"¿Cómo prepararnos para la pandemia de trastornos mentales que va a seguir a todo esto?" Juan Yzuel: "No se oye suficientemente a la Iglesia como voz libre, crítica, compasiva y solidaria"

Juan Yzuel S.
Juan Yzuel S.

"¿Qué está pasando con los inmigrantes sin papeles? ¿Qué ocurre con las familias que se han quedado sin ninguna entrada económica? ¿Podría la Iglesia abanderar de forma clara el acceso a una renta básica?"

"Debemos reconocer que el enemigo lo tenemos dentro. La secular tendencia al anticlericalismo está dentro del ADN de los mismos católicos españoles"

"La Iglesia debe plantearse cambios serios si desea seguir teniendo una voz pública"

"Gracias a Dios, tenemos al Papa Francisco en primera línea. Pero haría falta que esa voz llegara a las comunidades locales, contar con un “coro de los apóstoles” un poquito más claro y ensayado…", opina Juan Yzuel Sanz, laico comprometido. Profesor en Primaria y Secundaria de Religión Católica, es un apasionado de la educación y un pionero de la comunicación religiosa online (ciberiglesia.net). "A tiempo estamos de convocar un gabinete eclesial de crisis", propine Yzuel, consciente de que estos tiempos de coronavirus han venido cargados de dolor, y por ello más que nunca "llenos de retos" samaritanos.

¿Cómo está percibiendo la sociedad española la implicación de la Iglesia y el papel que está jugando en la pandemia? ¿Está cumpliendo su función social?

A nivel personal, cada cristiano o cristiana, cada miembro de la Iglesia, incluidos sacerdotes y obispos, están haciendo lo mejor que pueden para sobrellevar esta situación y para ayudar a los demás. A todos nos ha pillado por sorpresa, como al mundo político, y cometemos aciertos y errores, cada uno a su nivel.

A la vez, la Iglesia cuenta con miles de hospitales, centros educativos, residencias de ancianos, comunidades de religiosos y religiosas, parroquias, equipos de Cáritas, bancos de alimentos, comedores sociales… donde se está llevando a cabo una acción maravillosa, tanto en la atención a los niños, los ancianos y los más necesitados como en actividades propias de la pandemia como la confección doméstica de mascarillas. Sin embargo, todo el mundo está arrimando el hombro, hay millones de héroes anónimos en esta crisis. Por ello no se percibe la gran implicación de la Iglesia.

Pero, entre las funciones sociales de la Iglesia, además de las derivadas de las obras de misericordia, está la de ser voz de los sin voz y la de denunciar situaciones de injusticia. En ese aspecto no se oye suficientemente a la Iglesia como voz libre, crítica, compasiva y solidaria. ¿Qué podría decir hoy la Iglesia para elevar esa voz? He aquí algunas sugerencias:

Iglesia en tiempos de coronavirus
Iglesia en tiempos de coronavirus Juan Yzuel

¿Qué está pasando con los inmigrantes sin papeles? ¿Qué ocurre con las familias que se han quedado sin ninguna entrada económica? ¿Podría la Iglesia abanderar de forma clara el acceso a una renta básica? Mientras los políticos se ponen de acuerdo sobre qué hacer, ¿podría Cáritas aumentar su capacidad solidaria, por ejemplo, mediante una gran campaña de donaciones?

¿Sería posible que los obispos hablen claro a toda la clase política para que se centren en resolver problemas de una forma consensuada en vez de politizar la pandemia?

¿Es posible atender a los moribundos de otra manera para que no mueran tan solos? Los capellanes de los hospitales lo están viviendo muy de cerca, pero su voz no llega a la sociedad. Seguro que hay otras formas de gestionar este alejamiento.

¿Cómo acompañar en el confinamiento a familias que tienen problemas de comunicación o violencia? ¿Cómo fomentar una mejor convivencia familiar? ¿Cómo dar a conocer los servicios que la Iglesia tiene para aliviar situaciones insostenibles?

¿Qué ocurre con los niños encerrados ya por un mes? ¿Por qué no buscar una forma de salir a dar una vuelta a la manzana, con protección y de forma ordenada y escalonada? ¿Cómo lanzar propuestas usando las redes parroquiales, los y los movimientos infantiles y juveniles?

Voluntaria de Cáritas en CEDIA Mujer
Voluntaria de Cáritas en CEDIA Mujer Cáritas Diocesana

¿Cómo prepararnos para la pandemia de trastornos mentales que va a seguir a todo esto? ¿O creemos que no nos va a pasar factura el estar encerrados tanto tiempo? ¿Cómo acompañar a los que se sienten absolutamente solos, a los deprimidos, a los que tendrán tendencias suicidas?

Gracias a Dios, tenemos al Papa Francisco en primera línea. Pero haría falta que esa voz llegara a las comunidades locales, contar con un “coro de los apóstoles” un poquito más claro y ensayado… A tiempo estamos de convocar un gabinete eclesial de crisis. Esto aún va para largo.

¿Por qué no ha conseguido como institución visibilizar bien su lucha contra la pandemia y no ha podido ni ha intentado romper el techo de cristal de los grandes medios, especialmente las televisiones?

De igual manera que la Iglesia ha necesitado las campañas “X tantos” para dar a conocer más claramente su función social, cultural, religiosa y solidaria, también ahora necesitaría una movilización mediática con un equipo de comunicación más profesional, independiente y libre para crear. “Darse a conocer”, no solo para que se vea lo que la Iglesia hace contra la pandemia, que es mucho, sino para lograr que creyentes y no creyentes se sientan unidos y conozcan vías de participación para una acción solidaria o para profundizar en su vida interior.

'Tus obispos te acompañan': TRECE y COPE lanzan un mensaje de esperanza ante el drama del coronavirus
'Tus obispos te acompañan': TRECE y COPE lanzan un mensaje de esperanza ante el drama del coronavirus

Por otro lado, debemos reconocer que el enemigo lo tenemos dentro. La secular tendencia al anticlericalismo está dentro del ADN de los mismos católicos españoles, que no conocemos ni amamos ni defendemos a la Iglesia. De allí que nuestra campaña debería comenzar por nosotros mismos, interesándonos más por lo que la Iglesia está haciendo en la pandemia y dándolo a conocer en vez de repetir lo que escuchamos por ahí, muchas veces elaborado por personas a quienes les encanta socavar la imagen de la Iglesia.

Es verdad que las grandes cadenas no se hacen eco de la Iglesia, o solo sacan lo más rancio y casposo, pero esta no carece de radios y televisiones para proclamar un mensaje claro. Lo que no tenemos ahora es el mensaje… Pongamos un ejemplo: las eucaristías dominicales, que son vistas por millones de personas. ¿Por qué no se usa la homilía para hablar al corazón de la gente? ¿Por qué no se tiene en cuenta que la misión de la comunidad cristiana es llevar una “buena noticia”, y presentar a un Jesús vivo, cercano, compasivo, lleno de amor… En vez de esto se nos habla de tradición, liturgia, de ritos, de calendarios, de doctrinas que no emocionan… ¡Tómense en serio la homilía, por favor! ¡Levanten los espíritus, hablen al corazón! Se pueden contar historias reales, presentar testimonios de personas concretas, avivar las emociones y no solo dar ideas… Necesitamos más parábolas, como Jesús, y menos sermones.

"¿Por qué no se usa la homilía para hablar al corazón de la gente? Necesitamos más parábolas y menos sermones"

¿Cree usted que la Iglesia institucional va a formar parte del nuevo contrato social que parece estarse tejiendo?

Espero que sí, pero no parece que los poderes fácticos estén mencionándola como alguien que puede aportar mucho. Más bien se la ningunea. Y hacen mal, pues la Iglesia sigue siendo una formidable comunidad capaz de transmitir mensajes y aportar ideas y voluntades.

Por otro lado, creo que la Iglesia debe plantearse cambios serios si desea seguir teniendo una voz pública. Debe hacerlo “como quien sirve”, ocupando el último puesto y no esperando privilegios ni parabienes. Que nuestra jerarquía ofrezca de corazón su servicio y su apoyo. Aquí no sobra nadie.

En algunas áreas, como es la Educación, no puede faltar nuestra voz. El 27% de los niños y jóvenes españoles se educan en instituciones católicas. El gran pacto educativo (el general, y el que se deriva del coronavirus), requiere de voces con experiencia y compromiso, y las de la Iglesia son muchas y de máxima calidad. Pero también lo son en áreas como la atención a los más necesitados, los emigrantes y refugiados. No se puede dejar al lado a la Iglesia y luego dar por hecho que será Cáritas o las miles de ONG católicas quienes saquen las castañas del fuego a nivel local. Y claro que Cáritas lo hará, como siempre. Pero Cáritas debe aportar además una voz crítica para construir un modelo de justicia social distinto y nuevo.

Monjas haciendo mascarillas
Monjas haciendo mascarillas

Es importante en estos momentos reforzar la defensa de los derechos fundamentales y la obligación de las Administraciones Públicas en la cobertura de las necesidades básicas de la población más vulnerable, que se está viendo golpeada por esta crisis. La Iglesia debe exigir unos servicios sociales públicos (al igual que lo es la sanidad) para garantizar que nadie quede atrás y que pueda ejercer su derecho de solicitar apoyo para la cobertura de necesidades básicas. Potenciar el cuidado, la solidaridad y la ayuda mutua entre los ciudadanos, entre vecinos, es fundamental pero no debe en ningún caso generar una marcha atrás en los sistemas públicos de protección. A veces la Iglesia parece que se conforma con recibir ayudas de la Administración, pero se debe posicionar en la defensa de estos derechos públicos y denunciar los casos en los que no se hace, como está ocurriendo ahora.

Por otro lado, la Iglesia debería poner a todas sus instituciones educativas de más alto nivel a investigar las causas más profundas de esta pandemia y de otros posibles peligros que sufre la Humanidad, como puede ser la implantación sistemática y acrítica de la tecnología 5G, que puede afectar a cada persona, llevándose por delante sus derechos individuales. No faltan miles de científicos que exigen una mayor revisión de lo que es presentado como un avance imparable. La Iglesia, no movida por el Mercado y el Dinero, puede aportar importantes reflexiones éticas.

"La Iglesia debería poner a todas sus instituciones educativas de más alto nivel a investigar las causas más profundas de esta pandemia y de otros posibles peligros que sufre la Humanidad"

¿La crisis del coronavirus está haciendo aflorar el lado religioso de mucha gente, hasta ahora escondido o tapado? ¿Los indiferentes religiosos volverán al catolicismo o se irán definitivamente en busca de nuevas espiritualidades?

La pandemia es también una crisis existencial. Nos está obligando a replantearnos nuestras prioridades personales, familiares y sociales. ¿Por qué lucho? ¿Qué me motiva a levantarme cada día? ¿Merece la pena aquello a lo que aspiro? ¿Hay algo más que los bienes materiales para llenar mi corazón? ¿Cómo uso mi tiempo libre? ¿Qué relación tengo con mis seres queridos? ¿Es posible “viajar” hacia el interior cuando no se puede cruzar la puerta de mi propia casa? ¿Qué me voy a encontrar allí? ¿Hay alguien que me pueda acompañar en este viaje? ¿Y qué decir ante la enfermedad, la soledad y la muerte?... Mucha gente se está planteando estas cuestiones. Así lo parece si uno estudia los mensajes de wasap que recibimos al diario, especialmente los que más éxito tienen.

Cuando una persona se interroga, Dios está al acecho. Va a aparecer allí tarde o temprano. La comunidad cristiana tiene una gran oportunidad de acoger. Porque la gente no busca el “catolicismo”, doctrinas enlatadas y ritos, sino hermanos y hermanas que abran sus puertas y compartan su fe desde la propia búsqueda y la debilidad, pero dando testimonio con valentía y alegría en medio de tanto miedo y caos.

"Wasapóstoles"
"Wasapóstoles" Juan Yzuel

Si no lo hacemos los cristianos, otros lo harán. Pero la Iglesia tiene un gran tesoro humano y espiritual que comunicar: el Evangelio y su hermosa tradición espiritual. El problema es salir a los caminos e invitar. Hoy, esos caminos, son digitales. Hay que echar “las redes”. Hay que ser lo que yo llamo “wasapóstoles”. Si estamos convencidos de que llevamos una buena noticia, transmitámosla por las redes con valentía y sencillez. La mies es mucha y los obreros pocos. ¡Roguemos al dueño de la mies para que envíe más operarios, sobre todo jóvenes!

¿El miedo a la muerte que ha recorrido el cuerpo social ha encontrado en la Iglesia sentido, consuelo y esperanza? Sin posibilidad de realizar funerales, ¿ha perdido la Iglesia el último rito de paso que le quedaba?

Creo que muchos cristianos, usando las redes sociales, están dando esperanza y consuelo. Pero es cierto que la Iglesia está perdiendo desde hace tiempo este rito de paso… La falta de sacerdotes y la institucionalización de los tanatorios hacen que en muchos velatorios no se haga ni una simple oración pues los laicos no han asumido su papel en los ritos funerarios. No hace falta estar ordenado para invitar a los amigos y familiares a decir una oración, a leer un trozo del evangelio o a mostrar sus respetos con el silencio. Y es aún peor en el momento del enterramiento. En la mayoría de las ciudades, el sacerdote no suele acompañar el féretro hasta el nicho o la tumba, por lo que la inhumación se hace en silencio total, solo roto por el trasiego del albañil, que a veces es muy poco ceremonioso. ¿Quién entona allí un canto? ¿Quién reza un padrenuestro? ¡Cuánta falta hace ese ministerio que todo cristiano o cristiana puede realizar como hacían antaño nuestras abuelas en los humildes dormitorios donde se exponían los cadáveres para ser velados! Noches enteras de oración, rosario tras rosario, letanía tras letanía, de memoria…

"La gente no busca el “catolicismo”, doctrinas enlatadas y ritos, sino hermanos y hermanas que abran sus puertas y compartan su fe desde la propia búsqueda"

He leído que, en Italia, algunos sacerdotes daban permiso a médicos o enfermeras creyentes para que hicieran la señal de la cruz en la frente de quienes estaban moribundos o habían fallecido en soledad. ¿Por qué necesitan “permiso” para algo tan sencillo? ¿No basta el bautismo? Donde hay dos reunidos en el nombre de Jesús está Él presente y está la Iglesia, pueblo sacerdotal. Pero nos lo tenemos que creer y salir del infantilismo laical.

¿Se ha consagrado Internet (otrora demonizado por muchos clérigos) como un gran medio de humanización y de evangelización?

Hace ya 22 años que creé con otros amigos la página “Ciberiglesia” y he hablado en muchos sitios sobre los retos y oportunidades que ofrece internet. Hemos madurado mucho en estas dos largas décadas. Es cierto que al principio se vio internet como un agujero negro donde la pornografía y las ideologías anticristianas proliferarían, pero no tardó la Iglesia en asumir de forma creativa lo más positivo de las nuevas tecnologías.

Hoy cuenta la Iglesia con una infraestructura comunicativa muy reseñable. Pero, a mi entender, no ha cambiado de paradigma: sigue usando la red, como usa la televisión, para tener allí un busto parlante que habla de temas que no suelen interesar mucho a la gente, siempre con el freno de mano echado cuando se trata de algunas cuestiones, sin valentía, sin arrojo... Falta formación mediática, buena predicación, otros modos de comunicar, el uso más apropiado de la imagen en vez de tanta palabrería, la importancia del testimonio más que la doctrina… ¿Dónde está nuestro Jordi Évole, que ha conseguido que se escuche más al papa que todos los medios eclesiales?

Cura bendice féretros
Cura bendice féretros

Entremos en las páginas oficiales de las diócesis españolas o de muchas congregaciones religiosas. En la lógica de internet, lo primero que deberíamos “vender” es a Jesús, proclamarlo como la razón de nuestra existencia, presentarlo de una manera breve, fresca, bonita, mediática. Pero prima el texto farragoso y lo organizativo. ¿Dónde están la belleza y el arte, la música y la poesía? Si un japonés no cristiano se dejara caer por ellas, no sé si se enteraría bien de qué va todo esto. El Corte Inglés o Mediamarkt, por ejemplo, saben bien lo que “venden”. Y nuestros hermanos evangélicos también. Nos dan cien vueltas. Hemos de aprender de ellos. Como comunicadores audioviduales estamos aún en el parvulario.

Por otro lado, internet es un medio fantástico para acercarnos a los que sufren, a los que están solos, a los que buscan luz… ¿Cuántas páginas católicas ofrecen acompañamiento espiritual? ¿Cuáles cuentan con un grupo de orientadores, catequistas, matrimonios, sacerdotes… que respondan a los que están pasando por una crisis matrimonial o de fe, a quienes tienen inquietudes vocacionales, a los que buscan sinceramente al Señor y la navegación por internet los ha arrojado en nuestras playas? Muchos nuevos ministerios por explorar… En el futuro, internet será el primer lugar de contacto inicial, el areópago del siglo XXI. Hay que estar allí, escuchando.

Y una precaución final: internet nos acerca a los jóvenes, que “viven” en este microcosmos, pero nos aleja de muchas personas mayores, los voluntariamente desconectados y los pobres que no tienen acceso. Habrá que buscar el equilibrio, mejorando también otros medios tradicionales de comunicación y encuentro.

"Jordi Évole ha conseguido que se escuche más al papa que todos los medios eclesiales. Como comunicadores audiovisuales estamos aún en el parvulario"

¿Cómo será la Iglesia del postcoronavirus? ¿Qué características tendrá? ¿Hacia qué líneas de fondo apuntará? ¿Afectará a las reformas del Papa Francisco?

Creo que esta experiencia traumática va a obligar a la Iglesia a ser más democrática, menos patriarcal, menos clerical. O, al menos, a sentir la necesidad de implicarse más en la vida real y concreta de la gente. La Iglesia puede ofrecer una espiritualidad más viva, invitando a cada cristiano, familia y comunidad a hacer sus propias celebraciones, como iglesias domésticas y no solo ofreciendo horarios, ritos y eucaristías televisadas o radiadas.

Definitivamente, va a ser una Iglesia más samaritana y más ministerial, con más consciencia de que cada bautizado es llamado a realizar un servicio y que su ayuda y su creatividad puede ser vital en muchas circunstancias. El Covid-19 no ha cerrado iglesias; lo que ha hecho ha sido abrir una en cada casa. ¡Lo que pasa es que ha pillado a los “ancianos” de la comunidad un tanto en calzoncillos!

Por todo ello, aumentará la necesidad de formación teológica y bíblica. Muchos cristianos y cristianas de a pie se han convertido durante la pandemia en evangelizadores, a veces sin pretenderlo. Wasap, Facebook, Instagram… han hervido con vídeos, canciones y mensajes. Hemos probado hasta dónde somos capaces de aventurarnos y si somos o no valientes para dar testimonio de nuestra fe. En muchos casos, hemos sentido la falta de palabras, el desconocimiento de los recursos cristianos (como la música) para llevar esperanza con calidad, la ausencia de referencias en la red porque no habíamos navegado por páginas católicas hasta ahora…

Jordi Évole entrevista a Francisco en la Sexta
Jordi Évole entrevista a Francisco en la Sexta

Y espero que también será una Iglesia más mística… La gran oportunidad de crecer como personas durante la pandemia ha sido la experiencia del distanciamiento, pero lo hemos llenado con una barahúnda de mensajes… Estamos viviendo confinados, pero no en silencio ni soledad, que nos dan la oportunidad de entrar en lo más profundo… pero nos da miedo. Quizá sintamos más hambre por la oración y la intimidad con Dios después de todo esto.

Algunos de estos cambios pertenecen a la agenda pendiente del Concilio Vaticano II que ahora impulsa el Papa Francisco. De corazón espero que den fruto. Ya es hora.

¿Podrá seguir manteniendo su actual estructura económica, territorial y funcional?

Si no lo hace, si no nos planteamos cambios importantes, no nos habremos enterado de que el Espíritu del Señor nos está hablando a través de los signos de los tiempos. Pero todo esto vendrá, por añadidura, si lo que cambiamos son nuestros corazones y nuestras mentes.

Hemos de ver todo como una oportunidad de conversión. Si hay cambio personal y comunitario, lo demás cambiará. Si solo cambiamos las estructuras para que sean más eficientes tras la crisis, no necesariamente serán más evangélicas. Caerán bajo la dictadura de los técnicos organizativos, los gestores y los administradores, como ya está ocurriendo en otros ámbitos de “reconversión”: parroquias, congregaciones, colegios…

¿La pandemia ha despertado en el laicado la conciencia de su ser 'pueblo sacerdotal' y, por tanto, la exigencia de asumir ministerios ordenados?

Desde luego… Y haría mal la Iglesia en no aprovechar esto que puede ser un viento huracanado del Espíritu que ha reventado los cajones donde se guardaban todas las reformas del Vaticano II que han sido reprimidas por medio siglo. Pongamos de una vez sobre la mesa la ordenación de los casados y de las mujeres, pero también la más amplia llamada general al ministerio de todos los laicos. Desde la persona mayor que limpia la iglesia los sábados hasta el artista que canta en la radio, pasando por la religiosa de clausura, la catequista o el voluntario que va a un campo de trabajo en una misión, todos somos “pueblo sacerdotal” y nos ofrecemos en nuestro altar junto al Señor: unos con la escoba y la fregona, otros con horas de ensayo, la presencia orante en el silencio, las reuniones con niños o adolescentes o las vacaciones dedicadas a la educación y la salud.

¿Habrá que revisar la actual praxis sacramental, especialmente de la eucaristía y de la penitencia?

Para mí, en las presentes circunstancias de confinamiento, es más significativo que cada familia celebre junta el día del Señor con lecturas, cantos, oraciones espontáneas y una pequeña ayuda litúrgica para el celebrante. Fomentar celebraciones de la Palabra, comunitarias y participadas, me parece una alternativa más deseable para el desarrollo de la Iglesia que la misa en la tele. Pero que cada uno se una a lo que más le lleva al Señor. Quizá todo esto nos lleve a revisar qué modelo de liturgia tenemos, donde  nuestros jóvenes, por ejemplo, se aburren solemnemente. Los sacramentos son celebraciones comunitarias de la Vida y la vida fluye, se adapta y evoluciona permanentemente.

"Si hay cambio personal y comunitario, lo demás cambiará"

Este pasado Jueves Santo, en la misa por videoconferencia en Zoom del Movimiento Calasanz, después de la comunión de los sacerdotes se nos invitó a compartir un trozo de pan y un poco de vino, cada uno en su casa. Se nos recordó que no era exactamente el sacramento de la eucaristía lo que tomábamos… Tengo mis dudas al respecto. ¿Podría serlo? Pensémoslo teológicamente, no con el Código de Derecho Canónico en la mano.

El sacramento de la Reconciliación es un tesoro perdido que hemos de recuperar, y debemos reconocer otras formas de “presencia”, incluso telemática. Un obispo en Italia ha estado abierto a dar la absolución a través de una tableta o del móvil, por videoconferencia. Sí, despierta un mundo nuevo, lleno de retos y oportunidades nuevas de “tocar” el manto de Jesús y ser sanados.

J. Yzuel Sanz
J. Yzuel Sanz

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