(José Ignacio González Faus, sj.).- Bien, querida Pilar: no seré yo quien rompa esa tradición de nuestros intercambios. "Brillantes" decías tú. Quizá no tanto pero sí cariñosos. Y vamos a tu columna del pasado jueves santo, que oscilaba entre dos dioses: el "Dios de luz" y el del miedo.
1.- Yo no identificaría al primero con la razón porque cada día me sorprendo más de lo capaces que somos los humanos de poner esa joya de nuestra razón al servicio de las causas más irracionales (corrigiendo a Aristóteles, el hombre no me parece un "animal racional" sino un animal que racionaliza sus pulsiones). Quizá por eso Platón prefirió hablar del Dios de la belleza.
Pero ciertamente, el problema de la identidad de Dios es aún más serio e importante que el de su existencia. La obsesión de la Biblia contra la idolatría significa que creer en un dios falso o creer falsamente en Dios, es peor que no creer en Dios.
2.- El Dios del miedo evoca un verso de Lucrecio en su obra De rerum natura: el miedo creó a los dioses ("timor fecit deos"). Cuando el miedo nos hace creer en algún salvador nos aferramos a él hasta dejar de ser nosotros y quizás ahogarnos con él. Pero hay otra fe resumible en la frase: la bondad encontró a Dios. Ahora ya no se trata de crearlo sino de descubrirlo.
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