(José Ignacio González Faus).- Querida Pilar: Gracias por tu carta que no esperaba. Decís las mujeres que los hombres no solemos manifestar nuestros sentimientos. Pero no me recato de confesar que tu carta me emocionó: creo que hasta me salió una lagrimita (del ojo izquierdo, por supuesto). Al acabarla me vinieron a la cabeza las palabras de Jesús a un letrado judío: "no estás lejos del Reino de Dios".
No lo estás, Pilar, hermana. Quizá sepas que ésos a quienes tú llamas generosamente "simples mortales convertidos en silenciosos héroes por la trascendencia espiritual", suelen decir que "los pobres nos evangelizan". Puedo añadir que muchos no creyentes me habéis evangelizado. Por tanto no tengáis miedo de "darnos caña", siempre que sea de manera justa y fraterna. Lo necesitamos: porque ser cristiano no es creerse privilegiado sino saberse más exigido. O mejor: es un privilegio que consiste en mayor exigencia.
Como el que está enamorado: que tiene esa gran suerte pero, a la vez, sabe que él le debe a su amor más que nadie. Por eso Jesús era siempre comprensivo y acogedor con los de fuera, pero exigente con "los de dentro". Y los dirigentes judíos no le perdonaron que, mientras criticaba la falta de fe de los suyos, alabara la fe de gentes no judías como el centurión o la mujer cananea.
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