Una metáfora con sabor a acontecimiento "Cruzar Fronteras"

"Cruzar fronteras no refiere solamente a un suceso geográfico. Es una metáfora con sabor a acontecimiento, de esos que dejan huella y surco en nuestras vidas, señales de vida bien vivida y potencial crecimiento"
"Cruzarles examinan nuestra conciencia, revelan nuestras íntimas convicciones y posicionamientos existenciales, pero también desnudan nuestras cegueras y fríos rigorismos"
"El Evangelio de hoy se trata de esto. Jesús cruza una frontera, se va al extranjero, a territorio pagano considerado enemigo, una mujer extranjera fue oportunidad de crecimiento para Jesús para que desarrollara su autoconciencia mesiánica. Lo incomodó, desafio su pensamiento y Jesús se dejó desafiar, entrando en dialogo"
"Quizás la fe tendrá que ver con esta actitud, no tanto una fe tribal, de pertenecer a tal o cual grupo, religión o nación, sino la actitud de confianza radical que lleva a tener una acción audaz, llena de coraje, como la de esta mujer"
"El Evangelio de hoy se trata de esto. Jesús cruza una frontera, se va al extranjero, a territorio pagano considerado enemigo, una mujer extranjera fue oportunidad de crecimiento para Jesús para que desarrollara su autoconciencia mesiánica. Lo incomodó, desafio su pensamiento y Jesús se dejó desafiar, entrando en dialogo"
"Quizás la fe tendrá que ver con esta actitud, no tanto una fe tribal, de pertenecer a tal o cual grupo, religión o nación, sino la actitud de confianza radical que lleva a tener una acción audaz, llena de coraje, como la de esta mujer"
| Patricio Lynch Pueyrredon
Cruzar fronteras no refiere solamente a un suceso geográfico. Es una metáfora con sabor a acontecimiento, de esos que dejan huella y surco en nuestras vidas, señales de vida bien vivida y potencial crecimiento.
Comparto algunos ecos y resonancias.
Cruzarles examinan nuestra conciencia, revelan nuestras íntimas convicciones y posicionamientos existenciales, pero también desnudan nuestras cegueras y fríos rigorismos.

Al cruzar dichos umbrales entramos en el ámbito de lo desconocido. La travesía significará hacer un verdadero éxodo, una salida hacia los márgenes muchas veces introyectados para atravesarles y arriesgarnos a transitar terruños nuevos.
El margen suele molestar, lo evitamos e ignoramos, buscando siempre movernos en el centro, en sus espacios y lógicas que brindan certidumbre y sensación de familiaridad. Sabemos el resultado: una vida rutinaria y aletargada.
Lo habitual y conocido correrá siempre el riesgo de convertirse en ceguera, en la incapacidad de ver más allá de nuestro pequeño mundo y descubrir las riquezas de la universalidad.
Cruzar fronteras podrá generar resistencia y miedo, vivenciarlas como amenaza y peligro. Claro… es que uno ya no está en control, famosa quimera casi omnipresente en la humanidad. ¿Quién no busca querer tener todo bajo control?
Esta seducción a la certidumbre y a la comodidad expresa una búsqueda existencial de construir sobre suelo firme y conocido. En el fondo tenemos miedo. Podrá otorgar cierta tranquilidad e ilusión de estabilidad, pero quitan vitalidad, oportunidad y misterio. Lo opuesto a ellas son el riesgo y la incomodidad. Aunque llame la atención, esto si tiene olor a amor. El amor verdadero es riesgo e incomodidad, es novedad y puerta al misterio, es vulnerabilidad y éxtasis. Siempre es salida, siempre es éxodo, siempre es travesía, nunca es cerrazón y búsqueda de seguridades.

Sabemos bien que sin el riesgo y la incomodidad no hay crecimiento ni transformación posible, no hay misterio ni novedad. ¡Sólo estancamiento vital!
Quizás vivir es aprender a cruzar fronteras, aprender a convivir con la dimensión mistérica de la vida que te invita a adentrarte con valentía en el advenimiento de lo desconocido.
Cruzar fronteras ayuda a percibir formas nuevas de hacer las cosas, distintas creencias y diversidad de culturas. Al hacerlo advierto que mi horizonte de comprensión es pequeño, que he vivido centrado en mi diminuto mundo, usando un prisma de lógica tribal. Quizás es tiempo de dejar atrás estos anteojos y ampliar la mirada. Cruzar fronteras supone dejar atrás prejuicios, juicios sumarios, racismos y discriminaciones.
Pero ojo, podemos atravesar fronteras, pero el problema está en el cómo lo hacemos:
Atravesarles con la arrogancia de pensar que nada hay nuevo para aprender y la prepotencia de querer imponer mi verdad, siempre con aires de superioridad y fantasías de grandiosidad.
O puedo cruzar y atravesar las fronteras con una sana y vulnerable apertura, que se deja afectar por lo nuevo, dispuesto a aprender y cuestionar las propias creencias y convicciones.
Quizás el encuentro con el Otro y con los otros me hagan reflexionar en la necesidad de desaprender, en especial aquello enquistado y enmarañado. Es tiempo ya...
Cruzar fronteras nos podrá ayudar a advertir que muchas veces funcionamos con lógicas tribales y su reducido horizonte de comprensión.
Claro que atravesamos las fronteras desde nuestras cosmovisiones, ¡por supuesto!, pero será importante reconocer que siempre están en construcción y deconstrucción, negarlo será necedad. O fanatismo…
El Evangelio de hoy se trata de esto. Jesús cruza una frontera, se va al extranjero, a territorio pagano considerado enemigo.
Viaja a Tiro y Sidón, arriesgándose a salir de su mundo judío, de su mundo conocido. La consecuencia la conocemos.
Una mujer pagana le sale al encuentro y le clama por su hija. Parece contradecir y molestar a Jesús, quien le responde con indiferencia e inusual dureza. La actitud y respuesta de la mujer lo conmueven. Dios mismo le está hablando a Jesús desde esta mujer. A partir de allí el mensaje de Jesús se hace para todos, se universaliza. Una mujer extranjera fue oportunidad de crecimiento para Jesús para que desarrollara su autoconciencia mesiánica. Lo incomodó, desafio su pensamiento y Jesús se dejó desafiar, entrando en dialogo.
Ambos se dejaron afectar. Para que existe un encuentro real tiene dejar rastro, huella, no es inmaculado. Si uno sale igual, no hubo encuentro sino interacción. Jesús se dió cuenta de lo siguiente: Viene no sólo para las ovejas descarriadas de Israel, sino para todos los hombres.Jesús desaprende y aprende a la vez. Claro! Es verdadero hombre!

Jesús valora la fe de esta mujer. «Mujer, qué grande es tu fe: que se cumpla lo que deseas».
Quizás la fe tendrá que ver con esta actitud, no tanto una fe tribal, de pertenecer a tal o cual grupo, religión o nación, sino la actitud de confianza radical que lleva a tener una acción audaz, llena de coraje, como la de esta mujer.
Dios mismo cruzó la frontera entre la divinidad y la humanidad, la trascendencia y la inminencia, la lejanía y la cercanía! La Encarnación es el Puente!
Por eso el Dios de Jesús siempre invita a una travesía y a cruzar fronteras.
Quizás cruzar fronteras a lo largo de la vida será una preparación para la última frontera existencial que algún día a todos nos llegará. Allí no tendremos alternativas ni excusas. Será tiempo de cruzar y nos podremos preguntar: ¿Qué habrá detrás de este cruce de frontera? Como la mujer sirio-fenicia, sólo la fe y el amor será lo único a llevar en este último cruce. Buena travesía!

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