Desde el Año Jubilar de la Esperanza, por una Iglesia con corazón sinodal, en el COMGUA VI Esperanza que resiste en tiempos de oscuridad

Una mujer en Guatemala
Una mujer en Guatemala Scott Umsttattd

Esta reflexión busca ofrecer una lectura creyente de la realidad contemporánea, especialmente de Guatemala, herida por la corrupción, la impunidad y la amenaza autoritaria

La globalización neoliberal ha transformado la economía mundial en un sistema que concentra la riqueza y dispersa la pobreza

Jesús de Nazaret anunció el Reino de Dios como una nueva forma de vivir en justicia, fraternidad y verdad

Todo el pensamiento social cristiano  insiste en la centralidad de la persona humana, en la dignidad del trabajo, en la solidaridad y en el destino universal de los bienes

El COMGUA VI desde el horizonte de la Esperanza no puede ser solo celebración; debe ser proceso de conversión pastoral animado por la esperanza entre los pueblos

La Iglesia en Guatemala ha convocado a todas sus fuerzas vivas a celebrar el Sexto Congreso Misionero Guatemalteco, COMGUA VI, en la diócesis de Zacapa, del 14 al 16 de noviembre del 2025, bajo la consigna “Misioneros de Esperanza entre los pueblos”.

Se trata de “promover la realidad de una Iglesia sinodal, profética y misionera que sea signo del Reino para animar la vida y el compromiso de los discípulos misioneros y reavivar la esperanza entre los pueblos de Guatemala”.

Creemos. Crecemos. Contigo

Y lo hizo mientras el querido Papa Francisco ya había convocado al mundo a celebrar el Año Jubilar 2025 bajo el lema “Peregrinos de esperanza”. Este Jubileo nos ha invitado a redescubrir el sentido cristiano de la esperanza, entendida no como evasión sino como fuerza transformadora en medio de los dolores del mundo.

En la tradición bíblica, tan querida para nuestras comunidades eclesiales, el Jubileo era tiempo de liberación, de perdón de deudas, de restitución de tierras y de justicia para los oprimidos. Era, sobre todo, un tiempo de recomenzar con Dios.

Peregrinos en el Jubileo de la Esperanza, en el Vaticano
Peregrinos en el Jubileo de la Esperanza, en el Vaticano RD/Captura

Hoy, cuando la humanidad vive un vacío espiritual y un colapso ético global, la voz de la Iglesia llama a abrir caminos de fe viva y de espiritualidad liberadora. Inspirados en el evangelio, en el pensamiento social de la Iglesia y en la reflexión teológica de nuestro Continente, esta reflexión busca ofrecer una lectura creyente de la realidad contemporánea, especialmente de Guatemala, herida por la corrupción, la impunidad y la amenaza autoritaria; también por una Iglesia que necesita entrar con dinamismo y creatividad en el camino sinodal, profético, misionero con el fin de llegar a ser un signo creíble de esperanza entre los pueblos.

En medio del desencanto político, del poder judicial corrompido y del miedo que produce la manipulación del Ministerio Público o Fiscalí General, la fe cristiana proclama que la esperanza no se negocia ni se rinde. En el Año Jubilar, el Espíritu invita a las comunidades a levantarse, a caminar juntas —sinodalmente— y a anunciar con valentía que el Reino de Dios sigue abriéndose paso incluso entre las sombras de la historia.

1. La realidad socioeconómica global y el rostro concreto de Guatemala

La globalización neoliberal ha transformado la economía mundial en un sistema que concentra la riqueza y dispersa la pobreza. Las finanzas dominan sobre la política, la tecnología reemplaza la ética y la persona humana ha sido reducida a consumidor. Expertos que leen la realidad global de la humanidad denuncian que esta globalización, al absolutizar el mercado, ha vaciado el alma humana y convertido la vida en mercancía. En lugar de humanizar, deshumaniza; en lugar de unir, fragmenta. (Fernando Bermúdez)

Guatemala
Guatemala Marta Isabel González

En Guatemala, esta lógica se expresa con un dramatismo particular. El país atraviesa una crisis institucional sin precedentes:

Un Ministerio Público o fiscalía general manipulado por intereses criminales y utilizado para perseguir a jueces, fiscales, periodistas y defensores de derechos humanos.Una dictadura judicial de facto, que anula la independencia de los tribunales y convierte la ley en instrumento de venganza. Un régimen de corrupción estructural que protege a las élites económicas, políticas y militares responsables del saqueo del Estado. Una amenaza latente de golpe de Estado, impulsada por quienes temen perder sus privilegios frente a la voluntad popular expresada democráticamente.

La economía informal, la pobreza rural, el desempleo juvenil y la migración masiva son los síntomas visibles de un país secuestrado por el egoísmo y la impunidad

La economía informal, la pobreza rural, el desempleo juvenil y la migración masiva son los síntomas visibles de un país secuestrado por el egoísmo y la impunidad. Todo esto conforma lo que el Papa Francisco llamaba “estructuras de pecado”: realidades históricas que generan sufrimiento y que solo pueden romperse mediante una conversión profunda de las conciencias y las instituciones.

El Jubileo de la Esperanza ofrece un horizonte alternativo: “que se abran caminos de justicia y de paz, que los pueblos oprimidos recuperen la alegría de vivir” —ha dicho el Papa Francisco. El espíritu jubilar exige liberar la tierra de la esclavitud de la corrupción, devolver la esperanza al pueblo y restituir la dignidad arrebatada por los poderosos.

En palabras de Dilexi te, “la fe que no se traduce en obras de justicia es fe muerta”. León XIV recuerda que la fe verdadera no teme al conflicto cuando defiende la verdad y la dignidad humana. Una Iglesia que calla ante la injusticia traiciona su misión; una fe que se encierra en la sacristía pierde su sentido evangélico.

2. El Evangelio y la praxis liberadora de Jesús: El Reino frente a los reinos corruptos

Jesús de Nazaret anunció el Reino de Dios como una nueva forma de vivir en justicia, fraternidad y verdad. Su predicación cuestionó las estructuras del poder político y religioso de su tiempo. No buscó instaurar un poder paralelo, sino revelar que solo el amor puede liberar verdaderamente.

En su praxis, Jesús se enfrentó a los mecanismos de exclusión de su sociedad: tocó a los impuros, defendió a las mujeres, sanó a los marginados, denunció la hipocresía de los poderosos y compartió la mesa con los pobres. Su mensaje fue peligroso para quienes controlaban el poder: por eso fue condenado. Su cruz es el desenmascaramiento del poder corrupto que teme a la verdad.

Guatemala
Guatemala

En la Guatemala actual, donde el poder judicial es usado como arma política y donde las instituciones están al servicio del dinero y de la impunidad, la cruz de Cristo se actualiza en los jueces honestos que deben exiliarse, en los periodistas criminalizados, en las comunidades indígenas despojadas, en los jóvenes migrantes que huyen del hambre. Cada crucificado de la historia participa del mismo destino del Cristo perseguido.

Pero también, en ellos, resplandece la promesa del Reino: la esperanza de una vida nueva. El Año Jubilar de la Esperanza nos llama a mirar esa cruz no como derrota, sino como semilla de resurrección. El Evangelio nos enseña que la historia no está determinada por el poder del dinero, sino por la fuerza del amor que se entrega.

Por eso, la fe cristiana no puede ser neutral. En la tradición bíblica, el Jubileo exige restablecer la justicia social: liberar a los esclavos, devolver la tierra, cancelar las deudas. Aplicado a nuestro tiempo, significa desmontar los sistemas de impunidad, devolver la independencia a la justicia y poner la economía al servicio del bien común. El Jubileo no es un rito piadoso; es un llamado a la conversión estructural.

3. El pensamiento social cristiano como respuesta eclesial en un horizonte liberador

La exhortación Dilexi te de León XIV resuena hoy con sorprendente actualidad. En ella, el Papa denuncia la fe reducida a intimismo y reclama una fe viva que se traduzca en obras de caridad social. El amor cristiano —dice— no puede limitarse a palabras, debe encarnarse en la justicia y en la promoción del bien común. Esa fe viva engendra esperanza, porque no se apoya en el poder humano, sino en la fidelidad de Dios.

Esa misma convicción atraviesa todo el pensamiento social cristiano que insiste en la centralidad de la persona humana, en la dignidad del trabajo, en la solidaridad y en el destino universal de los bienes. En un contexto de crisis institucional y corrupción, como vive Guatemala, estos principios se convierten en criterios de discernimiento moral y pastoral.

El proceso sinodal que vivimos iniciado por el papa Francisco amplía este horizonte al proponer que la sinodalidad es el modo de ser Iglesia en el siglo XXI, capaces de dar vida a comunidades que escuchan, disciernen, participan y caminan unidas en misión. La sinodalidad no es solo un método, sino una espiritualidad de comunión, viviendo la experiencia del caminar juntos con Cristo hacia el Reino de Dios, lo cual implica escuchar a los más débiles y aprender de ellos.

En un país donde la sociedad civil ha sido silenciada y los pobres carecen de voz, la sinodalidad se convierte en un signo profético

En un país donde la sociedad civil ha sido silenciada y los pobres carecen de voz, la sinodalidad se convierte en un signo profético. Escuchar al pueblo, dejarse interpelar por su sufrimiento, discernir junto a las víctimas de la injusticia: esa es la manera eclesial de vivir el Jubileo.

Con el querido Papa Francisco aprendimos que la Iglesia es “hospital de campaña y escuela de fraternidad”, comprometida en procesos de reconciliación y de construcción de paz. En Guatemala, ese llamado significa acompañar con valentía a las comunidades perseguidas, defender a los inocentes y denunciar los intentos de golpe institucional contra la democracia.

La reflexión teológica desde nuestro continente latinoamericano ha recordado a la Iglesia que la salvación no puede separarse de la justicia. “La gloria de Dios es que el pobre viva”, dijo san Ireneo, y esa intuición atraviesa toda la tradición liberadora. Los teólogos recogen esta visión cuando hablan de una espiritualidad encarnada, histórica, comprometida con el dolor del pueblo.

En esta línea, el Año Jubilar de la Esperanza que ya está concluyendo nos invita a vivir una espiritualidad que une oración y acción. No basta con contemplar el sufrimiento: hay que tocarlo, transformarlo, acompañarlo. La esperanza cristiana no es resignación, es resistencia. Es el acto de confiar en Dios mientras se lucha contra la injusticia.

La espiritualidad liberadora en nuestras comunidades eclesiales se hace hoy espiritualidad sinodal: caminar juntos en medio de la tormenta, sostenernos mutuamente, escuchar al Espíritu en los clamores del pueblo. Esta espiritualidad es también política en el sentido más noble: busca “la polis” del Reino, la ciudad humana donde reine la justicia.

Así, frente al sistema de corrupción y represión en Guatemala, la espiritualidad liberadora se convierte en memoria peligrosa: recuerda que el poder pertenece solo a Dios y que todo intento de divinizar al Estado o al dinero es idolatría. La fe viva se convierte en fuerza subversiva contra la mentira institucionalizada.

VI Congreso Misionero Guatemalteco
VI Congreso Misionero Guatemalteco

4. Orientaciones Pastorales del COMGUA VI desde la fuente de la esperanza 

El COMGUA VI desde el horizonte del Año Jubilar de la Esperanza no puede ser solo celebración; debe ser proceso de conversión pastoral animado por la esperanza entre los pueblos. Estas son algunas  líneas de acción que me atrevo a proponer:

Reavivar la fe viva y comprometida. Las comunidades están llamadas a pasar de la religiosidad superficial a una fe profética. Las celebraciones de fe del pueblo deben unirse a la vida concreta: cada Eucaristía ha de ser memoria de los crucificados del pueblo, denuncia de la corrupción y anuncio de un nuevo comienzo.

Construir comunidades sinodales y solidarias. En el espíritu de la sinodalidad, las parroquias deben abrir espacios de diálogo, escucha y discernimiento en los Grupos Sinodales de Refleión, GSR. La sinodalidad no es solo estructura eclesial; es testimonio social de que es posible convivir en verdad, transparencia y participación. En un país donde la democracia está amenazada, la Iglesia puede ser escuela de participación.

Defender la justicia y acompañar a las víctimas. Inspirados en el pensamiento Social, los cristianos deben ser voz de los que no tienen voz y dejar que los pobres sean protagonistas de procesos sociales liberadores y de una iglesia sinodal. Acompañar a los jueces perseguidos, apoyar a los periodistas independientes, proteger a los defensores de derechos humanos, denunciar los abusos del poder judicial y del Ministerio Público: todo esto es parte del testimonio evangélico.

Impulsar la esperanza activa. El COMGUA VI  en el Año Jubilar no se limita a mirar el cielo; construye futuro en la tierra. Frente a la desesperanza social, la Iglesia debe generar procesos educativos, proyectos comunitarios, redes de economía solidaria y formación cívica. La esperanza se alimenta con gestos concretos de fraternidad.

Cuidar la casa común. El COMGUA VI en el Año Jubilar también es ecológico. La crisis ambiental en Guatemala —deforestación, minería destructiva, contaminación— es reflejo de la corrupción estructural. Una pastoral jubilar debe unir justicia social y justicia ecológica.Anunciar la conversión como liberación. El COMGUA VI en el Año Jubilar nos recuerda que toda conversión auténtica tiene consecuencias sociales. Convertirse es renunciar al egoísmo y comprometerse con la vida del pueblo. En un país donde la corrupción se normaliza, la conversión se convierte en acto revolucionario del Espíritu.

Participantes del V Congreso Misionero COMGUA V en Guatemala
Participantes del V Congreso Misionero COMGUA V en Guatemala Arzobispado de Guatemala

Conclusión: esperanza que no defrauda

El COMGUA VI en Año Jubilar de la Esperanza llega en un momento en que Guatemala y el mundo claman por emprender un nuevo rumbo, ciertamente no aquel propuesto por los plutócratas a escala mundial ni por el régimen de corrupción e impunidad en Guatemala. Las sombras del fascismo, del autoritarismo y la corrupción parecen oscurecerlo todo. Pero la historia enseña que la esperanza cristiana florece precisamente cuando la noche parece más densa.

La fe viva engendra esperanza porque confía en el Dios que hace nuevas todas las cosas. La sinodalidad es camino de comunión en medio de la crisis. Y el COMGUA VI en el Año Jubilar es tiempo de liberar, de reconciliar, de recomenzar.

Guatemala necesita hoy creyentes que no teman hablar, que recen y actúen, que unan la espiritualidad a la valentía profética. Necesita comunidades jubilares que sean signo del Reino en medio del caos, que proclamen con su vida que Cristo sigue reinando desde la cruz, desmontando los falsos tronos de la impunidad.

Ser peregrinos de esperanza significa caminar juntos hacia una patria más justa, donde la fe no sea refugio sino impulso, donde la justicia no sea privilegio sino derecho, y donde la Iglesia sea realmente casa de todos, testigo del amor de Dios en una historia que, a pesar de sus sombras, sigue siendo espacio de salvación.

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