Agustín Ortega Violencia, religiones y víctimas
(Agustín Ortega).- Los recientes atentados terroristas de París han conmocionado al mundo y a la opinión pública. En los medios de comunicación y en las redes sociales, se ha producido un mar de opiniones y debates en torno a esta tragedia, no siempre equilibrados y ponderados sobre lo sucedido con este crimen. A raíz de todo ello, nos parece necesario hacer una serie de reflexiones y consideraciones.
Evidentemente, como ya hemos apuntado, lo primero que hay que hacer es mostrar nuestro más claro rechazo y repulsa ante dicho crimen contra la vida de las personas. Hay que denunciar toda violencia y agresión contra la vida humana, que nunca está justificada. Y al mismo tiempo, como nos enseñan las Ciencias Sociales (CS) y la Doctrina Social de la Iglesia (DSI), hay que buscar las raíces y causas que generan esta violencia como es el terrorismo islámico.
Estos estudios sociales y el magisterio social de la iglesia nos muestran como para erradicar toda violencia y guerra, en la búsqueda de la paz, hay que promover la justicia y los derechos humanos (Juan XXIII, PT). El desarrollo humano e integral de los pueblos (Pablo VI, PP). La solidaridad internacional, que transforme las estructuras sociales e internacionales injustas de pecado y ponga fin a todo imperialismo (Juan Pablo II, SRS). La cultura y ética del don (gratuidad) en la erradicación de toda dominación, desigualdad e injusticia global (Benedicto XVI, CV). La espiritualidad de la pobreza fraterna y liberadora con los pobres de la tierra que acabe con esta economía que mata, con la especulación económica-financiera, con los ídolos del mercado y de la riqueza, con el negocio de las guerras y de las armas (Papa Francisco, EG).
Como se observa, las CS y la DSI hace mucho tiempo que nos muestran que las ideologizaciones del individualismo posesivo y la violenta competitividad, las idolatrías del tener-poseer (riqueza y propiedad) y del poder, los imperialismos contemporáneos como el comunismo colectivista y, en especial por ser el vencedor y dominante, el capitalismo: son el caldo de cultivo de un mundo fracturado, injusto y violento.
Como nos enseña Juan Pablo II (EV), vivimos en una guerra permanente de los poderosos y ricos contra los más débiles y los pobres, con sus estructuras de pecado y cultura de la muerte que atentan contra la vida y dignidad de las personas. Vivimos en una auténtica "guerra mundial, con guerras comerciales para vender armas, que impuestas por los mercaderes de la violencia y de las armas", domina el mundo a la búsqueda del beneficio, de la riqueza y del poder, como está denunciado constantemente el Papa Francisco.
Para leer el artículo completo, pinche aquí