"Es una de las metáforas más bellas y eficaces del Concilio Vaticano II" La esperanza mesiánica de judíos y cristianos en medio de la familia humana

Miembros de una misma familia
Miembros de una misma familia Mike Chai

"El concepto de familia humana puede considerarse una herencia común del judaísmo y el cristianismo. Sin embargo, también tiene sus raíces en la filosofía y la filantropía del humanismo y la Ilustración"

"Los judíos y los cristianos deben mantener viva la llama de la esperanza mesiánica en la familia humana y colaborar con todas las personas de buena voluntad para universalizar los valores del Reino de Dios"

La “familia humana” es una de las metáforas más bellas y eficaces del Concilio Vaticano II. Hoy en día hablamos de ella con total naturalidad. El concepto de familia humana puede considerarse una herencia común del judaísmo y el cristianismo. Sin embargo, también tiene sus raíces en la filosofía y la filantropía del humanismo y la Ilustración.

Esta última genealogía se remonta, entre otros, al estoico romano Cicerón. Él considera a la humanidad como una gran familia a la que pertenecen todos los seres humanos. Debido a la participación común de todos los seres humanos en la razón, los miembros de la familia humana tienen una dignidad común y la misma para todos. La dignidad diferenciada, que resulta de las diferentes dotes, logros, talentos o decisiones de las personas, no anula la primera forma fundamental y común de dignidad.

Creemos. Crecemos. Contigo

El sueño de la fraternidad universal produce monstruos

La recepción de estas ideas, unida a la esperanza en la capacidad educativa del ser humano, condujo inicialmente en la Ilustración a un auge de la idea de la familia humana y la fraternidad universal. Así lo atestigua la “Oda a la alegría» de Schiller de 1805: «todos los hombres se vuelven hermanos / allí donde se posa tu ala suave. [...] ¡Hermanos!, sobre la bóveda estrellada / tiene que vivir un Padre amoroso”.

Sin embargo, las desventajas de este patetismo exhaltado no se hicieron esperar. La famosa consigna de Voltaire “Écrasez l’infâme” fue interpretada rápidamente por las religiones políticas de la modernidad de izquierdas y derechas no solo como una mera metáfora de la confrontación intelectual, sino también como un llamamiento a la persecución e incluso eliminación cruel de los reaccionarios o disidentes.

Retrato de Voltaire
Retrato de Voltaire

Del mismo modo, la funesta unión —ya desde principios del siglo XIX— entre la idea humanitaria de la Ilustración y el nacionalismo particularista condujo a las conocidas catástrofes de la historia europea, en las que los pueblos “cristianos”de Europa, movilizados como naciones beligerantes, se comportaron más bien como hermanos enemigos. Nuevas ideologías como la teoría racial y el pensamiento de “sangre y suelo”, con la justificación de las reivindicaciones territoriales como “espacio vital”, sustituyeron la idea de la familia humana, sustentada en una dialéctica saludable entre universalismo y particularismo, por una mentalidad de “nosotros contra los otros”.

El universalismo cristiano

El cristianismo misionero difundió su propio concepto o narrativa de la dignidad humana universal y la unidad del género humano. Al considerar a todos los seres humanos como “imagen y semajanza de Dios” (Génesis 1,26-27; 9,6), siguió los pasos del judaísmo. Con la visión del nacimiento de Jesús como encarnación de Cristo, el Hijo de Dios, que se unió así “en cierto modo a cada ser humano” (según el Concilio en “Gaudium et spes” 22), el cristianismo ha puesto su propio acento. Los Padres de la Iglesia abordaron la visión cristiana de la unidad de las naciones en el contexto del debate sobre el monoteísmo, que también tenía implicaciones socioéticas para la convivencia en el Imperio Romano.

Pero la verdadera prueba de fuego de la narrativa bíblica llegó en la era de los descubrimientos, cuando los europeos se enfrentaron en el “Nuevo Mundo” a pueblos hasta entonces desconocidos que planteaban un problema hermenéutico: ¿descendían también de Adán? Para los misioneros cristianos no había ninguna duda al respecto. Basándose en el dogma del monogenismo, defendieron apasionadamente la unidad del género humano como familia humana.

Óleo de fray Bartolomé de las Casas en una parroquia de Sevilla
Óleo de fray Bartolomé de las Casas en una parroquia de Sevilla

En el sentido de la tradición profética de la Biblia, ya en 1511 se cuestionaba la legalidad y la justicia de las guerras de conquista y la esclavitud de los indígenas: “¿Estos, no son hombres? ¿No tienen ánimas racionales? ¿No sois obligados a amarlos como a vosotros mismos?”.

Bartolomé de Las Casas unió ambas genealogías de la familia humana, la estoica y la bíblica, cuando a mediados del siglo XVI formuló este manifiesto: “todas las naciones del mundo son hombres y de todos los hombres y de cada uno de ellos es una no más a definición, y ésta es que son racionales; todos tienen entendimiento y voluntad y su libre albedrío como sean formados a la imagen y semejanza de Dios. [...] Así que todo linaje de los hombres es uno y todos los hombres, cuanto a su creación y a las cosas naturales, son semejantes y ninguno nace enseñado”.

También la idea de “elección” produce monstruos

Pero en la recepción de la narrativa bíblica por parte de judíos y cristianos, la unidad de la familia humana se vio también a menudo oscurecida por la dialéctica entre universalismo y particularismo, por ejemplo, mediante la justificación religiosa de antinomias binarias del “nosotros y los otros”: pueblo elegido y los gentiles o paganos, creyentes y los no creyentes. La idea de la “elección”, compartida por judíos y cristianos con sus propios matices, debía servir para que la luz del monoteísmo bíblico brillara con más intensidad en el mundo. La razón de ser o el motivo de la idea de la “elección” es dar testimonio en medio de la historia de la verdad, la grandeza y la belleza del Dios único como “Lumen gentium” o “luz de todos los pueblos”, así como defender la unidad de la familia humana, y no justificar por medio de la religión pretensiones (también territoriales) especiales.

¿En dónde están los profetas?

Así lo han recordado siempre los profetas de Israel y del cristianismo cuando judíos y cristianos, como Dante al comienzo de la “Divina Comedia”, se desviaban del “camino recto” en los oscuros bosques de la historia. En cada situación de conflicto se levantaban profetas que, en nombre de Dios, tenían el valor de leer la cartilla a su propio pueblo o a los miembros de su propia religión. También los hay hoy en día. Pero, ¿se les escucha realmente?

Los profetas siempre han mantenido vivo el universalismo de la esperanza mesiánica para la familia humana

Los profetas siempre han mantenido vivo el universalismo de la esperanza mesiánica para la familia humana. Hablan de la llegada de un reino de Dios que estará marcado por la paz como obra de la justicia, defenderá la verdad y la libertad y aspirará a una vida digna y plena “para todos”. Una de las imágenes bíblicas más bellas del tiempo mesiánico lo describe como un tiempo en el que ya no se aprenderá la guerra (Is 2,4) y en el que nos invitaremos unos a otros bajo la parra y la higuera (Zac 3,10), es decir, en el que disfrutaremos de la convivencia pacífica.

Mantener viva la llama de la esperanza mesiánica

Los judíos y los cristianos deben mantener viva la llama de la esperanza mesiánica en la familia humana y colaborar con todas las personas de buena voluntad para universalizar los valores del Reino de Dios. Su esperanza común se encuentra bien reflejada en esta ardiente petición en medio de la familia humana: “Venga a nosotros tu reino”... ¡para todos!

* Catedrático emérito de Historia de la Iglesia en la Facultad de teología de la Universidad de Friburgo (Suiza) y Decano de la Clase VII (Religiones) en la Academia Europea de las Ciencias y las Artes (Salzburgo)

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