Inauguró un nuevo estilo de ser obispo conforme a las enseñanzas del Vaticano II La Fiesta de San Juan de Ávila 2019 y las bodas de diamante sacerdotales de Nicolás Castellanos

"Siguiendo la sensibilidad conciliar y los signos de los tiempos, puso en práctica un camino de sinodalidad, al que hoy el Papa Francisco está concediendo gran trascendencia en su pontificado"
"Munilla cerró el seminario y no lo llevó a alguna Facultad de Castilla y León, sino ¡a Madrid!"
| Luis Ángel Montes Peral
Hoy 10 de mayo, conmemoración de San Juan de Ávila, el clero español celebra su fiesta. En muchas diócesis se aprovecha el día de nuestro Santo Patrono, el último Doctor de la Iglesia junto con mi admirada Santa Hildegarda de Bingen, para recordar efemérides significativas en la vida y misión de los presbíteros. Este año en Palencia tenemos un sacerdote, que fue ordenado hace setenta años. Siete festejan las bodas de diamante y ocho las de oro. No contamos con ninguno de bodas de plata. Esta mañana a las once, presididos por nuestro Obispo, celebraremos una jubilosa Eucaristía en su honor y una charla en consonancia con el momento. Acabaremos con una comida de fraternidad. A todos los homenajeados vaya mi sincero reconocimiento, mi oración y una cordial felicitación llena de gratitud.
Entre los que celebran los sesenta años de sacerdocio se encuentra Nicolás Castellano Franco O.S.A. Su ordenación exacta tuvo lugar el 2 de julio de 1959. He querido usar Religión Digital, donde Nicolás mantiene una reconocida página, para hacer memoria de un pasado granado, que en esta gozosa jornada conviene ser recordado y valorado con sentida acción de gracias a Dios. ¡Aunque el exceso de memoria daña la vida, qué reconfortante y liberadora resulta activarla para honrar las grandes ocasiones!
Leonés pero palentino
Nicolás Castellanos, nació el 18 de febrero de 1935 en Mansilla del Páramo (León), pero él siempre se ha sentido palentino, por los muchos e importantes años transcurridos en Palencia y por los fuertes vínculos de toda clase que le unen con esta tierra. Aquí tiene una calle con su nombre y ¡hasta un puente! Aquí estudió de adolescente y de joven; fue profesor, padre espiritual y director de un colegio agustino. De aquí salió, cuando le hicieron provincial de la orden. Aquí sobre todo fue obispo de Palencia desde el 27 de julio de 1978 hasta el 4 de septiembre de 1991, fecha en que la Santa Sede aceptó su renuncia voluntaria. Aquí se le ha ayudado mucho para sus actividades misioneras. Y por último aquí tiene su segundo domicilio.
Su sacerdocio ha recorrido tres etapas bien distintas: La primera como religioso agustino. La segunda como obispo de Palencia. Y la tercera como misionero en uno de los suburbios más pobres de Santa Cruz de la Sierra, la gran ciudad de Bolivia; suburbio que él ha ayudado a transformar de forma efectiva y sorprendente.

Me voy a referir exclusivamente a su etapa episcopal, que es la que he conocido de primera mano, ya que como sacerdote diocesano la recorrí siempre en comunión y estrecha colaboración con él. En modo alguno pretendo considerar toda su rica trayectoria personal en valores humanos, cristianos y sacerdotales. Otros podrán hacerlo o quizá él mismo, si un día se decide a publicar sus memorias o algo parecido a ellas. Desde luego le gusta recoger el pasado y le encanta escribir. Lo hace con envidiable frecuencia, compartiendo con muchos sus reflexiones. A veces uno se pregunta, de dónde saca tiempo para tanta actividad. Dada la fiesta que celebramos, me voy a referir casi exclusivamente a su relación con los sacerdotes y con los seminaristas de la Diócesis de Palencia.
Nicolás obispo de Palencia
Me enteré que Pablo VI había elegido a Nicolás como obispo de Palencia (el último que nombró) por el Diario El País, estando en Nueva York. Allí pasaba el verano de 1978, el año de los tres Papas, ayudando pastoralmente en una parroquia de Staten Island. Cuando llegó a Palencia me encontraba acabando la tesis doctoral en Múnich. Ya entrado 1979 recibí una carta suya, que aún conservo, en la que me invitaba a regresar a la Diócesis y hacerme cargo de la formación permanente de los sacerdotes, labor en la que he permanecido hasta el día de hoy. Con gozo le di una respuesta afirmativa y en octubre de ese mismo año de 1979 me estrené en la apasionante tarea de servir en la tarea formativa a los presbíteros palentinos, haciendo camino con mi obispo y con los hermanos sacerdotes.
Durante su episcopado en Palencia Nicolás fue querido, diría que muy querido, por la gran mayoría de los sacerdotes. Pienso que sobre todo por estas cuatro razones principales, aunque hay más.
- Inauguró un nuevo estilo de ser obispo conforme a las enseñanzas del Vaticano II. Él siempre ha querido guardar fidelidad inquebrantable al Concilio y ha desarrollado su actividad pastoral siguiendo sus pautas. Por encima de todo aparecía como cercano, dialogante, muy pegado a los problemas pastorales en una cultura nueva y en una etapa decisiva del pueblo español. Se estaban dando los primeros pasos en la democracia y hacía ya diez años que había pasado el mayo del 68, mientras la descristianización de Occidente continuaba, algo que desgraciadamente no ha parado hasta el día de hoy; erosión de la fe que llegaba también a las pequeñas diócesis más de lo que podíamos pensar. Por encima de todo procedía como un pastor solícito, de vitalidad incansable, que acompañaba a los sacerdotes en la tarea conjunta de animar y fortalecer a la Iglesia de Palencia, «comunidad de comunidades», en los valores del Evangelio y en los retos marcados por la sociedad. Pronto se rodeó de un equipo competente, que le ayudó a dar un paso bien significativo de una pastoral de cristiandad a una pastoral misionera, alentando para ello las zonas pastorales y potenciando las fraternidades sacerdotales, que se fueron creando en los pueblos rurales.
- Siguiendo la sensibilidad conciliar y los signos de los tiempos, puso en práctica un camino de sinodalidad, al que hoy el Papa Francisco está concediendo gran trascendencia en su pontificado. Este permanente cometido marcó dos acontecimientos mayores. 1) La celebración del XX Sínodo, que duró los años 1987 y 88, y en el que participó el Pueblo de Dios de manera bien significativa. Algunos de sus efectos aún se están notando en el presente, pero tratar este tema bien merecería un monográfico. 2) La celebración de una Asamblea Presbiteral, cuya preparación se extendió durante unos meses. Los días 30 de abril, 1 y 2 de mayo de 1990 pasamos tres días inolvidables en Palencia, en el mismo lugar donde hoy vamos a celebrar nuestra fiesta. El presbiterio diocesano en casi su totalidad y los seminaristas mayores abordamos la reevangelización de nuestras comunidades, así como los problemas humanos, espirituales, formativos, pastorales, distribución del clero y económicos. Se establecieron también normas relacionadas con los nombramientos. En nuestros trabajos estuvieron presentes las cuatro dimensiones formativas en la vida y misión de los sacerdotes, propuestas en la Exhortación Apostólica Postsinodal de Juan Pablo II Pastores Dabo Vobis (PDV), que aparecería el 25 de marzo de 1992, recogiendo las aportaciones del Sínodo de los Obispos de octubre de 1990.

- Favoreció siempre la formación integral de los sacerdotes y no escatimó medios, dentro de los límites de una diócesis pobre en recursos, para que los presbíteros tuviéramos una preparación de acuerdo con las necesidades del pueblo de Dios y las exigencias del mundo de hoy, siempre en claves de fraternidad. Los mejores teólogos españoles pasaron por Palencia para exponer temas teológicos y pastorales de especial incidencia y siempre con mordiente de actualidad. Poseía una habilidad especial para marcar los tiempos precisos y no demorarse en ellos, así como para encontrar nuevos espacios de evangelización y formas renovadas de espiritualidad sacerdotal. Buscó una mejor coordinación entre sacerdotes y religiosos, promoviendo encuentros para el mutuo conocimiento y sobre todo para el servicio conjunto a la familia de los hijos y hermanos del Reino, que es la Iglesia en cualquier circunstancia. Puso en funcionamiento los tres Consejos Diocesanos el presbiteral, el religioso y el laical, haciendo hincapié en la misión específica de cada uno y en el modo de coordinarse.
- Cuidó con esmero la buena marcha del Seminario, la competencia de los profesores y el bienestar integral de los seminaristas, ordenando en sus trece años de episcopado a 44 sacerdotes, ordenaciones que se tuvieron en los pueblos de origen con gran alegría de los fieles. (También ordenó a muchos religiosos de distintas partes de la geografía hispana. Algunos ahora ocupan puestos relevantes en sus congregaciones y en instituciones de la Iglesia española. Una anécdota que he conocido la semana pasada. Ordenó conjuntamente a siete religiosos del Verbo Divino, cuatro de ellos han llegado a ser provinciales, entre los que figura el actual). Dio los primeros pasos en la afiliación del Seminario a la Facultad de Teología de la Universidad Pontificia de Salamanca, preocupándose de que los estudios sacerdotales pudieran tener el reconocimiento eclesial y estatal debido. No pudo culminar su deseo, algo que llevó a cabo con éxito más tarde el obispo Rafael Palmero Ramos.
En muchas ocasiones había dicho que después de unos años en la Diócesis, quería marchar a América como un misionero más. Aunque confieso que no me lo acababa de creer, cumplió su promesa ¡y ya lo creo que la cumplió! A finales del mes de agosto de 1991 me escribió a Alemania, donde me encontraba aquel mes, para comunicarme que el Papa había aceptado su renuncia y anunciarme su despedida. La noticia me estremeció, porque en ese momento no me la esperaba. Me hizo llorar de pena y de alegría a la vez. Aunque a muchos nos hubiera gustado que continuara alentando la Iglesia de Palencia, no dejábamos de reconocer que las misiones tenían mucha más necesidad que los creyentes palentinos, que hemos derrochado hasta hace poco un gran lujo de lo sagrado. Ahora contamos con escasez de sacerdotes, se han reducido mucho, por falta de recambio, los mil misioneros que en su tiempo tuvimos por el mundo. Y el Seminario… ¡ay el Seminario!
El cierre del Seminario
Ya que me he puesto a hablar del seminario, es bueno recordar cómo se encuentra en la actualidad, aunque en la marcha posterior a su partida, después de su renuncia al episcopado, no ha tenido ninguna participación más. Hoy precisamente celebraremos la fiesta de San Juan de Ávila en las instalaciones del que fue Seminario Menor. Dado que se veía venir la escasez creciente de vocaciones y estas provenían o podían venir sobre todo de la ciudad, él mismo lo trasladó de Carrión de los Condes a la capital, como sitio más favorable para poder tener más éxito en esta tarea.

En 2007 el Seminario Mayor de Palencia, tan apreciado por los palentinos, que había estado abierto desde la puesta en práctica de las decisiones del Concilio de Trento, con escasas interrupciones, cerró sus puertas. Algo que conmocionó a la inmensa mayoría de los sacerdotes, a los agentes de pastoral más activos en la marcha eclesial y a una parte del pueblo de Dios. Expresamos nuestra discrepancia de diversas formas. El obispo Munilla, en aquel momento el más joven de todo el episcopado español, suspendió las actividades académicas en Palencia y trasladó la formación de los seminaristas a la Facultad de Teología de San Dámaso a Madrid. Dicho en román paladino: cerró el seminario y no lo llevó a alguna Facultad de Castilla y León, sino ¡a Madrid! Y nada le hizo cambiar su opinión. Los mismos obispos de las Diócesis de la Región del Duero, cuando les comunicó la noticia, quedaron sorprendidos. Alguno de ellos me ha expresado personalmente su sorpresa.
Dicho sin ninguna acritud pienso que la clausura del seminario y sobre todo el modo cómo se hizo constituyó, este es mi parecer personal y lo expongo con franqueza y lealtad a la institución, la peor decisión que ha tomado un obispo de Palencia después del Concilio Vaticano II.
Munilla: el adiós al Seminario
Cuando aún no hacía un año que se encontraba entre nosotros, José Ignacio Munilla como Obispo de la Diócesis, escribió una larga carta personal a cada sacerdote con fecha del 7 de mayo de 2007, en la que expresaba la firme decisión de «ubicar entre semana nuestro seminario en Madrid, asistiendo a las clases de la Facultad de San Dámaso». Sin incluir el Curso de Pastoral, en ese momento el ciclo institucional de teología contaba con cinco seminaristas. De ellos tres han llegado al sacerdocio.
Y más adelante proseguía: «Hoy comunico al Consejo Presbiteral esta decisión, pero no quiero dar la falsa impresión de someter a consulta una decisión que ya tengo tomada. El obispo tiene encomendada por la Iglesia, de una manera muy especial y muy urgente, la responsabilidad de la sucesión del ministerio sacerdotal. Ninguna otra tarea está tan sometida a la responsabilidad directa del obispo, como la animación de la pastoral vocacional y la formación de los seminaristas.
«Para llevar a cabo esta decisión, he entendido que el sigilo y la discreción eran absolutamente necesarias. No he comunicado al mismo Equipo de Gobierno mi determinación hasta tener la decisión bien madurada. A los superiores de nuestro Seminario, se lo he comunicado recientemente.
«Lo he hecho así porque, lo contrario —someter este asunto a un largo debate—, hubiese podido escenificar divisiones, lecturas ideologizadas y pudiera haber revuelto el ambiente del seminario de una forma inadecuada. Dado que la responsabilidad es mía y puesto que procedo con la certeza suficiente de estar dando el paso correcto, asumo en solitario la responsabilidad de llevar esta decisión a efecto».

La institución no ha podido recuperarse
¿Es esta la eclesiología de comunión y participación, que enseña el Concilio Vaticano II? ¿Era esa la correcta manera concreta de actuar ante un tema crucial, tan sensible para la diócesis en su presente y futuro inmediato? Pero pasó algo más: La Diócesis de Palencia dejó de tener una institución académica, para estudiar teología y recibir los correspondientes grados. Institución que no ha podido recuperarse hasta este momento.
Lo que sí es cierto es que desde entonces el Seminario palentino no ha podido levantar cabeza y en la actualidad solo tenemos un seminarista, que está completando la teología en el Estudio Teológico Agustiniano de Valladolid. Nunca la Iglesia de Palencia se había encontrado con una situación como esta por la que estamos pasando en la actualidad, a pesar de los esfuerzos que se hacen por revertirla. La falta de vocaciones, sobre todo en una diócesis como la nuestra que ha sido vivero de vocaciones sacerdotales y religiosas, está tomando características más que dramáticas y representa el mayor problema, que hoy tienen no pocas diócesis, de una manera muy especial la nuestra, según mi modo de ver las cosas.
¿Podrán recuperarse las vocaciones en el futuro inmediato y habrá nuevos pastores, fieles a la causa de Dios y entregados a la causa de los hombres de acuerdo con las muchas necesidades actuales? ¡Dios lo quiera y hagamos todo lo que está en nuestras manos para ello! Una cosa resulta cierta: ¡La gracia de Dios nunca nos faltará! ¡Jesucristo seguirá llamando a los jóvenes! Lo que importa es que escuchen su voz y los pastores, bien coordinados con el Pueblo de Dios, creemos las condiciones necesarias para que puedan escucharla y sobre todo ponerla en práctica. Como sostiene la PDV la responsabilidad de las vocaciones sacerdotales corresponde a todo el Pueblo de Dios.
Al finalizar este punto, alguno puede pensar, que alabo a un obispo y no dejo muy bien a otro. ¡No es esa mi intención ni por asomo y menos en un día de fiesta como hoy! Los dos han sido obispos míos y los dos son hermanos en el sacerdocio, a quienes respeto. Lo que sí he querido es contraponer dos clases de eclesiología muy distintas, que tienen consecuencias trascendentales en la práctica: una eclesiología de comunión sinodal y otra de involución episcopal. Y pienso que la fecha festiva, que celebramos en este momento nos puede ayudar a distinguirlas debidamente, así como valorarlas con lucidez y sobre todo con sosiego. Vuelvo a repetir que la memoria es liberadora y además nos permite caminar hacia el futuro en la auténtica dirección. Sin duda nos favorece en los deseos de conversión.
Agradecimiento:
Querido Nicolás: Para el Espíritu divino y para los espíritus humanos, que reciben su impulso, no hay distancias ni espaciales ni temporales. Hoy rezaremos por ti y por toda nuestra querida Iglesia de Palencia. Aunque en este momento te encuentres en Bolivia, estarás presente en el corazón de los sacerdotes palentinos, como lo están los otros homenajeados. Gracias por tu amistad y ejemplo, por tus muchos esfuerzos entre nosotros. Gracias porque el Evangelio de Jesucristo ha sido el motor de tu vida y así nos lo has testimoniado no solo con palabras sino sobre todo con obras. A pesar de las deficiencias humanas que haya podido haber y con las que siempre tenemos que contar, tu paso por la Iglesia de Palencia fue una gracia, que nos hizo mucho bien.
Te deseo que la Trinidad Santa te conserve la vitalidad para seguir haciendo el bien; que no te falten nunca las ganas de trabajar que has tenido siempre. Que tu pasión por la causa de los necesitados permanezca con el aliento del Espíritu del Padre y del Hijo. Que mantengas la ilusión intacta, para comenzar cada día de nuevo, como siempre has querido y practicado. Se cuenta de San Francisco de Asís, que momentos antes de morir, rodeado de los suyos, dijo: «¡Hermanos, volvamos a empezar!». ¡Qué bueno es volver a comenzar, se tenga la edad que se tenga, aceptando agradecidos una vida renovada, que el Señor nos regala cada día!
Aunque has pasado con creces ya los ochenta años, sigue siendo el profeta, que siempre has sido, anunciando la Buena Noticia, pero también denunciando las injusticias, que aumentan de forma alarmante en el ancho mundo, en ese abismo de insolidaridad que se ha abierto entre los países ricos del Norte y los pobres del Sur y que no parece que se vaya a cerrar pronto, si no salimos de nuestros egoísmos todos, de una manera especial los europeos. Da la sensación que solo nos preocupa el bienestar propio y que no nos molesten en la vida privada. ¡Qué nos importan los refugiados y los inmigrantes! El Papa Francisco acaba de advertir en Bulgaria con gran preocupación: «¡No se puede cerrar los ojos, el corazón y las manos a los migrantes!». Pero nuestros ojos, nuestro corazón y nuestras manos están en otra parte. ¡Dios mío, cuánta insensibilidad humana! ¿Dónde están los ojos, el corazón y las manos de Europa?
Sigue manteniendo incontaminada la esperanza, así lo hicieron los profetas de la Primera Alianza a pesar de todos los pesares, porque tenían el firme convencimiento de que el Señor caminaba con ellos y su presencia, roca firme donde ampararse, era mucha más fuerte que los embates del mal. Hasta el momento de la Cruz así la testimonió en grado sumo Jesús de Nazaret, el profeta último y definitivo, con el que todos los sacerdotes estamos llamados a identificarnos mediante la praxis del seguimiento y la asunción de unos sentimientos y comportamientos semejantes a los suyos.
En la última comunicación que nos has enviado, glosando la vida de ese buen periodista muerto, leonés como tú, Bernardino M. Hernando, citas unas palabras suyas, que me han parecido preciosas por exactas:«Todo lo que en la Iglesia se haga fuera de la vertiente de la caridad, es papel mojado, aunque el moje huela a rosas». Estoy seguro de que, en el anochecer de la vida, escucharás la voz del Hijo del Hombre: Porque tuve hambre y me diste de comer, tuve sed y me diste de beber, fui forastero y me hospedaste, estuve desnudo y me vestiste, enfermo y me visitaste, en la cárcel y viniste a verme. El examen de amor en la hora final, del que habla nuestro paisano San Juan de la Cruz, lo pasarás sin dificultad y con muy buena nota.
Un abrazo fraternal muy fuerte desde Palencia, querido Nicolás: