Xosé Manuel Carballo Jonatán, un carpintero compañero de Jesús
(Xosé Manuel Carballo).- Se aproxima la Semana Santa de los cristianos y quisiera decir algo sobre el protagonista, nuestro principal referente de humanidad y centro de nuestra fe religiosa. Pero lo haré a mi modo y sin pedir el "nihil obstat" del censor competente, echando por delante esta introducción:
En cierta ocasión me agasajó el gran amigo y admirado por muchas razones, Andrés Torres Queiruga, diciéndome que le gustaría tener mi capacidad de divulgar, o dicho de otra forma de poner a la altura del pueblo llano conceptos más propios de mentes privilegiadas. Esta terminología, evidentemente, no la utilizó él que no tiene nada de orgulloso. Con toda sinceridad le respondí:
-No. Tú no puedes hacer eso como puedo hacerlo yo, Andrés. Y no puedes precisamente por saber mucho más que yo. Tú, como buen intelectual y hombre de estudio y prestigio bien merecido, tienes que utilizar la palabra precisa, la exacta, en cambio yo, por saber menos, puedo utilizar sinónimos sin tan siquiera ser consciente de si desvirtúo o no el concepto. Tú, sigue inventando pólvora que ya nos encargamos otros de mojarla o de hacer con ella cohetes que no levantes diez metros de tierra.
Me siento como ante Andrés ante muchas otras personas cuando toco sus especialidades; pero ya sabe que la ignorancia es muy atrevida y hoy me atrevo con Jesús de Nazaret parándome especialmente en su infancia, echándole imaginación para suplir lo que no nos dicen los evangelistas, y gracias a un contemporáneo suyo del que casualmente me hice amigo no hace mucho. A partir de aquí es él mismo quien te cuenta, en primera persona, sufrido lector o lectora, lo que me contó a mí. Va, pues:
"Me llamo Jonatán y tengo el orgullo de poder presumir de qué aprendí a carpintero con José en el mismo pequeño taller en que aprendió también Jesús.
José, ¡qué hombre aquel! Lo suyo era pasar desapercibido y, sin embargo, las tenía todas: competente, callado, trabajador, servicial, cariñoso, creyente... Alguien dijo de él que era justo y bueno y con eso está dicho todo; pero había que tratarlo, para darse cuenta de lo que esas dos palabras significaban en él, porque justo para nosotros no significa sólo el que actúa con justicia conforme a la ley, sino el que es íntegro, perfecto, y por lo tanto bueno en todo momento, pareciéndose así a Dios que es la suma bondad.
¿Para qué decir una cosa por otra? Tanto conmigo como con Jesús, que también empezó muy joven a aprender el oficio de carpintero, era exigente. No tardamos en darnos cuenta de que si nos exigía era por nuestro bien y por el bien de los que el día de mañana pudiesen hacernos algún encargo. Era honrado a más no poder. Ni hacía ni dejaba hacer cosa ninguna por la que no se pudiera responder. De tan honrado que era, nunca dejó de ser pobre. Y no quiero con eso decir que no haya ricos honrados; pero muchos lo son a costa de los pobres.
Para leer el artículo completo, pinche aquí
