Opus Dei un fiel aliado, hizo del Perú una especie de laboratorio para la ‘contrarreforma’ a la Teología de la Liberación, entonces en expansión en el país de la mano del teólogo Gustavo Gutiérrez. De esta manera, los obispos del Opus, según las fuentes consultadas en el propio país, fueron enviados a zonas donde esa teología arraigaba más, zonas con campesinos pobres, indígenas, y deprimidas económicamente.

“Eran zonas muy golpeadas por la violencia y, por supuesto, allí no había mayor trabajo por los derechos humanos. Ahora, el caso de Chiclayo es distinto, porque esta diócesis ni es una zona de habla quechua, ni es una zona muy pobre; se trata de una región más desarrollada económicamente en la costa. Y en esa zona se nombraron a varios obispos del Opus Dei”, señalan fuentes de la Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP).

Esos nombramientos -entre los que hay que contar los de dos miembros del Sodalicio- surten el efecto esperado y “la pastoral hasta entonces existente se corta, así como las acciones de solidaridad y en favor de los derechos humanos y se vuelve una iglesia más orientada a los sacramentos, las procesiones… Algo que puede ser normal en otros países, pero que en el Perú no lo es”, añade la fuente.

El obispo Prevost, en Chiclayo
El obispo Prevost, en Chiclayo DdC

Se van sustituyendo un modelo eclesial por otro y, de hecho, al año de su canonización, la catedral de Chiclayo colgó un retrato de Escrivá de Balaguer. Y aunque al comienzo hubo sus reticencias con el obispo agustino que les había enviado el Papa jesuita, Prevost supo enseguida que tendría que poner sin dilación en práctica la unidad del carisma del de Hipona.

Dispuesto a hablar con todos, nada proclive a ‘militar’ en facciones eclesiásticas, Prevost va nombrando a personas de su confianza, algunas llegadas de fuera, lo que exacerba la desconfianza de algunos, pero la apuesta que pone en pie, él y sus nuevos colaboradores, es la de tender puentes con todo el clero, también con los sacerdotes de la Obra, que sólo habían trabajado, en las últimas décadas, bajo las órdenes de los discípulos del santo de Barbastro.

“En lo esencial, unidad; en lo dudoso, libertad; en todo, caridad”. El obispo Prevost se puso a trabajar la máxima agustiniana y en vez de hacer ‘limpia’, como algunas habían pensado, contó con todos los que se dejaron y él se dejó contar también con él. De hecho, todos los años, el actual Papa presidía una misa en la catedral en memoria de san Josemaría.

El Opus ‘Light’

El obispo Prevost pudo ir recomponiendo la estructura de una diócesis que encontró “muy fragmentada”. El suyo no era un estilo impositivo, pero también es verdad que en Chiclayo se encontró con lo que las fuentes consultadas denominan el “Opus Light”, por contraposición al que había cercenado el experimento de la Teología de la Liberación y, por supuesto, el que hizo de Lima el feudo del cardenal Cipriani. Y estos, por dos motivos.

El primero, la propia idiosincrasia de la diócesis de Chiclayo, donde había ya una importante tradición agustiniana, con varios colegios con los cuales no pudieron competir los del Opus, y más desarrollada que las del sur andino. “La zona de Chiclayo es más comercial, con mucha clase media, con un sector profesional, con lo que la Teología de la Liberación había tenido menos penetración al no estar sometida la población a unas condiciones de pobreza extrema”.

“El colegio más importante de Chiclayo es el colegio San Agustín, que es el colegio donde van todas las personas de clase media y clase alta. Es un colegio inmenso que tienen allí los augustinos. Y luego hay colegios muy chiquitos del Opus Dei, pero va muy poca gente…”, apostilla.

Con los nuevos presbíteros salidos del Seminario Mayor Santo Toribio de Mogrovejo
Con los nuevos presbíteros salidos del Seminario Mayor Santo Toribio de Mogrovejo DdC

Y la segunda, probablemente relacionada con la primera, está en lo que desde la PUCP califican el “Opus Light”, que se difundió en la diócesis a través de la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz y sus curas más ‘moderados’, exigentes en lo doctrinal, pero con una cierta apertura en comparación con los de otras diócesis opusdeístas, y que transmitieron a través del Seminario Mayor Santo Toribio de Mogrovejo y la Universidad Católica Santo Toribio de Mogrovejo, fundada por los obispos del Opus.

“El Opus 'Light' de Chiclayo no era tan radical y rígido como el Opus Dei que había en la zona de la sierra. Y allí, en Chiclayo, el último obispo que estuvo del Opus fue Jesús Moliné. Yo he estado en eventos sobre derechos humanos, que los promovía el propio Moliné, y donde participan personas abiertamente de izquierdas, y no había un rechazo fundamentalista”.

Prevost y Moliné
Prevost y Moliné

Por eso, añade la fuente, “se considera que aquel era un ‘Opus Light’, no era un Opus radical, esos obispos le daban tolerancia a los sacerdotes que eran partidarios de una antropología de la liberación para que pudieran seguir trabajando en las zonas populares. Nada de aquello hubiera sido imposible de hacer en Ayacucho o en Abancay, porque allí, los miembros de la Obra sí eran militantemente conservadores”.

Como en Lima, añade, pero con un agravante. “Cipriani fue un gran problema, muchos dudábamos de su postura fuese realmente cristiana”, señala esta fuente, que recuerda como su ministerio en la archidiócesis capitalina “afectó muchísimo al prestigio e imagen de la Iglesia. Su discurso sumamente reaccionario hizo mucho daño a la credibilidad de la Iglesia y a su vínculo con los sectores populares”.

Es probable que con ese Opus Dei que encarna Cipriani, el papa León XIV tuviese más problemas, por mucho que buscase la unidad y la comunión. Durante cuatro años coincidieron en el seno de la Conferencia Episcopal Peruana, donde uno, Prevost, junto con otros pastores, como el sucesor de Cipriani en Lima, Carlos Castillo, consiguió abrir no sin muchas dificultades la senda para la escucha a la víctimas de abusos que otros, buena parte del aquel Episcopado, quiso ignorar o directamente encubrir.

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