Jairo del Agua Entréme donde no supe IV
(Jairo del Agua).- La expresión "personal" no tiene nada que ver con apropiación, limitación o capricho. El Dios que se revela en el interior de la persona es siempre universal, eterno, único, total.
Sin embargo, la experiencia de ese "más que yo" dentro de mí se concreta con tintes subjetivos. Es decir, el agua del manantial adquiere los contornos del cántaro, del sujeto de la experiencia.
La percepción (sensación) de esa íntima Presencia puede percibirse como Todo, Infinitud, El que es, Eterno, Padre, Amor, etc. Incluso se vive esa Presencia sin intuir un nombre, como quien está inmerso en lo desconocido, en lo misterioso y sublime.
Otras veces esa Presencia toma el nombre de aspiraciones concretas que habitan nuestro ser. Se trata del fenómeno, ya descrito, de comprobar vitalmente (por sensación profunda) que nuestras limitadas "aspiraciones de ser" tienen una prolongación infinita más allá de nuestro ser. Entonces nombramos esa Infinitud, que se hace presente en nuestro interior, con el mismo nombre de nuestra aspiración o rasgo de ser.
Un ejemplo puede ser este verso de san Juan de la Cruz: "De paz y de piedad / era la ciencia perfecta / en profunda soledad / entendida (vía recta) / era cosa tan secreta / que me quedé balbuciendo / toda ciencia trascendiendo" (1).
La experiencia de la Transcendencia se da, por tanto, con mi color, con mis características, en la realidad concreta de mi ser y de mi persona. La vida se encarna en nosotros, las experiencias transcendentes también.
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