La importancia de erradicar los abusos en la Iglesia Poder y exceso: Maciel, el Lobo de Dios

La serie Marcial Maciel, el Lobo de Dios revela cómo el fundador de los Legionarios de Cristo ejerció abusos de poder, conciencia y sexualidad
Marcial Maciel no es un caso aislado como individuo, y los abusos cometidos dentro de la institución de los Legionarios de Cristo no son los primeros, ni los últimos, ni los únicos
Por eso, este documental nos ofrece una oportunidad de analizar un patrón de conducta sistemático; cuestionarnos y examinar cómo se ejerce el poder, cómo se generan dinámicas de encubrimiento y qué responsabilidades tenemos como individuos y como comunidad
Por eso, este documental nos ofrece una oportunidad de analizar un patrón de conducta sistemático; cuestionarnos y examinar cómo se ejerce el poder, cómo se generan dinámicas de encubrimiento y qué responsabilidades tenemos como individuos y como comunidad
| Mariana Beltrán del Río Yakovelv
(Desde la Fe).- La reciente serie estrenada el 14 de agosto en HBO Max, titulada “Marcial Maciel, el Lobo de Dios“, nos invita a abrir un espacio de diálogo y reflexión. Marcial Maciel no es un caso aislado como individuo, y los abusos cometidos dentro de la institución de los Legionarios de Cristo no son los primeros, ni los últimos, ni los únicos. Por eso, más allá de centrarnos únicamente en la figura de Maciel o en la institución, este documental nos ofrece una oportunidad de analizar, cuestionarnos y examinar cómo se ejerce el poder, cómo se generan dinámicas de encubrimiento y qué responsabilidades tenemos como individuos y como comunidad.
Lo que revelan los primeros episodios
En sus dos primeros capítulos, Marcial Maciel, el Lobo de Dios presenta los orígenes del fundador de los Legionarios: un joven ambicioso que, valiéndose de su carisma y de una habilidad manipuladora extraordinaria, logra abrirse paso en la Iglesia, primero en México y luego en España, para cimentar su congregación. Desde esos inicios se muestran abusos que revelan un patrón de conducta sistemático.
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El segundo episodio profundiza en la expansión de la Legión hacia Roma y la construcción de una red educativa y eclesial que le otorga a Maciel un poder sin precedentes. Paralelamente, surgen más denuncias y sospechas sobre su conducta, así como sobre su dependencia a la morfina. La muerte del Papa Pío XII —figura clave en el proceso que enfrentaba— abre una nueva etapa que le permite maniobrar para sostener su influencia y encubrir sus crímenes.

Lo atractivo de un abusador
Los episodios muestran a un hombre con una personalidad sumamente hábil y atractiva, que generaba confianza, con grandes habilidades para conectar con personas con autoridad y lograr que confiaran en él, al punto de hacer excepciones en su favor. Por ejemplo, se le permitió realizar su formación sacerdotal “a domicilio” como seminarista, después de haber sido expulsado y de haberle sido negada la reentrada al seminario.
También, vemos que comenzaba a reclutar niños sin haber sido ordenado. Preguntémonos: ¿qué tenía Maciel que, siendo apenas mayor de edad, lograba ganarse la confianza de padres de familia hasta el punto de que le permitieran llevarse a sus hijos? Y ya en una etapa más avanzada de su vida, se hace evidente su habilidad para seducir a viudas con gran poder económico, logrando que voluntariamente le cedieran sus herencias, bajo la aparente justificación de “ponerlas al servicio de Dios y de la Iglesia”.
Cabe mencionar que, cuando una víctima de abuso habla por primera vez, la respuesta común de quienes la escuchamos suele ser la negación, el rechazo y la invalidación. Esto ocurre porque resulta inconcebible pensar que una persona “tan buena” sea capaz de semejante atrocidad.
Pero, justamente, son personas sumamente encantadoras, capaces de ganarse la confianza de muchos, acercarse a personas de poder, y capaces de realizar actos admirables: fundar instituciones, congregaciones o producir obras artísticas y espirituales valiosas (en el caso de Rupnik). Por eso, a menudo, “nunca hubiéramos pensado” que podían hacerlo.
Los abusos son, ante todo, un atentado contra la confianza. Y si logran atentar contra ella es porque primero la han ganado para luego hacer un mal uso de ella.
La triada de los abusos
“El primer abuso no es el sexual. El primer abuso es el de poder y de conciencia […] El abuso sexual es la consecuencia del abuso de poder y de conciencia” –Papa Francisco con los Jesuitas de Irlanda, 2018.
En estos episodios también se hace evidente la dinámica que Maciel generó para cometer abusos a más de 60 menores de edad. Es fundamental entender que existen otros tipos de abuso que también devastan vidas y que preparan el ambiente necesario para que pueda producirse el abuso sexual. Estos tres tipos de abuso, abuso de poder, abuso de conciencia y abuso sexual, están estrechamente relacionados entre sí.
El abuso de poder ocurre cuando una persona con autoridad ejerce su poder más allá de los límites éticos y morales, controlando, intimidando o manipulando a otros para satisfacer sus propios fines o los de la institución.
El abuso de conciencia es una forma de manipulación emocional y psicológica en un entorno religioso que se caracteriza por un comportamiento coercitivo y controlador sistemático que incluye la manipulación, explotación, obligación de rendir cuentas, censura de las decisiones personales, exigencia de silencio o secreto, coacción justificando con contextos bíblicos o enseñanzas sagradas, obediencia absoluta y uso de la autoridad divina para justificar acciones abusivas. Este tipo de abuso se destaca sobre todo por la identificación del líder espiritual con Dios, la pérdida de libertad de la víctima y la búsqueda de un beneficio propio.

Por último, el abuso sexual, como lo define José Andrés Murillo, “todo acto y proceso de actos, en que se expone o involucra [a una persona] en cualquier actividad sexualizada, utilizando la asimetría que da la autoridad, la confianza, la dependencia (afectiva, social o económica), el poder, la fuerza, el miedo, la cultura, la capacidad comprensiva, la necesidad u otras vulnerabilidades, manipulando, confundiendo, eliminando o viciando el consentimiento”.
La relación entre estos tres tipos de abuso radica en que todos implican dominio sobre la persona. El abuso de conciencia es un dominio sobre la interioridad, en el que un externo toma el lugar de Dios en la vida de la persona y la manipula psicológicamente, justificándolo espiritualmente para fines personales o institucionales. El abuso de poder es un dominio sobre lo que la persona hace o deja de hacer, anulando su libertad. El abuso sexual es la máxima expresión de dominio, ejerciendo control sobre el cuerpo y la dignidad de una persona.
La cultura del abuso se instala lentamente y se arraiga en ciertas instituciones, como en la metáfora de la rana en agua que se calienta poco a poco: la rana muere cocida sin darse cuenta del peligro. Lo mismo sucede con la manipulación espiritual, que gradualmente impone un control absoluto sobre la interioridad, las acciones, el cuerpo y la libertad de la persona.
Elementos sistémicos del abuso
Esto es un problema estructural. Las jerarquías eclesiales pueden propiciar sistemas que protegen y encubren estas conductas. En la serie se muestran varios elementos que favorecen el abuso:
- Una víctima menciona la “mordaza psicológica” que impedía hablar.
- El “cuarto voto” de nunca criticar a un superior y denunciar a quien lo hiciera.
- La exigencia de guardar secreto incluso durante la visita apostólica del Vaticano, con el argumento de “proteger la integridad del fundador.”
- El aislamiento emocional, cortando lazos con la familia o amigos, o evitando relaciones horizontales dentro de la institución.
- Se menciona que desde niños estaban “lavados desde el cerebro”.
Cuando Maciel se lleva a los seminaristas a España comenzó a tener control absoluto sobre ellos: les daba alimento, casa, estudio, dirección espiritual y tenía en sus manos la decisión de su ordenación. Lo describen como una figura paterna, le decían “mon père”, lo que significa mi padre en francés. La arbitrariedad en el ejercicio del poder es uno de los elementos que facilitan los abusos en contextos eclesiales.
Cabe recordar que el derecho canónico prohíbe explícitamente que los superiores induzcan o sugieran a los miembros que revelen su conciencia.
“Los miembros deben acudir con confianza a sus Superiores, a quienes pueden abrir su corazón libre y espontáneamente. Sin embargo, se prohíbe a los Superiores inducir de cualquier modo a los miembros para que les manifiesten su conciencia (C.630-5 )”.
El acompañamiento espiritual y el sacramento de la reconciliación no debe ser impuesto por un superior, formador o fundador. Sin embargo, prácticas contrarias a este principio se han normalizado.
La divinización del fundador también favorece el abuso. En el documental se muestra a Maciel diciendo: “Dios va dando los pasos en la realización de su obra a través de los instrumentos que Él escogió, que soy yo”. Si se asume que el fundador es un instrumento elegido directamente por Dios, ¿cómo cuestionar su autoridad?

Esta lógica le permitía incluso justificar abusos sexuales como “actos de caridad” para aliviar su dolor, otorgando después la absolución a los menores. Otro elemento presente en sistemas abusivos, el justificar espiritualmente o divinizar las dinámicas abusivas dentro de la institución, manipulando la sagrada escritura o justificándolo como una obra de caridad, acto de sacrificio o manera de unirse a la cruz.
El elitismo eclesial es otro elemento presente que propicia el abuso: pensar que “somos la élite” o el “pueblo elegido”lo que lleva a ver al resto de cristianos como de segunda categoría. En la serie se hace evidente este elemento al tomar la orden del vaticano de remover al padre Maciel de la institución como un atentado: “Los líderes querían destruir la élite de la iglesia que eran los Legionarios de Cristo”.
Cabe recalcar que este pensamiento sobre la persecución de la iglesia ha sido un elemento que ayuda a encubrir las dinámicas abusivas y desacreditar a las víctimas. Además fue una creencia que ayudó a que Maciel fuera juzgado como un santo en vida hasta el día de su muerte, pues toda acusación contra él fue tomada como un ataque del demonio hacia la iglesia y hacia el fundador.
En el 2021 en la carta del Papa Francisco al Cardenal Marx se remarca la urgencia de revelar atender y reparar el daño de estos abusos:
“Toda la Iglesia está en crisis a causa del asunto de los abusos; más aún, la Iglesia hoy no puede dar un paso adelante sin asumir esta crisis. La política del avestruz no lleva a nada […] No todos quieren aceptar esta realidad, pero es el único camino, porque hacer “propósitos” de cambio de vida sin “poner la carne sobre el asador” no conduce a nada […] la realidad debe ser siempre asumida y discernida […] Es urgente “ventilar” esta realidad de los abusos”.
Una oportunidad para mirar hacia adentro
Quiero recalcar la apertura que han mostrado los Legionarios de Cristo para escuchar, sanar, reparar su oscuro pasado y colaborar incluso en la realización de la serie. Hubo un comunicado interno que invitaba a los miembros a ver la serie y demostraba su apertura al diálogo y disposición para responder las inquietudes de los miembros, incluso se creó una página web para consultar información sobre la figura del fundador y las acciones que ha llevado a cabo el Regnum Cristi (RC).
Es triste ver la realidad del pasado y los orígenes de los legionarios, pero hay que reconocer el esfuerzo por reparar y generar cambios estructurales después de años de encubrimiento.
El camino es largo, pero quizás su propio origen, marcado por las atrocidades cometidas por su fundador y sus miembros, les ha dado mayor apertura para transformarse desde dentro. En cambio, otras instituciones con fundadores canonizados enfrentan mayor dificultad para cambiar, por la tendencia a imitar estilos de vida y arraigarse a tradiciones que generan dinámicas abusivas.
Más allá de señalar a otros, debemos tomar esto como una oportunidad para mirarnos a nosotros mismos y a nuestras instituciones y preguntarnos:
- ¿Soy consciente de la autoridad y poder que tengo? ¿De qué manera lo estoy ejerciendo?
- ¿Me siento con la libertad de cuestionar algunas realidades de mi comunidad? O ¿Estoy abierto a generar un espíritu crítico dentro de mi comunidad?
- ¿Puedo decir que no y ser respetado? O ¿Respeto a los demás cuando ponen un límite hacia alguna petición mía?
- ¿Cuáles son las señales de alarma de abuso de poder, de conciencia o sexual en mi vida o comunidad?
- ¿He sido testigo de algún abuso en mi entorno y he hecho algo al respecto?
- ¿Qué tradiciones o prácticas que, aunque se consideran “neutras” o “inofensivas”, podrían generar vulnerabilidad a abusos? ¿Cómo las puedo cambiar?
- ¿Qué prácticas normalizadas dentro de mi institución obran en contra del derecho canónico, de la ética, o no respetan la dignidad y libertad de la persona?
- ¿Cómo podemos fomentar una cultura de transparencia, confianza y protección dentro de nuestra comunidad?
- ¿Cómo se puede apoyar a las víctimas y reparar el daño dentro de la comunidad? ¿Cuando escuchemos algo que nos parece imposible, preguntarnos: “¿qué pasaría si fuera verdad?”.
Mantener un espíritu de sana sospecha ante aquello que parece inconcebible y comenzar a cuestionarnos la realidad que vivimos es el primer paso para comenzar a transformar la cultura del abuso hacia una cultura del cuidado.

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