(Pedro Rizo).- Confieso que las nuevas interpretaciones indigenistas del nombre de la Virgen de Guadalupe no me son de fiar. Novedades parecidas no cesan de proponerse por la intelectualidad, en su empeño por borrar de México cualquier lazo con la cultura española y la religión cristiana.
Inasequible al sentido común la pasión indigenista demanda como último fin que la Guadalupana proceda de fuentes aztecas. O, si en principio es demasiado para digerirlo, al menos colocarla lo más alejada de España. Porque, si no es así, ¿cuál es el motivo de las esforzadas hipótesis lingüísticas, históricas, arqueológicas?
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