El teólogo y profesor en la U. P. Comillas presenta su nuevo libro Santiago Madrigal: "Las señas de identidad de este pontificado están cargadas de futuro"

Santiago Madrigal, 'De pirámides y poliedros'
Santiago Madrigal, 'De pirámides y poliedros'

Titulado con un "guiño a la estrategia comunicativa de Francisco", quiere identificar "las líneas de fuerza que sostienen y delinean el proyecto de Iglesia de este Papa...Todas ellas se reflejan en su estilo, marcado por la clara conciencia de no separar mensaje y vida, teología y pastoral"

"El combate del clericalismo está en el centro de su interés y pugna eclesiológica. Por ejemplo, a la hora de explanar la imagen de una pirámide invertida"

"Para llevar a cabo su sueño, experiencia de gobierno no le falta; empezó muy joven y ha tenido tiempo de evolucionar de un estilo 'excesivamente autoritario' al de la vía del diálogo, del discernimiento y de la sinodalidad"

"No le duelen prendas en reconocer que se ha avanzado poco en la línea de la colegialidad y de la comunión en el ejercicio de la autoridad primacial"

"Sería conveniente, a mi modo de ver, dar pasos en la línea de un reconocimiento específico de la tareas y del compromiso de la mujer en la Iglesia"

"Sus intuiciones más profundas; la reforma sinodal y misionera dentro de la Iglesia y la ecología integral y de una humanidad hermanada fuera de ella, representan el mejor sueño y el mejor antídoto para esta humanidad"

Santiago Madrigal sj, (Casalarreina, La Rioja, 1960), es teólogo y profesor en la Universidad Pontificia Comillas, donde imparte la Cátedra en Eclesiología y Teología ecuménica. Acaba de publicar De pirámides y poliedros. Señas de identidad del pontificado de Francisco, en Sal Terrae. El título, como se observa y él nos confirma, es "un guiño a la estrategia comunicativa de Francisco", con él quiere crear un "un espejo de papa", en expresión técnica. Identificar sus "sueños", "las líneas de fuerza que sostienen y delinean su proyecto de Iglesia como papa". También, subrayar que "su lenguaje configura su estilo de pensar, plástico, claro y directo, que destaca de manera especial en sus homilías.

Asegura, además, que para el papa jesuita, "la renovación de la Iglesia depende del anuncio misionero del Evangelio, sine glossa, en toda su pureza: reforma y misión son las dos caras de la misma moneda". Todo esto se refleja en su estilo, marcado por la clara conciencia de no separar mensaje y vida, teología y pastoral.

Sobre el gobierno de Francisco, Madrigal apunta: "Para llevar a cabo su sueño, experiencia de gobierno no le falta; empezó muy joven, cuando fue nombrado provincial de la Compañía de Jesús en Argentina y ha tenido tiempo de evolucionar de un estilo "excesivamente autoritario", según sus propias palabras, a esa tripleta de diálogo, discernimiento y sinodalidad que configura su gobierno, con una perspectiva que consiste en mirar el mundo desde las periferias, porque sólo así se capta adecuadamente la totalidad".

Apoyado en el poliedro del todo es superior a las partes, la unidad es superior al conflicto, el tiempo es superior al espacio y la realidad es superior a la idea, se abre paso con su formación jesuítica "clásica" y con unas excelentes dotes para la comunicación, enfocándose en una iglesia cuya viga debe ser la misericordia, uno de los nombres de Dios en la Escritura y el camino del encuentro 'soñado' por el Papa. "Muchos pensaban que un papa latinoamericano estaría muy al margen del movimiento ecuménico reciente, sin embargo, Francisco avanza resueltamente en esta línea".

Sus intuiciones más profundas: la reforma sinodal y misionera dentro de la Iglesia y la ecología integral y de una humanidad hermanada fuera de ella, representan el mejor sueño y el mejor antídoto para esta humanidad", agrega Madrigal, de ahí que esté convencido de que "las señas de identidad de este pontificado están cargadas de futuro" y no se reducen a una sola estación, la primavera.

Papa de la primavera
Papa de la primavera

- ¿Qué objetivos persigue con su libro?

En el capítulo final de su exhortación apostólica Evangelii gaudium (n. 273), Francisco ha dejado escrito de cada cristiano: “Yo soy una misión en esta tierra, y para esto estoy en este mundo”. En consecuencia, una primera intención de este libro es identificar de qué manera Jorge Mario Bergoglio “se reconoce a sí mismo como marcado a fuego por esa misión de iluminar, bendecir, vivificar, levantar, sanar, liberar” en medio del pueblo de Dios. Se trata, por tanto, de identificar lo que el papa argentino denomina “los sueños” de una persona, es decir, elaborar una síntesis de sus motivaciones más íntimas, de su visión de la realidad, de sus posibilidades de acción. Es lo que denomino, con una expresión técnica de la historia de la teología, “un espejo de papa”, esto es, las líneas de fuerza que sostienen y delinean su proyecto de Iglesia como papa, las señas de identidad de este pontificado: misión y reforma, sinodalidad, cultura del encuentro y evangelio de la paz, discernimiento, ecología integral, combate espiritual.

- ¿Por qué asegura usted que el excepcional repertorio lingüístico de Francisco da soporte a un magisterio “misionero y kerigmático”?

No soy evidentemente el primero en llamar la atención sobre el peculiar estilo lingüístico de Francisco; ya lo han hecho, entre otros, A. Spadaro y F. Torralba. Este último ha confeccionado un “Diccionario Bergoglio”. Sin duda, ello tiene que ver con su formación jesuítica “clásica” y con unas excelentes dotes para la comunicación, adquiridas a través de una buena cantidad de lecturas, de la mejor literatura universal. Lo que quiero subrayar a través de las páginas de mi libro, —nótese que el título principal “De pirámides y poliedros” es un guiño a esta estrategia comunicativa—, es que este lenguaje configura su forma mentis, su estilo de pensar, plástico, claro y directo, que destaca de manera especial en sus homilías. Así aparece en la serie de homilías dedicadas a la pandemia.

Pero yendo al fondo del asunto, es oportuno recorrer las secciones de su documento programático, Evangelii gaudium, con el énfasis puesto en el anuncio misionero y en la primera comunicación de la fe, o kerygma. Para el papa jesuita, la renovación de la Iglesia depende del anuncio misionero del Evangelio, sine glossa, en toda su pureza. Reforma y misión son las dos caras de la misma moneda. Por otro lado, respecto al énfasis kerigmático, hay que decir que tiene que ver con la clara conciencia de no separar mensaje y vida, teología y pastoral. Como ha indicado M. Sievernich, esta orientación hunde sus raíces en la lectura de Hugo Rahner, el teólogo jesuita y profesor en Innsbruck, valedor junto a J. A. Jungmann, de la llamada “teología del anuncio” o kerigmática, innovadora en su tiempo y en pugna con la teología escolástica al uso, y que fue un anticipo de la pastoralidad querida por Juan XXIII y desarrollada por el Vaticano II.

- Unos dicen que Francisco es un buen gobernante, pero otros le achacan gobernar en base a sus sueños. ¿Qué opina usted?

De lo que significa el término “sueños” en el lenguaje de Francisco ya hemos hablado. De sus dotes o no de gobernante hay que recordar que este hombre fue nombrado provincial de la Compañía de Jesús en Argentina muy joven, que el arzobispo Quarracino le nombró obispo auxiliar de Buenos Aires, dejando dispuesto que fuese su sucesor como arzobispo de esta megalópolis. Experiencia de gobierno no le falta. Por otro lado, es interesante constatar que en su primera entrevista, en agosto de 2013, reconoció que llevado del impulso de juventud ejerció un estilo de gobierno excesivamente autoritario como provincial, un estilo que ha querido ir transformando por la vía del diálogo, del discernimiento y de la sinodalidad.

- ¿Francisco está cambiando la forma de ejercer el papado?

Como acabo de indicar, esa tripleta de diálogo, discernimiento y sinodalidad configura un estilo de gobierno. En el caso concreto del ejercicio del primado y de la autoridad en general, no ha dejado de invocar el ejemplo de la colegialidad y de la sinodalidad de las Iglesias ortodoxas orientales. En su primera entrevista aludió expresamente al documento de Rávena (2007), resultado del diálogo entre ortodoxos y católicos, que revisa a fondo y en términos ecuménicos el ejercicio del ministerio del sucesor de Pedro conforme al modelo del primer milenio de la historia de la Iglesia.

Por otro lado, intramuros de la Iglesia católico-romana, es y será un punto de referencia el discurso conmemorativo del cincuenta aniversario de la creación del sínodo de los Obispos por san Pablo VI (2015). Este discurso es una piedra miliar de cara al “ejercicio sinodal” del primado. Tampoco le duelen prendas en reconocer que se ha avanzado poco en la línea de la colegialidad y de la comunión en el ejercicio de la autoridad primacial, tal y como fue urgida por san Juan Pablo II en la última sección de su encíclica Ut unum sint (de 1995). Francisco ha retomado las afirmaciones del Papa Wojtyla para relanzar una “conversión pastoral” del papado. A todo ello hay que añadir esa insistencia suya en una Iglesia pobre y para los pobres, que va asociada a esa perspectiva específica que consiste en mirar el mundo desde las periferias, porque sólo así se capta adecuadamente la totalidad.

- ¿Qué significa en el universo de Francisco pasar de la pirámide al poliedro?

Antes que nada hay que precisar el uso de estas dos imágenes geométricas, cuyo significado se mueve en campos semánticos diversos. La imagen de la pirámide tiene un horizonte muy preciso: se trata de pensar la organización jerárquica de la Iglesia no a la manera de la pirámide eclesiológica medieval, sino a la manera de una pirámide “invertida”, en el sentido de que quien ejerce autoridad en la Iglesia está en la base y no en la cúspide, porque el ministerio en la Iglesia es, como su mismo nombre indica “munus”, es decir, servicio. Esta es una idea que aparece formulada en la discurso del año 2015 sobre la sinodalidad, al que me acabo de referir. Por otro lado, resulta interesante comprobar que esta imagen de la organización ministerial de la Iglesia como una pirámide que debe ser invertida aparece en un famoso discurso de Monseñor Smedt en la primera etapa de sesiones del Vaticano II, exactamente en diciembre de 1962, con el objetivo de criticar la visión de la Iglesia preconciliar como “jerarcología”.

La imagen del poliedro tiene otro horizonte interpretativo, cuyo antagonista es la esfera. Para Francisco, que explica esta imaginería en un famoso discurso donde despliega cuatro principios básicos de su reflexión (el todo el superior a las partes, la unidad es superior al conflicto, el tiempo es superior al espacio, la realidad es superior a la idea), el poliedro viene a salvaguardar las diferencias dentro de la unidad de la realidad, superando la pura uniformidad. Por eso, suele utilizar esta imagen en el diálogo ecuménico o en el diálogo interreligioso, es decir, en la cultura del encuentro.

- ¿La sinodalidad es una seña constitutiva de su pontificado?

Sí, sin duda. De forma explícita se encuentra en el discurso de 2015 que ya he mencionado y en otros textos posteriores, como Episcopalis communio, donde ha puesto al día las disposiciones para la celebración del sínodo de los obispos. Ahora bien, esta dimensión de la sinodalidad aparece ya en Evangelii gaudium, en los primeros compases, cuando diseña una Iglesia en salida misionera. Allí apela expresamente a las instituciones sinodales propias de la Iglesia local, empezando por el sínodo diocesano. En esta línea, es de gran ayuda el reciente documento de la Comisión Teológica Internacional sobre “La sinodalidad en la vida y en la misión de la Iglesia”. No se puede ignorar que el papa argentino se sitúa en la corriente sinodal de la Iglesia latinoamericana, que va de Medellín (1968) a Aparecida (2007), con el interés específico de dar cuerpo a una recepción inculturada del mensaje de Vaticano II.

- ¿Para conseguir una Iglesia sinodal y en salida tiene que acabar con el clericalismo, una de las plagas de la Iglesia?

Efectivamente, y de ello es muy consciente Francisco. Este aspecto, del combate del clericalismo, está en el centro de su interés y pugna eclesiológica. Por ejemplo, a la hora de explanar la imagen de una pirámide invertida. Ello depende de su imagen preferida de Iglesia, la que se deriva de una lectura de los artículos 10-12 del capítulo segundo de la constitución Lumen gentium, que él sintetiza en una cláusula: el santo pueblo fiel de Dios. Sobre este punto ha vuelto en diversas ocasiones. De manera especial, hay que releer la carta que dirigió al cardenal Ouellet en marzo de 2016.

- ¿Por qué “la misericordia es el principio rector de una Iglesia en salida”?

Un primer fundamento de esta importancia dada por Francisco a la misericordia es la lectura de la Escritura, donde “misericordia” es un nombre de Dios. Esta dimensión, que aparece por doquier en sus escritos, libros, homilías, está condensada en la bula de indicción del Año de la misericordia, Misericordiae vultus (2015). Por otro lado, en este marco Francisco suele acudir a textos de Santo Tomás de Aquino. Sin olvidar dos importantes discursos de los papas del Vaticano II. Francisco apela a la misericordia siguiendo la estela de san Juan XXIII, en su discurso inaugural del Vaticano II, cuando apostó por “la medicina de la misericordia” (no del bastón y tente quieto). En esta misma línea, apela a san Pablo VI en su discurso de clausura del Concilio, cuando señaló que la espiritualidad del Concilio ha sido la espiritualidad del samaritano, que, por cierto, es la imagen bíblica con la que se abre la última encíclica, Fratelli tutti. Se puede añadir que es una veta importante, junto con el discernimiento, a la hora de considerar las situaciones familiares y conyugales difíciles. Es una de las claves de Amoris laetitia. En suma, como se lee en Misericordiae vultus, para Francisco, “la misericordia es la viga de la Iglesia”.

Madrigal

- También dice usted que el Papa “tiene más enemigos dentro que fuera de la Iglesia". ¿Por qué?

Bueno, no lo digo yo a título personal. Es una constante que suelen manejar ustedes los periodistas. Baste pensar en la inmediata resonancia de Frattelli tutti que ha despertado ciertas contradicciones y perplejidades, como ya había ocurrido con las líneas de apertura dispuestas en Amoris laetitia.

- Describe un papa decidido a dar un empujón real al ecumenismo. ¿Lo conseguirá? ¿Está dispuesto a ser un “primus inter pares” para conseguirlo?

No me cabe duda. Ahora bien, en cuestiones como el diálogo ecuménico nada se improvisa. Y ninguno de los pasos que ha podido dar Francisco se entiende sin los presupuestos de sus antecesores y los cincuenta años largos de camino ecuménico que le preceden. Me he referido, y hay que seguir refiriéndose, a la encíclica Ut unum sint de san Juan Pablo II, en este año en que se han cumplido sus 25 años. De la misma manera, la celebración conjunta católico-luterana del quinto centenario de la Reforma protestante (en 2017), hubiera sido impensable sin los cincuenta años de diálogo luterano-católico. Francisco avanza resueltamente en esta línea. Muchos pensaban que un papa latinoamericano estaría muy al margen del movimiento ecuménico reciente. Nada más fuera de la realidad. No sólo es un buen conocedor de las Iglesias ortodoxas orientales, sino también de las Iglesias y comunidades procedentes de la Reforma protestante, habiendo mostrado una gran simpatía hacia las corrientes pentecostales.

- ¿La inclusión plena de la mujer en las estructuras de servicio de la Iglesia a todos los niveles es una de las asignaturas pendientes de este pontificado?

Por su puesto que sí, como ya se puso de manifiesto en el encuentro del año 2016 con las superioras generales, de donde surgió la petición del estudio de la diaconía femenina. En el momento actual, la problemática ha quedado vinculada la celebración del sínodo sobre la Amazonia. Desde ahí ha saltado a la palestra la tríada de cuestiones del rito amazónico, de los viri probati y de la diaconía de la mujer. Francisco, en su respuesta, Querida Amazonia (2020) se muestra partidario de continuar el proceso sinodal iniciado. Sería conveniente, a mi modo de ver, dar pasos en la línea de un reconocimiento específico de la tareas y del compromiso de la mujer en la Iglesia.

- A pesar de la resistencias, ¿la “primavera” de Francisco es irreversible?

Se viene asociando el pontificado de Francisco, desde su comienzo, a la “primavera”, de la misma manera que se considera que el Vaticano II fue también una “primavera”. En realidad, la celebración del Concilio tuvo lugar en cuatro otoños, y “el otoño”, de por sí, tiene un poco de todo, de final de la cosecha y de nueva siembra. Así los describe Rilke en sus versos. El pontificado de Francisco también pasa, si se quiere seguir con la metáfora, por las cuatro estaciones del año con sus modulaciones y sensaciones específicas. Tiene que haber un poco de todo. Pero, a la postre, sus intuiciones más profundas, que se dejan sintetizar intraeclesialmente en ese ideal de reforma sinodal y misionera, y, extraeclesialmente, en ese horizonte omnicomprensivo de una ecología integral y de una humanidad hermanada, representan el mejor sueño y el mejor antídoto para esta humanidad nuestra dolorida y aquejada gravemente de una pandemia sanitaria, social, económica. En este sentido, las señas de identidad de este pontificado están cargadas de futuro.

Volver arriba