"Ni desde el CIC, ni desde la oficina se entiende ni ve la necesidad de los mismos, sí desde la práctica pastoral" Fiducia supplicans: "No es lo que cambia, sino el pánico a los pasos que puedan seguir"

James Martin, sj., bendice a una pareja
James Martin, sj., bendice a una pareja Outreach (James Estrin, courtesy of the New York Times)

Francisco ha mostrado no solo la “misericordia de Dios”, que acepta y acoge a todos, sino la necesidad de que la actual legislación eclesial cambie. Que se den reales y concretos pasos para que esas personas sientan que, verdaderamente, no solo Dios sino la Iglesia en su legislación y su práctica concretas, los reconocen personas normales y con todos sus derechos

Se cuida muy bien de dos cosas: de que nadie pueda decir que se dan pasos hacia la consideración de esas “situaciones irregulares de pareja” como sacramento y de que no haya ningún rito establecido para que las “bendiciones” otorgadas se vean como pasos que puedan equiparar o conducir a pensar en ello, que no confunda o pueda confundir a nadie

Enorme revuelo se ha armado en la iglesia a propósito de la declaración Fiduci supplicans, publicada por el Dicasterio para la Doctrina de la Fe y firmada por el papa Francisco. El Dicasterio está presidido por el arzobispo de Buenos Aires, cardenal Víctor Manuel Fernandez, quien fuera contestado severamente por el sector más conservador de la Iglesia desde el momento de su nombramiento como Prefecto de tal Dicasterio (antiguamente llamado “el Santo Oficio”). Sinceramente fue uno de los pasos más audaces del actual Papa en la Reforma de la Curia. Paso que otros muchos agradecemos.

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Ahora, al publicarse la Declaración, las reacciones en contra no se han hecho esperar. Veamos algunas cuestiones de fondo:

  1. El documento explícitamente trata sobre “las bendiciones a las parejas en situaciones irregulares y a las parejas del mismo sexo”, no de otra cosa.
  2. Deja muy claro desde el comienzo, en la Presentación del documento, que no se modifica en nada la doctrina tradicional de la iglesia en un doble sentido: ni se acepta que esas bendiciones tengan ningún tipo de carácter sacramental, ni se acepta la impresión de ningún tipo de ritual que pueda llevar a tal confusión por parte de obispos o de las mismas Conferencias Episcopales.

Se trata, pues, de simples bendiciones ad hoc ¿Por qué entonces se armó tal revuelo? Simple y llanamente por la cerrazón y el miedo, el temor -tal vez pánico- a que, a éstos, siguieran otros pasos. Pero es más importante lo que está debajo. Quiero ver un poco por separados los dos tipos de situaciones que se afrontan:

El dolor del divorcio
El dolor del divorcio

1º El tema de las parejas en “situación irregular”. Quizás es bueno que lo concretemos en parejas que a) son simplemente “convivientes” (no han formalizado aún su matrimonio religioso). En América Latina tenemos un porcentaje elevadísimo y por razones muy variadas:

-el “servinakuy” muy practicado en el Sur Andino Peruano (y muy mal llamado “matrimonio de prueba” ¡que no lo es!, sino que es un “matrimonio en proceso”) y que normalmente terminará en el matrimonio religioso (en expresión radical de algunos cristianos “matrimonio como gente”). Por desgracia, nos hemos acostumbrado a que el sacramento se dé en un lugar y un momento y se ligue a la bendición de alguien que ni es ministro, sino un testigo ¿no sería más lógico e importante considerar el matrimonio como un proceso que comienza antes del rito y que sigue después?

-porque las familias aún no se han puesto del todo de acuerdo para sellar una “relación de pareja estable”, pero ven necesaria una “relación plena”, que incluya la relación sexual y la crianza/educación de los hijos que vengan       

-porque uno de los dos (generalmente el varón) considera que el matrimonio religioso significa un “amarre demasiado fuerte” y no está aún dispuesto a dar el paso     

 -por razones económicas al considerar una parte, o las dos, que no puede entenderse la realización de un matrimonio sin un acto social que implica fuertes gastos

Madurez del terapeuta
Madurez del terapeuta

Racionalmente -sobre todo en las tres últimas causales- es muy fácil exigir una actitud que consideramos más realista o “madura”. Otra cosa es asumir la situación vital, afectiva y globalmente de la pareja ¿Qué impide el que en todas las situaciones se realice una bendición pidiendo, como dice la propia declaración, “diálogo y ayuda mutuos, pero también la luz y la fuerza de Dios para poder cumplir plenamente su voluntad” y que se encaminen hacia la realización plena del sacramento matrimonial a la brevedad posible? En el caso del servinakuy, quienes hemos trabajado en esos lugares sabemos de sobra que se trata, generalmente, de un proceso más bien largo…Razón demás para que vaya acompañado de una o más bendiciones (en los aniversarios, por ejemplo).

Frecuente también -esto a nivel universal- la “situación irregular” de los que habiendo estado casados religiosos, por variados motivos, rompieron su compromiso -a veces al poco tiempo de casarse- y luego se han vuelto a casar sin poder, por ley eclesiástica, contraer matrimonio religioso “hasta que la otra parte muera”. Es frecuente que estas personas acudan a los sacerdotes pidiendo una bendición para su “nuevo matrimonio” (relación estable de pareja) o, más aún, poder recibir el sacramento de la comunión, del que se ven privados “por vivir en pecado” al convivir y tener relaciones “sin estar casados religiosos” (porque no pueden por ley eclesiástica). Este caso, cada vez más frecuente, no puede resolverse tranquilamente ni desde el Código de D. C., ni desde una oficina cuando hay harto y razonable sufrimiento por medio. Y no basta con decirles “tranquilos, Dios los ama y la Iglesia no los rechaza ni abandona”. Necesitan signos externos reales y visibles de que eso es verdad. Y a eso viene lo mínimo que esperan y a lo que creemos tienen derecho esas parejas (tal vez completamente fieles y estables por años de convivencia): una bendición, que la FS autoriza.

La polémica de las bendiciones
La polémica de las bendiciones Foto de Jack Sharp en Unsplash

Las “parejas del mismo sexo”, los reconocidos socialmente como LGBTQ

Por mucho tiempo se aceptó socialmente que la atracción por el mismo sexo (los reconocidos homosexuales, gays, lesbianas…) era, en el mejor de los casos, una enfermedad. Y para ello, también desde la Iglesia, se aplicaba distinto tratamiento con el fin de poder “curarla”. Hoy cada vez es más frecuente el reconocimiento que -desde el nacimiento- hay más de una inclinación u opción sexual, que es “normal” la atracción del mismo sexo. En consecuencia, cada vez es más frecuente el “matrimonio de parejas del mismo sexo”, está reglamentado en el código civil de muchos y distintos países y crece la conciencia general de que esas personas tienen todo el derecho a reclamarlo como normal y legal ¡Esa es la tendencia! (Incluida la adopción legal de hijos, ya que la práctica demuestra que ningún caso reúne certeza de una buena crianza y educación, o lo contrario).

Obviamente, muchos se consideran y son verdaderos cristianos y piden a la Iglesia -al menos- una bendición para su amor de pareja. Los sacerdotes somos testigos también de las dos cosas: de esa realidad, cada vez más frecuente en la medida que se hace más pública y normal esa relación irregular, y del sufrimiento que muchas personas tienen que pasar al verse marginadas y discriminadas (peor aún, muchas veces heridas por burlas, desprecios, chistes inapropiados y un largo etc). Lógico y normal que, insistentemente, hayan reclamado a la Iglesia un cambio de actitud en la práctica.

En todos los casos, de una o de otra forma, el papa Francisco ha mostrado no solo la “misericordia de Dios”, que acepta y acoge a todos, sino la necesidad de que la actual legislación eclesial cambie. Que se den reales y concretos pasos para que esas personas sientan que, verdaderamente, no solo Dios sino la Iglesia en su legislación y su práctica concretas, los reconocen personas normales y con todos sus derechos.

Donde hay Amor hay bendición
Donde hay Amor hay bendición

La Fiduci supplicans

La declaración que comentamos, no cabe duda, está escrita con sumo cuidado, después de mucho diálogo y consultas, tratando de atar todos los cabos para que nadie pueda cuestionarla, sobre todo desde dentro de la Iglesia. Se cuida muy bien de dos cosas: de que nadie pueda decir que se dan pasos hacia la consideración de esas “situaciones irregulares de pareja” como sacramento y de que no haya ningún rito establecido para que las “bendiciones” otorgadas se vean como pasos que puedan equiparar o conducir a pensar en ello, que no confunda o pueda confundir a nadie.

Insiste la Declaración en que nada cambia en la legislación y la práctica litúrgica y ritual de la Iglesia. Y es verdad. Entonces ¿a qué vienen tantos gritos y alharaca? Lo decíamos al comienzo: no es lo que cambia, sino el pánico a los pasos que puedan seguir. Y tenemos que repetirlo muy claro y fuerte: es necesario estar cerca del dolor y sufrimiento de las personas para aceptar y exigir los cambios, ni desde el CIC, ni desde la oficina se entiende ni ve la necesidad de los mismos, sí desde la práctica pastoral. Puede parecer demasiado simple, pero así lo vemos y sentimos muchos.

Tenemos en Ayabaca, donde me encuentro trabajando, un buen símbolo al respecto: el cristo que concita la devoción no solo de los ayabaquinos sino de los miles de peregrinos que a él acuden cada año -y, sobre todo, cada octubre-. Es el Señor Cautivo. Y Él no está ni con un garrote en la mano, ni con el dedo índice señalando a los de “situación irregular” (como, por desgracia, vimos todos a Juan Pablo II en Nicaragua señalando a E. Cardenal, de rodillas). El Señor Cautivo está con los brazos cruzados, amarrados, esperando pacientemente a que TODOS acudan a él para escucharlos y acogerlos, no para amonestarlos y menos castigarlos. Todo un símbolo muy cercano a la FS y muy alejado de la actitud de ese sector conservador de la Iglesia que ha puesto el grito en el cielo porque está realmente muy alejado de los que sufren, en carne propia, el desprecio, la marginación y la discriminación.

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